" Es algo asombroso. es divertido estar
aún en cancha. Es algo que amo ".
" Estoy muy triste. Hubiera estado triste
aunque hubiese ganado. Esta fue la última vez ".
( Navratilova ).
Ella anduvo cerca
del área de servicio,
allí donde la tierra
se muestra un tanto desnuda.
Enfocó su mirada
al lomo de la cancha
y atesoró entre sus dedos
la gleba de la fama.
Esta vez, el plato
de bajorrelieve dorado,
era presea de Conchita Martínez.
España arrebataba
el Wimbledon.
Los ojos humedecidos
de Martina, apresaban
en sus pupilas la multitud
enardecida.
Una flor de voces la despedía.
Navratilova visitaba Wimbledon,
en la soledad verdegueante.
Para apresar en su alma
el espíritu de la cancha.
Allí entre las briznas encendidas,
dejó el celaje de su silueta.
En el corazón de la muchedumbre,
la imagen de la tenista.
Sus finos cabellos de oro,
sus redondos cristales
y su tierna voz,
matizan su humanidad.
Subcampeona de Wimbledon
94, Martina,
aunque te vayas
siempre se moverá
tu presencia
por las canchas del mundo.
Adiós, Martina,
te llevas la tierra de Bretaña
y el amor del universo.
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