Unos guantes blancos posados
sobre su regazo.
Una estiva de ellos, en caja de zapatos.
Aquella constante preocupación
para mantenerlos inmaculados.
Y la tenaz labor,
con la aguja y el hilo.
Regateando momentos de fatiga,
al hacendoso empeño
y, a las pocas horas de sueño.
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