Cuento destellante.
Entonces la anciana quedó sorprendida; no obstante, sus años de vivencia, aquellas dos sombras tan definidas que se desprendían de la figura de aquel hombre brusco y ruin; dos sombras duras, casi dos siluetas corporales y, que a veces, no respondían al movimiento del extranjero, sino que se quedaban allí estáticas, inmóviles, pero ella no había experimentado semejante absurdo.
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