Saltan y tiemblan
los senos gelatinosos,
pero el vestido no se tambalea.
Es pieza sutil en cascada
de aguas soleada.
Un cuerpo grácil
la muestra trotando.
El esplendor del rostro
con el bronceado cabello
y, los ojos juguetones de pírex
en círculos de luces,
conducen el mágico vestuario
como en la noche de estrellas,
desde el pescante azotaran
el tiro de los rocines.
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