Poema
Cuando veo los árboles envueltos en fuego,
entre los bosques en llamas,
a través de los campos calcinados del orbe,
siento una brumosa pena en mi conciencia.
Estos estáticos seres, resisten la incandescencia,
que devoran tallos estremecidos,
por la rabia de las flamas
y la fusta del viento.
¿Habrá una resignación ante la vorágine
abrasadora de un infierno desatado?
¿Será sereno, silente, pero impactante,
arrebatador su dolor maderero?
O¿será simplemente, una acción y reacción
natural, científica de la combustión orgánica?
De todos modo, hay en mí, un horripilante
dolor que sacude mi humanidad.
Cuando el avión penetra la ingente bocanada
pírica, lleva pendiente el cántaro metálico,
que suelta el agua refrescante
en lluvia diseminada,
que ahoga el oxígeno.
Pienso un instante, que el chapuzón
consuela su infernal angustia.
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