Eran días de navidad. Las maestras decoraban los salones y traían pascuas rojas. Repartían una hoja de papel blanco y con nuestras crayolas dubujábamos postales navideñas. Ella pasaba silenciosa mirando por encima de nuestros hombros para observar los trazos de los dibujos. Entonces nos dejaba un dulce sobre el pupitre. Yo escogí pintar dos velas encendidas : una mayor que la otra. Las llamitas las teñí de amarillo. Las rodeé de un círculo de pétalos de pascuas rojas que me esmeraba en configurarlas. Por las ventanas entraba la brisa fría de la época. Otros alumnos trabajaban distintos diseños : un pesebre con asnos y ovejas. El Niñito Jesús en un pajar y la virgen María con su rostro inclinado y su aura de luz.
Sólo una niña se acordó de la estrella de Belén. En otras postales figuraban los Tres Reyes Magos. Un niñito dibujó a Jesús bebé solo, llorando y con lágrimas. Ese estudiante era Oscar el huerfanito. La maestra prendió todas las postales de navidad en el tablón de edictos para su exhibición.
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