Como espectador, aún desde mi hogar, escuchaba el atronar ensordecedor de agudas sirenas, de rugientes motores, de bocinas destempladas, de lantas girando furiosamente como un tornado callejero de oscuro humo oliente a lumbre del infierno.
Era el advenimiento de navidad y el comienzo de exiguas fiestas populares. Mi primera reacción fue una abrupta indigestión ruidos. Después, más reflexivo me di cuenta de la total ausencia de canciones navideñas, villancicos y aguinaldos. Entonces caí en la evocación de tiempos más respetuosos y de sentimientos elevados, que representaban una cultura de orgullo tradicional.
Cuando para la misma época, percibíamos en el ambiente los efluvios navideños y pasaban vehículos diversos con altavoces que lanzaban a los aires las voces de aquellos intérpretes como Los Vegabajeños "Traigo un ramillete, de un lindo rosal, un año que viene y otro que se va..." y comenzaba la ejecución del requinto desgranando una catarata de notas armónicas, rítmicas en un solo impresionante. Oíamos en el espacio lareño los inolvidables cantares que vocalizaban Ramito, Chuito, la Calandria y otros geniales trovadores. Los cantares hacían referencia al nacimiento de Jesús: a los reyes, a los pastores y los dóciles animales. Aludían en sus décimas a la Madre Santa, la virgen María.
" El niño lloraba
José lo mecía..."
Pero ¿ qué nos ofrecen hoy día? Por los medios electrónicos explotan el ambiente con una tromba de sirenazos, camiones de acarríar basura con sus bocinas desgalilladas, los soplidos de autos locamente acelerados y una escueta frase que expresa un celaje de saludo-- Aquí le saluda el alcalde de Lares.
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