Una mesa ornamental sin propósito utilitario hogareño. Desnuda, con hermoso esplendor caoba, puntales torneados, cornisas labradas en antiguos diseños, posiblemente de origen egipcios. Las tapas bajo su tope, trabajadas en relieves, que muestran figuras de camellos en descanso, mujeres sentadas al costado de dunas, donde hay un cazo en brasas y esferas y óvalos de humo. Sobre la falda de estas mujeres, se ven cuencos en los que consumen el condumio. Todas ellas están veladas con el burka. Frente a las féminas un solo hombre, con su brazo derecho alargado hacia el frente, sosteniendo un báculo ceremonial. Es el caíd y las instruye sobre el Islam.
En la superficie radiante, se asienta una generosa dita que luce en remate, unos meandros rojos. Dentro de ella, se asoman distintas frutas, pero descuellan unas pomarrosas de pálida amarillez ( nacen las pomarrosas- pálidas, escondidas, aromosas,- lejos del sol,
como los versos míos : José de Diego ), que se descubren a orilla de los viejos ríos.
También aparece, allí, una piedra de los tiempos de los taínos. Es un cemí y sobre ella, una lagartija con la gaita al aire.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario