Simone es un relato ahíto de virtudes. No sólo por su historia de amor con algunos trazos de estilo surrealista, sino por todo lo que acontece en el material reflexivo y ensayístico donde se tocan los diversos temas sociológicos, psicológicos, políticos, literarios y empresariales.
Lo trascendente del libro no es el relato amoroso, que contiene la estrategia del dédalo y la griega Ariadna. No porque por más sorprendente que sea la historia de amor, nunca resultará original. Pues en todos ellos descubrimos un hombre y una mujer que buscan amarse, que llevan esa pasión a la cumbre y luego o se juntan o se separan. ( Opinan algunos, que el amorío de Adán y Eva, tampoco fue original porque no existieron). Los amores de Caín por tierras de Enoc, demuestra la antiguedad de las jornadas románticas.
El vehículo del romance nos lleva a encontrarnos con los ingredientes psíquicos que agobian a Li y Eduardo y el mundo envolvente de los elementos plásticos y la realidad de los componentes de la ciudad en la que viven inmersos.
Por lo pronto, los momentos matizados de sexo son construidos o creados con una prudencia exquisita que no hiere ni deprime ni rozan la pureza de ambos caracteres y la delicadeza de sus almas.
Se llega a ese plano sensual como un instinto natural de la vida. En ese ambiente, no hay ruidos ni quejidos. El quejido es un fácil echa-manos o recurso para mostrar paroxismo. Allí se dice : " No pronunciamos una palabra ". y más adelante. " Entonces hubo un segundo, una pausa casi imperceptible, fue un momento mágico, sin palabras sin mirada". No se podría decir que allí no se movía una hoja, pero ciertamente en el campo espiritual se vivía una serenidad gozada como todas las aromas de un buen vino, pero enmarcado en un placer ( " casi autista " ). La característica sensual que estimula y motiva está presente : ( " Li tenía un singular poder de seducción ").
El mundo interior de las sensaciones eróticas está siendo sentida cuando expresa: ( " Solamente la mirada ciega y fija de párpados entrecerrados, aseguraba que no se asistía a una pelea").
Sancho, en su juicios y fallos administrativos hubiese también colegido, que no se trataba de una pugna, sino de un estilo de jogar - con la acepción que tenía la palabra jogar en el siglo 17.
Hay un momento en el pensamiento de Li, que se trasvasa palpitando a su agitado espíritu y cae en en una veloz evocación, donde siente lo objetivo y lo cotidiano en su entorno de cruda historicidad y de sencilla experiencia como es el fango de los campos de arroz filtrándose a sus momentos lujuriosos para decantar, desde lejos y desde la antiguedad, la estirpe de su raza.
Lalo intuye que un misterio aplasta la voluntad de Li. Indaga sobre esa obnubilación que oscurece el proceder de la joven china. Naturalmente, consigue el estallido. La niña asiática de trece años, vivía como todos en aquellos campos, ( " como las bestias de cargas que eran"). Se podría quizás pensar en el síndrome de Estocolmo, pero no se trataba de que el miedo y el horror le redujeran a una sumisa sujeción, sino que respondía
con deseo y anhelaba las noches para que transfigurara su condición de explotada y se diera una ruptura del tedio, olvidando por un instante su abrumadora angustia.
Se dio cuenta que no era amor lo que cobijaba su bochorno y el daño, entonces, fue desgarrador. Cuando pierde su criatura, por efecto de infusiones con raíces que provocaron su aborto y luego lograron enviarla al trópico, ya se había escindido el espíritu. Una bárbara incubación asolaba sus paredes interiores y aunque nadie conociera su pasado, ella sentía que sus secretos vitales eran transparentes al tacto de un ardiente sol del tórrido. Se da cuenta que aquellos hechos morales y cruentos le han provocado un nacimiento de odio a los hombres. Pone en prueba su lesbianismo y parece concluir que probablemente tenga esperanza.
La ciudad de San Juan : significativa ambientación.
Ls gestos de la ciudad :
" La ciudad de San Juan que se atraviesa y se representa calle a calle en búsqueda de sentidos subyacentes a palabras y gestos". ( Elsa Noya, prólogo sobre Simone ).
La ciudad de San Juan y pueblos limítrofes, presentan en la novela un lenguaje de gestos, que revelan un sistema de signos subyacentes que estimulan la comprensión de la actualidad puertorriqueña en su curso colectivo e individual y, es el centro dolido de su identidad universal.
La influencia gestual puede darse hasta en los objetos. "... La vida moderna está como no lo estuvo nunca, influenciada, condicionada y a veces subvertida y anegada por la gesticulación. El problema puede considerarse en la vida individual y en la vida colectiva" ( Gregorio Marañón, Los gestos, Ensayos liberales ).
" Otra mañana de domingo ". Un gesto intrascendental de una mañana a un hombre que se asoma a esa contemporaneidad que solo comunica sosiego sin tiempo. En los pájaros el gesto no opera. El día es como todos y no se dan actitudes en las aves, que puedan cambiar su ánimo. Si nos fijamos, hay movimiento-- " el viento arrastrando hojas ". También hay expresiones: " gritos de niños ". En otras palabras el día trae signos vitales.
Todo no está perdido.
Hay una interpretación novedosa de como el consumerismo ocasiona ciertos sentimientos en las personas. Es una nueva filosofía frente a la vida. ¿ Cómo soy ? Cuánto compro. Parece que aliviamos nuestras tensiones adquiriendo parte de esa producción fabril que atrae por su gesto estático de agradar y que estamos frente a los artículos con la misma ansiedad con que se está frente a la cinta corrediza en la espera de las maletas en el aeropuerto.
La emoción que sentimos frente a los objetos tiene tres partes. (Según el Dr. Gregorio Marañón, en su ensayo sobre Los gestos ). Núm. 1 la idea, Núm. 2 las sensaciones, Núm. 3 los gestos.
Aquí la idea es adquirir abundantemente, las sensaciones son nuestra reacción sentida en el interior y exterior de nuestro cuerpo : escozores de bienestar. El gesto con que asumimos la experiencia : la depresión se alivia, se trasluce en el rostro y se pueden ver
sonrisa o alegría en nuestros ojos.
La reflexión frente a un día sin sorpresa, un día que dibuja la nada, reflexionar trae resignación.
"Diego tuvo que esperar más de veinte años para darse cuenta de que la belleza existía y podía encontrarse en un gesto ".
El dilema no era la existencia de la belleza. Era que durante sus años de párvulo y los tiernos días de su juventud, no aprendió a emocionarse frente a ella. El contacto con la belleza nos hace madurar. Y más si nos detenemos a buscar en ella, las gradaciones, las perspectivas y su profundidad. Suele pasar que en la época de la inmadurez, conocemos una niña en la escuela, jugamos con ella, nos aprendemos su nombre, pero no nos fijamos en sus prendas : joyas, vestimenta, y a veces no recordamos el color de sus ojos ni por qué se ríe tan espontáneamente. Después cuando avanzamos en las épocas y asumimos cierta seriedad, decimos -- Oye nunca me di cuenta de lo bonita que era María Teresa. Después nos sorprende la belleza en la actitud de aquel que envejece en la cárcel por amar a su patria.
"¿ No es este recinto imposible de abandonar la imagen mía en esta ciudad? "
Freud decía que muchos sueños se fundamentan con retazos de experiencias diurnas, en las que uno concentraba su interés. ( El malestar de la cultura ).
Tres incidencias obran como una camisa de fuerza : la desidia del ambiente, la voluntad de no huir de las raíces ancestrales y el ciclo vicioso de nuestras acciones. Pero quizás todo eso sea el distintivo del país.
La escena que describe Lalo, cuando va a comprar la cena a un restaurante chino, cerca de la avenida Barbosa, me recordó un poema mío.
La sordidez del bar
Era un galpón y en él, un bar.
Todo lleno de una ralea barbuda,
mostraban tatuajes en brazos y piernas.
alguna que otra mujerzuela
tambaleante, bebía con ellos.
El antro bar quedaba en el pueblo.
La gente pasaba ignorando
la sórdida presencia.
Una canción se oía
atrapando la tristeza
y el bodrio ambiental.
Lalo nos da una escena que proyecta un gesto característico del inframundo que invade los lugares que frecuentan personas lavaditas que exhiben hábitos diferentes. en ese ambiente se suscitan frivolidades, desempeños insustanciales que valen lo que es botar una colilla de cigarrillo, pero que son signos que integran la vida del país.
Refiriéndose a la terraza de Plaza de las Américas, repleta de restaurantes de comida basura, mientras observa la multitud dice: " Para mi no existe en el mundo una imagen más hechizante y perturbadora ".
Decir que los asiduos visitantes de Plaza de las Américas tienen derecho a divertirse es una perogrullada. Tienen derecho a todo lo que le garantiza un gobierno democrático y todas las leyes establecidas. Pero no se trata de derechos sino de diversiones. Hay que ver los gestos de satisfacción que muestra esa multitud, de estar con la bandeja haciendo equilibrio en sus manos, mientras esperan que se desocupen las mesas. Olas de comensales dando vueltas y vueltas escudriñando un comercio de comida que puedan elegir. Se da el caso de alguien que porque lo tiene chiquito, no se atreve sacárselo para orinar delante de los hombres y prefiere esperar por inodoros repletos por consecuencia de alguna avería. Ellos gozan contemplando la muchedumbre y son un árbol frente aquel bosque de gente. Se divierten escuchando aquel mar de voces ininteligibles. No se puede identificar olores, los olores son eclécticos y parecen que trabados en el aire se convierten en un solo olor genérico característico. La verdad que es hechizante y perturbadora esa imagen, este gesto colectivo de nuestra realidad presente.
Eduardo Lalo toca levemente el tema del analfabeta cultural. Hasta qué punto este individuo colectivizado ayuda a mantener el limbo de las definiciones puertorriqueñas. Hasta qué instancia ayuda a que nuestra nación se pierda como el agua por la alcantarilla. Estas personas entran al sistema educativo, salen graduados de Escuela Superior, sin haber aprendido nada. En los doce años de escolaridad nunca leyeron un libro. A ellos se le suman los desertores escolares. Al final es una masa de ciudadanos impresionante. A todos ellos los conducen unos núcleos de ciudadanos pensantes y los convierten en víctimas de sus designios políticos. Esta masa es capaz de oponerse a cualquier tema de importancia social, frente por ejemplo, a áreas estudiadas por eruditos e intelectuales que hayan investigado la materia. Sus decisiones por mayoría de votos, es el derrotero que sigue el pueblo, destino que traza la masa de analfabetas culturales abocado a la ignorancia y al limbo.
El analfabeta literal, el que no sabe leer ni escribir, aunque no debieran existir, no constituyen peligro alguno para la sociedad. Ellos guardan o esconden un bochorno como un secreto. Por tales razones siempre tienden a superarse, aprenden oficios, se destacan como buenos y capacitados en sus trabajos. Prestan un servicio de calidad a la comunidad. Se casan y son buenos proveedores y excelentes padres, procurando para sus hijos las oportunidades que le fueron vedadas a ellos. Siempre cumplen con sus deberes y crece en ellos, un gran respeto para el orden y la ley.
No pasa nada, pero pasa.
En el tópico comentado por Eduardo Lalo, que expone la ponderación de la vida estéril y rasa, sin que surjan hechos de envergadura. Donde no aparecen acontecimientos de impacto, que muevan a una nación a sacudirse la modorra inveterada y movilicen a sus generaciones en un despertar social. Pero parece que por intersticios, alcanza Lalo, a divisar un quehacer, podríamos decir, furtivo emergiendo de la inercia social.
Allí dice Eduardo : "... en la ciudad había pasado algo porque alguien había sido capaz de escribir ese párrafo".
También revela Eduardo Lalo un desempeño de la ciudad de San Juan, algo que estaba pasando sigilosamente, pero que dejaría huellas. Apuntaba el autor : " recuerdo el comienzo de los años ochenta, cuando vivía en el viejo San Juan. en las noches veía cómo entraban los barcos al bahía ( cruceros, grandes cargueros, yates ) rodeados por un silencio irreal. Era nuevo para mi y resultaba maravilloso. Nunca ni aquí ni en el extranjero, había vivido cerca de un puerto. La legadas de las naves intensificaba el sabor de la ciudad y comprobaba algo que era obvio, pero a la vez extrañamente increíble : San Juan existía como destino, como punto de llegada para otros, para marinos y buques que imaginaba de todas la naciones. Las sirenas aullando en la boca de la bahía fueron el sonido más consolador, que hasta entonces, había escuchado ".
Es decir la ciudad tenía su propio movimiento, su discurrir casi inadvertido, su rumbo dormido hacia alguna parte. Algo allí donde nada pasaba, sí pasaba algo.
Ocultando lo vivido en la abstracción.
La pintura abstracta es el gesto de lo que no se entiende de buenas a primera. Hay que ensayar la faena de la arqueología para ir descubriendo detalles que esclarezcan la obra de arte.
Ya en las postrimerías de la novela, Eduardo Lalo buscando a Li que se ha marchado, se topa en Isla Grande, con el tío-abuelo de su novia china. Allí descubre un conjunto de trabajos pictóricos realizado por ella. Le impresiona un cuadro realizado en buen papel, en el cual utiliza el raro estilo de escribir un texto varias veces sobre el mismo. O sea, escribir para oscurecer lo ya expresado. Lo que allí se imprimía era el nombre de su primo Bai quien fuera su violador cuando era una niña. Oscurece con fuerza y odio este nombre borrando con intención de conducirlo a las tinieblas, pero siempre ha quedado poco legible la letra B y la vocal i . La pintura resulta un arte abstracto. Se dice que representa una tapia rectangular con la cual pretendía enterrar su angustiosa experiencia.
En Estudios sobre el amor, Ortega señala, " Que vivimos de dentro a fuera. Antes de que sobrevengan las contingencias externas, nuestro personaje interior está ya en lo esencial formado". Li ya estaba formada cuando enfrentó a su primo en la China. Ese trauma pugnaba con el ambiente amoroso que estaba experimentando.
En el mismo texto, Estudios sobre el amor, José Ortega y Gasset dice : " El deseo muere automáticamente cuando se logra; fenece al satisfacerse. el amor en cambio, es un eterno insatisfecho".
Li estaba en la búsqueda de que el amor pudiera emerger y construir la verdadera vida.
Hay un signo poético representado en el guaraguao que vuela sobre el estruendo de la ciudad metropolitana. Es símbolo de poesía sencilla que se disemina a través de la obra como una esencia puertorriqueña. Esa lírica atmósfera que se asoma entre el pensamiento, las ideas, reflexiones y romance como un perfume evocador. Allá en el aire sobre los estallidos de la ciudad, se desplaza y se desliza bajo las vaporosas nubes aquella ave oscura, buscando una amenazada montaña donde echar una siesta y encubar sueños volátiles.
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