" El sonido tiene mucha propiedades misteriosas. Es capaz,
por ejemplo, de generar figuras y formas físicas que influyen
en nuestra salud, conciencia y comportamiento
diario. El ingeniero médico suizo Hans Jenny, ha demostrado
que el sonido puede formar intrincadas figuras geométricas ".
( Hans Jenny, Cymatics, Basilius Press, Basilea, 1974,
pp., 7-13 ). También, ( El efecto Mozart, Don
Campbell, cap., 2, pp., 45 ).
El Amor Brujo de Manuel de Falla, pieza de música clásica de méritos excepcionales, comienza expresando un alegro en tono gitano. Es una fanfarria con sostenimiento en suspenso, que puede representar a un altivo y gallardo torero, que con su cuerpo terso y los brazos elevados frente al bravo y agresivo toro, se dispone a clavar banderillas en el lomo del bovino.
Toda esa aparatosa ansiedad, con la multitud en grada exultante, es revelada en esa apertura musical.
Es el primer signo de brujería que se establece de entrada. Aquí en esta obra musical, no hay nada que pueda relacionarse con aquelarre alguno. Todo está vinculado a una actitud matizada de picardía gitana, que se proyecta en toda una esencia de amor en todos los órdenes.
En esta obra se interpreta, se describe musicalmente la actitud tradicional que viste la vida de los gitanos y todo aquello que está tocado de sus particulares hábitos, costumbres y características propias.
El amor brujo en esta creación musical, no se refiere al mundo de los médium que se categorizan en la parapsicología ni se alude a las fuerzas ocultas, que al son y magia de ciertos bailes puedan ser evocadas. No se toca aquí la rememoración de La Divina Comedia.
Este amor brujo sigue la interpretación de los gestos gitanos. Gestos propios de una faraona, de una morena que en sus señas apasionadas recuerda y alude al filo del puñal que da la vida o la quita con el gesto de sus ojos negros y la magia de sus brazos o el rítmico movimiento de sus caderas.
Cervantes nos recuerda esos gestos en el Quijote :
" Ten memoria -- Sancho -- mira cómo te recibe; si muda las colores. Si se desasosiega y turba oyendo mi nombre; si no cabe en la almohada, si acaso la hallas sentada en el estrado rico de su autoridad, y si está de pie, mírala si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie; si te repite la respuesta que te diere dos o tres veces; si la muda de blanda en áspera, de aceda en amorosa; si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no esté desordenado; finalmente , hijo, mira todas sus acciones y movimientos, porque si tú me lo relatare como ellos fueren, sacaré yo lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazón ". ( Don Quijote, p. 556--7, cap. X 2 parte ).
De Falla va en su música, por esos mundos desentrañando de los gestos gitanos, lo que cada cosa atesora en su corazón, en su aspecto : qué dice aquel fuego que lanza ascuas mientras consume el haz de leños en la noche callada ensoñada de estrellas. El gesto amoroso que descubre en el crepúsculo de un jardín de rosas, donde una hermosa mujer de oscuros y ondeados cabellos, desprende una flor que se refracta en el jade de sus ojos. Al momento un enjambre de abejas sobrevuela el jardín, muchas quedándose sobre los pétalos, junto a la mujer y el tropel de las demás vuelan en rumor con su reina, hcia otro lejano jardín a libar los dulces estambres.
¿ Dónde encontrará de Falla aquella dama transfigurada en los gestos del mundo, con su picardía de magia femenina, que musicaliza su impresionado corazón ?
El Dr. Gregorio Marañón dijo en su libro Ensayos liberales, que "La mano resume la eficacia dinámica de nuestro ser. La mano no es vehículo habitual de la inteligencia, sino de los impulsos cargados de emoción. Si la lengua representa al cerebro, la mano representa al corazón, sobretodo el dedo de la mano donde ponemos el anillo símbolo de la entrega de nuestro corazón ".
El adagio y la sublime suavidad en el tono melódico, es la sentida reflexión de los matices de los gestos brujos del mundo de los gitanos. Manuel anda en la búsqueda de la gran picardía que lo ha enamorado, que llena su su alma. Piensa cada noche en aquellos versos de Bécquer:
" Yo sé que hay fuegos fatuos,que en la noche
llevan al caminante a perecer;
yo me siento arrastrado por tus ojos;
pero a dónde me arrastran no lo sé ".
Hay un momento en la cadencia clásica, que impera la exaltación de violines,trompetas, oboes, percusión, clarines, clarinetes,saxofones, pianos, etc., es donde se describe musicalmente una escena perdida en la literatura épica, atesorada por el hálito poético de Manuel Machado : Doce jinetes que siguen al galope fugaz, a su adalid desterrado. Se acercan a las ligeras edificaciones de piedras y negros maderos de una humilde comarca, que va apareciendo al alcance de la fatigada miradas de los guerreros. Se detiene el impulso de la música, cesa el tiro de los caballos y, un arrojado hombre de cara fugitiva y adusta barba va tocando con golpes graves que acomete con el yelmo sobre las puertas de las oscuras casas.
Entonces le ponen delante del Cid, un gesto. La débil figura es un gesto, el más eficiente y conmovedor de los gestos, frente al desenfreno de caracteres bélicos y ceñudas actitudes, un delicado gesto, ha decidido usar la comunidad con la esperanza de penetrar en el alma acerada del adalid. Es un gesto brujo de piedad y de amor.
" A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos lágrimas.
Oro pulido nimba
su carita curiosa y asustada.
_ Buen Cid, pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa,
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: En marcha!
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana
al destierro, con doce de ls suyos
_ polvo, sudor y hierro _ , el Cid cabalga ".
( Castilla, Manuel Machado ).
La vio reclinada de un árbol de naranjas de los que ornamentan las calles en Sevilla.
Esperaba un autobus, llevaba sobre su ondeado cabello negro, una rosa viva, púrpura. De Falla caminaba feliz porque asía entre sus manos un viejo libro de Pío Baroja que ya nadie leía : Vidas sombrías.Era este volumen de Baroja, una joya literaria. De alguna forma lo circunspecto y taciturnidad de los personajes toca a todos ellos. Pero el estilo con que se escribió la obra, no se repitió más en toda su ulterior creatividad. Este libro es estética pura : narraciones de esencial poesía. Unamuno dijo de él : "Lastima que no esté en versos ".
Hacía tiempo que de Falla lo buscaba, como también buscaba la dama del jardín de rosas.
Precisamente por el amor brujo que se agita en ambos. En los adagios silentes deel Amor brujo a modo de interludio, se puede colegir a Mari Belcha en la soledad de su embrujo.
" Y ahora te escondes cuando paso, cuando paso con mi viejo caballo. Ah, pero yo también te miro ocultándome entre los árboles; y sabes ¿ por qué ? Si te lo dijera, te reirías. Yo el medicuzarra que podría ser tu abuelo, si es verdad, si te lo dijera te reirías. Me pareces tan hermosa. Dicen que tu cara está morena por el sol, que tu pecho no tiene relieve, quizá sea cierto; pero en cambio, tus ojos tienen la serenidad de las auroras tranquilas del otoño, y tus labios, el color de las amapolas de los amarillos trigales.
Te quedabas pensativa. Tus ojos miraban los montes azulados de la lejanía, pero sin verlos; miraban las nubes blancas, que cruzaban el cielo pálido, las hojas secas que cubrían el monte, las ramas descarnadas de los árboles y, sin embargo,no veían nada. Veían algo; pero era en el interior del alma, en esas regiones misteriosas donde brotan los amores y los sueños.
Dime Mari Belcha, ¿ en qué piensas al mirar los montes lejanos y el cielo pálido?
(Vidas sombrías, Pío Baroja, p., 40).
Cuando la dama abordaba el ómnibus, sin apuntar con la cara al objetivo, lanzó un mirada oblicua, per intensa,matizada de picardía, con sus ojos negros, que ardían en llamas y danzaban en ascuas andaluzas. Después Manuel de Falla, conmovido abrasaba su espíritu en el fuego del Amor brujo.
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