A don Arnaldo le indujo a rasgar el sobre y extraer la carta de su interior, aquel boceto de un helecho tropical. Dibujo a bolígrafo con trazos ligeros y sin pretensión artística. Era un signo. No un dibujo, bien trabajado, estampado allí. Don Carlos lo garabateó en el ángulo inferior derecho del sobre blanco. Don Carlos acompañaba todo documento, carta o comentario de entrega, con el esbozo de un helecho. Pero don Arnaldo desconocía esa espontaneidad por ser de un país distinto. Cuando el sobre cae en manos de don Arnaldo, le impresiona el dibujo del helecho. Ya hacía largos años, que en su trabajo de clasificar las cartas, día a día, husmeaba en las pilas de misivas. Siempre con afán de algún rastro o impronta, que lo llevara a descubrir, a revelar o resolver una gestión detectivesca.
En su juventud se desempeñaba como detective privado. En esa profesión resolvió muchos casos y otros los dejó encaminados. De un tirón abrió el sobre. Percibió, del interior, un olor intenso a alguna esencia desconocida. Aquella mañana aspiraba un fuerte tufo a papeles y cartones que se difundía en un aire enrarecido, dentro de un recinto cerrado, donde sólo se agitaba un cansado abanico. Ciertamente, la fragancia que el interior del sobre exhalaba dejaba una sensación extraña al olfato de don Arnaldo. Sin todavía sacar la carta de la cubierta, se alejó del depósito de la correspondencia y fue hasta su escritorio. Se preguntó por qué habría de expeler aquella carta, olor a té. Se aprestó a extraer el texto, pensando en el posible vínculo del dibujo de la cubierta,que a el se le figuraba un arbusto, pero no atinaba a decifrarlo con exactitud. Tampoco era muy definido el perfume a té oriental. Sacó la carta y acudió el sobre contra el tope del escritorio. Miró el sobre en el interior. Desplegó la hoja escrita y no encontró ningún rastro vegetal. La fragancia, ahora se percibía con mayor intensidad. Muy por lo bajo profirió un comentario, cuyas palabras comprimidas revelaban una actitud determinada: carajo aquí se guarda un mensaje esotérico. Entonces, don Arnaldo comenzó a leer la carta. A veces a la mirada más alerta y escéptica se le escapan objetivos, se les escurren elementos de valor. Cuando nuestro experimentado espía desdoblaba la carta, indagando por alguna brizna, se había deslizado un diminuto recuadro de periódico. Se ocultaba bajo el papel del texto que mantenía con ambas manos trémulas.Su empeño ilícito le excitaba. La nota remitente decía.
Admirada Sonia:
Siento como si hojas y pétalos de rosas del Generalife, crearan una diminuta trepadora alrededor del bolígrafo, que pergeña estas palabras. Percibo un delicado perfume que asperjara tus ojos al saludarme. Por esta isla en que transito, el mar se asoma en cada abra. Tu imagen penetra en mi conciencia y se asoma como un mar sobre mi espíritu. Ahora tus ojos verán los olivos. Mi alma pensará tu imagen.
Al llegar en su lectura de esta primera parte de la carta, don Arnaldo sentía un prurito insostenible de analizarla.Buscó en su portafolio un pequeño cuaderno que estaba saturado de apuntes, escolios, glosas, acotaciones y fragmentos de análisis de vieja correspondencia que nunca llegaron a sus destinos. De regreso a su escritorio, descubrió el pequeño recorte de periódico. Hubo un salto en su corazón y su mirada tornóse más inquisitiva. Comprendió que el recuadro se deslizó furtivamente y esto no le hizo bien en la gran fe en su esmero. Se sobresaltó aún más, al rescatar la comunicación escrita en la octavilla fotografiada. Allí un mensaje manuscrito expresaba: " Estaremos abierto para la mercancía mañana 17 de octubre a las 9 a. m. Gracias BVE "
El aviso se escribió en letra de molde, utilizando la oración vertical, con un conjunto de trece palabras en columna incluyendo números de fechas y hora y la firma con iniciales.
Toda una serie de significados se agolparon en su reflexión. En primera instancia se percató que el texto adolecía de dos faltas de puntuación. después la palabra < abierto> comienza una oración subordinada. Debe separarse mediante comas. El vocablo mercancía lleva acento sobre la vocal débil, ( í ). Pero estos hallazgos no revestían importancia-- pensó -- por la distancia y porque no se le puede pedir peras al olmo. También pensó que en ciertos casos, estas son evidencias para llevarnos al infractor. La octavilla apareció retratada en el periódico puertorriqueño, "El Nuevo Día ", sábado, 18 de octubre, de 2003, sección de Deporte, Pág. 143. Empezó a colegir la existencia de vínculo entre la plantita dibujada en el sobre, y la palabra mercancía escrita en el aviso. Don Arnaldo, en su cuaderno, imprimió apuntes bajo el epígrafe: Trasiego Interestatal de Estupefacientes.
Después escribió, Carta de ultramar. Allí redactó esta pequeña nota. " En América, la voz mercancía significa en el estraperlo, sustancia alucinógena. En esta pieza que analizamos hay intención complementaria entre la planta estigma, aparecida en la cubierta de la carta, y el recuadro periodístico que anuncia una faena de lo que en América se conoce como
( punto de droga )." Después de este exordio, comenzó el análisis investigativo de la primera parte de la carta.
Los nominales: hojas, pétalos, rosas y trepadora, aluden, todos ellos, a los distintos estimulantes.
Los vocablos : perfume, abra, imagen, conciencia, espíritu, alma y pensamiento. Se refieren a los efectos que trasladan a un estado evanescente. El neologismo bolígrafo, sugiere dos claves semánticas: es el tallo, o sea el hombre. El mar, es el destino siempre bamboleándose en el sublime viaje ". Luego de esta nota, continuó la segunda parte del texto.
A veces, pienso en el laboratorio linguístico y creo escuchar, "La vie en rose ", cantada por Edith Piaff. También rememoro cuando gustabas melocotones y el suave manchego.
pudimos haber desarrollado una bonita amistad, en que apoyáramos nuestras vidas. Sin embargo, hoy existo dentro de un mundo oscuro e irreal. Sin base de sustento, circundado de una frágil atmósfera que no alcanza a proporcionar oxígeno para mi vida. Pero intuyo que las penumbras evanescerse con la cálida luz de tu recuerdo, desde Granada. Espero una breve nota tuya que me traiga alegría. No te olvida, Carlos M. Mercado Galartza.
Aquí seguía escribiendo don Arnaldo.
Hay varias frases que demandan estilete.
1 Laboratorio linguístico
2La vie en rose
3Melocotones y el suave manchego
4Mundo oscuro e irreal
5Oxígeno para mi vida
6 Penumbras pueden evanescerse
7 La cálida luz
8 Breve nota
9 Que me traiga alegría
10 Mercado Galartza
En esta segunda parte --seguía relatando don Arnaldo-- sobresalen dos circunstancias: la evocación de un encuentro, de una amistad, un vínculo en donde se sustenta el tráfico de los alijos de estupefacientes. Además un pedido explícito de los alucinógenos que le urgen para su persona. La frase melocotones y el suave manchego se refieren a lo que en francés se conoce como " mamelle". En español, senos. Manchego significa, la pubis. Es una sutil alusión a la intimación que ambos disfrutaron. El laboratorio linguístico es una metonimia, que alude a la parafernalia para elaborar y poner en condición del mercado la materia prima. Todas las restantes frases describen con claridad, los tormentos de un mundo de zozobra, de angustia, de morbo y un reclamo de asistencia narcómana para mitigar los estragos. Al final, tampoco nos toma el pelo, pues no hay tal Mercado Galartza de otro modo, no existe ninguna firma, sino una exhortación a que se incremente el mercado del opio que es la mercancía que escasea, según muestra el recorte del periódico que se envía.
Galartza, indica como sabemos, una etimología que se decifra, espiga sobre la misma, especie de injerto, remembranza de opio.
Don Arnaldo se sintió satisfecho con el importante descubrimiento. Destapó el termo, sorbió café y luego encendía la pipa que olía a extrañas hierbas.
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