" Toda la lluvia un junco parece " ( Vicente Aleixandre, La lluvia ).
Por noviembre comienzan los aires helados. Junto con una aurora gris aparece la lluvia fina y menuda. La mañana emerge lenta y fría, la luz es oscura y no logra filtrar sus claridades entre los estratos de nubes. Lares se moja con las aguas tenues y suaves, que en forma sesgada envuelve el antiguo templo, las montañas, alcores y altozanos. Va cayendo intermitentemente sobre el poblado y más allá, se ven los cercanos campos que la reciben de vez en vez, envueltos en plomizo calígine. Estas lloviznas esporádicas, de presencia huidiza confirman un día de humedad donde el sol no ha de pacer. Se puede mirar el pueblo abrumado por las finas cañas de lluvias y evocar un lejano Día de Reyes, aquella ansiedad por estrenar el juguete en la calle y el mal tiempo lo impedía. Al otro día la escuela arruinaba nuestros impulsos lúdicos. Alguien se asoma a los cristales de un ventanal y dice a su mujer mirando la nubosidad y las frías ráfagas y pensando que no tiene auto, " Hoy se nos moja el pan".
Bajo esta ventisca tropical los ruiseñores cantan en un tono menor y sus gorjeos son tristes y apagados.
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