Oh, remolino de mansas abejas.
Dóciles, tímidas, que vuelan tristes
en torno a su cabeza, hombros y orejas.
De oro y destellos a tu aura reviste.
Hábito, andar con apícola enjambre
de áuricos reflejos y zarabanda.
Con alto bullicio y polvo de estambre;
en sonora percusión de una banda.
Si por las aguas cristalinas del río,
Elvira coronada, va en labores.
Lavanderas entumecidas de frío.
Al ver el abejar, sueltan rigores,
corren asustadas arroyo abajo,
sin que a las mujeres salve un atajo.
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