No sé de dónde puedan llegar, pero se desparrama y se cierne sobre la periferia marina. Oscurece las aguas azules encendidas de sol. Su olor y aceite ahogan y ciegan los alcatraces, impregnan de grasa a las blancas gaviotas. No puedo entender por qué se escapan esos torrentes ominosos, ungido siempre de luto para obrar en la malignidad de los daños. Van de periplo sobre los mansos cristales de estas bellas dársenas. Apelmazan las tersas y cálidas aguas de nuestras playas. Quiénes vierten el gas viscoso que pliega las alas de nuestras aves marinas ? Esa ensombrecida sustancia gelatiniza sus lenguillas y, traban sus picos de fétida gomina. No sabemos de dónde proceden. Hace poco tiempo que zambullirse en las playas puertorriqueñas era delicias de dioses. La fama recorrió a Europa. Los poetas entregaron versos a sus libros sensibilizándose por estos mares : Dónde podría ir a pensar despacio ?/ En sus tibias arenas, / no de escombros / sino de argentería. _ Pedro Salinas _ quien también dijo : " Y ese verdor que el agua transparenta / es de Arcadia que abajo se eterniza; / almas verdes, / las almas de las islas ". Hoy enarbolan bandera roja. Porque los cuervos de Edgar Allan Poe, andan sueltos sobre nuestros mares. Clavan sus picos de petróleo y melanina sobre la piel de los bañistas y, le deparan el escozor del hade.
A menudo llegan unos barcos inmensos, desprovistos de lujos. Le llaman cisternas; fondean nuestras bahías - no puedo discernir las razones - pero vierten al mar de Guánica toneladas de una laxitud que como gigantesca sombra negra oscurece el fulgor verde de las aguas. Es un intento de teñirnos el Caribe y el Atlántico de negro, para que en las noches boricuas, las luces del cielo no se reflejen. Para que el luto de estos mares ostente su vestuario en semejanza al maremoto de la criminalidad.
A veces, no dan tregua y cuando la gente de corazón noble, los ambientalistas, exhuman, con grandes esfuerzos la sustancia orgánica, los medios nos informan en primera plana de otro accidente en que los carburos de hidrógenos echan sus correntías llevando al abismo de la muerte, a las especies marinas y maleando nuestras aguas periféricas.
Para disfrutar de nuestro mar habría que intentarlo a través de la narrativa, la imaginación, la historia o radio- bemba como dice nuestra Ana Lydia Vega.
Por cierto, que estas dos sobresalientes damas de nuestra literatura de ficción- la ya citada y Olga Nolla- han mirado el mar con nostalgia : " Desde Pitahaya y Laurel las mujeres bajaban por las tardes hasta la orilla del mar". ( Ana L. Vega ) " Caminando por la playa observé que que el agua parecía brotar debajo de las arenas y como estábamos a cierta distancia de donde las olas mojaban la costa, quise por curiosidad y hábito hacer un cuenco con las manos y llevarme a los labios aquella agua que brotaba ".(Olga Nolla)
Nuestros mares costeros están vedados porque los microorganismos amenazan la salud. Cuando menos se avista una redecilla de manchas fosforescentes, puntos tornasoles que destellan su imprudencia en el temblor náutico. Si pudiéramos acuñar una imagen, diríamos que las aguas de los mares que nos rodean, han perdido la salobridad, el hálito de los países del mundo, el color de su " corpus ", el olor a rosa de la época; en cambio ofrece un tufo a herraje, a maquinaria, a motores flotantes, turbinas y diferenciales destrozados que destilan las grasas y chapapote. " Margarita, está linda la mar? "
Una década de un nuevo siglo ha concluido, puede que haya en el umbral secular por donde entren novedades y una trastienda con puerta al abismo para disolver tanta anomalía.
Mientras tanto pensaremos que la isla no ha de quedar sin mares. Ese mar isleño que vive en azul la fantasía del matiz. En las palmas acocadas de mis manos recojo tus aguas cristalinas. Nada de azul, nada de verde. Luz y cielo te croman de azul verdoso en aleación mágica. Tus aguas mar isleño, son claras cristalinas, espectrales. Te das al cielo para domeñar su infinidad y, en celeste transparencia, el aire ardiente y fresco deslumbra tus ondas cerúleas. Queremos que sigas convidando a tus radas y arenas, que atraque el turismo en las bahías. Que tus penachos y espumas ofrezcan sus albas caricias.
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