La represión es un estado de fuerza muy antiguo. Tiene un propósito angular y múltiples secundarios : si proviene del estado, se ejerce con la finalidad primaria de preservar el poder a toda costa. La reacción más buscada, una vez implantado, es la difusión o generalización del temor. Cuanto más se abisma el temor, tanto mejor para el Estado que lo implanta.
Desde que el hombre se organizó en gobierno después de la prehistoria; por más rudimentario que fuera ese orden, comenzó a existir la represión. Recordemos que en Grecia, diez siglos antes de Cristo, se organizaba el gobierno en señores feudales, que gobernaban a su familia y a su gente quienes trabajaban para él y su familia. Un modo de represión en aquel tiempo era : que estaban obligados a trabajar para su jefe y, no podían huir de esa responsabilidad para acogerse a la benevolencia y mejores condiciones de otro feudal, porque sufrían severos castigos. Después surgieron los reyes. Estos se allegaron ejércitos y crearon nuevas maneras de reprimir. El lastre de seres humanos impactado por ese ejercicio aciago y funesto corre por todas las civilizaciones a través de las épocas.
Es claro que la represión es una incidencia contradictoria a los mejores intereses de la libertad. Es antagónica e incompatible con el proceso democrático. Se le encuentra como un elemento controvertible, que suele aparecer en los métodos de la inteligencia, en planos subyacentes, pero siempre resaltan sus efectos.
La represión procura diezmar los mejores cuadros de una de una sociedad, para que ésta no advenga a la libertad, a la democracia y al alcance de una civilización desarrollada.
El hecho de que un país esté constituido por un sistema democrático, no garantiza que se esté libre de conducta represiva. En E. U. los inmigrantes viven una vida de desasosiego y zozobra, amenazados con exportarlos a su país de origen. No le aprueban planes médicos, le niegan programas de beneficencia. Son cacheados allí donde se les encuentren sometidos a escarnio por ser un trabajador latino.
Al pueblo de Puerto Rico, se le aplican leyes llamadas de cabotaje. Estas leyes impiden que nuestro país establezca tratados de comercio con otros pueblos del orbe.
Si tomáramos la iniciativa de comprarle petróleo a precios de privilegio a Venezuela, para abaratar sustancialmente el precio de la luz eléctrica, no podríamos realizar esa transacción comercial democrática poque está reprimida esa gestión que otros países ejercen soberanamente.
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