Cancha Central de Wimbledon.
Verde y fresca su pradera.
En los puntos de servicio,
asoma pálida, la gleba sin césped.
Trillo hecho con la fuerza
de las pisadas.
" No me ganas aquí,
en mi casa,
en la Cancha Central".
Al final tendría un palmarés
de cuatro Wimbledon
y octavo Grand Slam,
de su prestigiosa carrera.
Miró a la multitud que lo aclamaba.
Los vítores, los sonados aplausos,
los gritos de exaltación y alegría.
Una paloma clara, prendida en luz,
cruzaba en vuelo
el prado de juego.
Federer, con prestancia,
vestía su blazer crema
al aparecer sobre la hierba.
Cuando todo concluyó,
con el estoque del match,
alzó los brazos,
echó atrás la cabeza
y, cerró los ojos.
Sus oídos percibían
la estruendosa percusión.
En su conciencia tañían
las campanas de la catedral de Suiza.
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