Entre los peldaños
de la persiana que ascienden
al cielo en la noche,
un lucero brillante
ejerce una soledad infinita.
Es un faro marino
en un promontorio celeste.
El silencio absoluto despeja
su intensidad esmeralda.
Y arde en haces de lumbre lejana,
como si no tuviera influencia.
Quédase abrumado de esplendor,
vigilando mis pasos
en la cotidianidad del aposento
envuelto en la nocturna decidia.
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