Los muchachos me invitaron a su amada celebración. Estuve con ellos disfrutando. Pero ahora ellos también eran adultos. Los veía en un hormigueo platicando animadamente alrededor de las mesas. Eran ciudadanos adultos cuyos rostros ya no tenían la brillantez de la adolescencia. Pero tenían alegría en sus expresiones y, allegaban a sus mentes la rememoración de una época dorada.
Se develaron noticias entre ellos, informaciones de volátiles acontecimientos propios de las personas que ya no se ven con la frecuencia deseada.
En aquella época en que ellos cursaban la Escuela Superior, en el esplendor de la adolescencia, yo que fui su maestro, hacía cinco años que había arribado a la adultez.
Cuando se acaba la adolescencia y se penetra a los veinte años, hasta los veintinueve es un estadio de años juveniles en que se va fraguando el cuerpo y el espíritu para entrar a la vida adulta que comienza a los treinta años.
Ahora los compañeros maestros estábamos frente a aquella clase graduada que cumplía 40 años de la gesta inolvidable. Les dije que para aquel tiempo, ellos emprendían el desempeño de aprender y, nosotros la tarea de enseñar que en planos distintos, es una misma función transdisciplinaria que es la educación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario