Al releer el poema de José Ortega y Gasset, ( La herencia familiar ) que yo compilé de entre su obra ensayística, donde él habla del concepto de sus hombres interiores, en referencia a la estela de razas que tiñen su sangre y abolengo, en la cual el revela que hay una destacada presencia germánica en su estirpe. Allí, en el prólogo que escribí para ese arduo trabajo, me topé con esta argumentación mía que quiero consignar en este espacio.
Siempre he creído que una oración literaria guarda y atesora una dimensión expresiva distinta o adicional a la intención primogenitora que el autor arguyó en su momento. La frase creada o la oración construida, puede después, enfrentar otra situación o circunstancia semántica en la cual vuelva a significar una novedad linguística, una jornada de comunicación transformada en un molde técnico linguístico aplicada a faenas diversas que se originan, sino en las mismas intenciones, al menos tienen contacto inicial y se abren al infinito del entendimiento. Al parecer, advienen al sentido de la paráfrasis. Es decir, una oración que se instrumenta para describir la imagen de un pájaro que aletea salpicando el agua de una fuente para aliviarse los efectos del calor del verano, puede muy bien servir en otra ocasión, a un sediento que cae exhausto al borde de un oasis.
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