Poemas extraídos de la obra Sonata de Estío de Ramón del Valle-Inclán.
Extrapolados y organizados por Carlos M. Mercado Galartza.
Un negro colosal,
con el traje de tela chorreando agua.
Se sacude como un gorila
en medio del corro,
que a su rededor
han formado los pasajeros
de la fragata La Dalila.
Se sonríe y muestra
sus blancos dientes.
Marineros encorvados
sobre la borda de estribor,
halan un tiburón
medio degollado.
El pez se balancea
fuera del agua.
De pronto rompe el cable
y desaparece
en medio de un remolino de espuma.
Ché, moreno ! - dijo la Niña Chole.
Quiero verte matar un tiburón.
Sin apartar lo ojos
de las olas,
que argenta la luna.
-- No puede ser, mi amita :
se ha juntado una mancha de tiburones.
--¿ Y tienes miedo?
-- Que va ! Vea su merced no más.
-- ¿ Cuánto te han dado esos señores ?
-- Veinte tostones.
El contramaestre que pasaba :
-- cuatro monedas, es la verdad.
El negro observó el fondo del mar,
donde temblaban las estrellas.
Pasaban peces fosforescentes
con los rielos de la luna.
Al costado de la fragata
hervía una cuadrilla de tiburones.
El negro volvió a mirar las olas.
Prendió un cigarro.
-- Cuatro centenes, ¿ Le apetece a mi amita ?
-- Sean los cuatro centenes.
El negro tomó el cuchillo
entre los dientes.
Y se encaramó sobre la borda.
El agua del mar
relucía en aquel torso desnudo.
Con los ojos cató el abismo,
con los brazos extendidos
se lanzó de cabeza.
Y desapareció buceando.
Sumiéronse los tiburones
en busca del negro.
Salió a flote el marinero,
ayudándose con un solo brazo.
En el otro un tiburón degollado.
Arrojáronle cuerdas,
pero rasgó el aire
un alarido horrible.
Y le vimos desaparecer
sorbidos por los tiburones.
( págs. 100-101-102 ).
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