Era una noche de crucero.
Nos asomamos al balcón del camarote,
coronados de estrellas fulgurantes.
Una luna plena bañándose
en aguas del horizonte.
Nos besamos.
-- Mi amor -- dijo cálida y sensual --
¿ quieres libar la barquilla ?
-- Sí -- dije sollozando.
Tomamos un sorbo de rojo vino.
Al cabo de unas delicias,
en que los gemidos
se confundían con la honda
percusión del mar,
mi cuerpo palpitaba.
Para mi sorpresa,
todo era igual que una manguera
sin agua.
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