Realmente no son los ojos,
que brillan y sueltan reflejos esplendorosos,
sino tu mirada llena de sentimientos hermosos,
que borran los enojos.
No son ellos los que convidan al amor,
son tus labios que escapan una linda sonrisa,
aún estando escuchando misa
y suspirando en silencio, la angustia y el primor.
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