Era un galpón, y en él, un bar.
Todo lleno de una ralea barbuda.
Mostraban tatuajes en brazos y piernas.
Alguna que otra mujerzuela
tambaleante, bebía con ellos.
El antro bar quedaba en el pueblo.
La gente pasaba ignorando
la sórdida presencia.
Una canción se oía
atrapando la tristeza
y al bodrio ambiental.
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