Las bolas de tenis nuevas
huelen a zapatos nuevos.
Florecen la cancha
con destellos verdosos
y su ternura recuerdan
las peras maduras.
son suaves y firmes
como los senos juveniles,
estimulante y motivadoras
como un juguete nuevo.
Salen de la raqueta
como tiros de cerbatanas,
hieren en el ánimo
y, dejan siempre
un caído en el fragor.
Las bolas de tenis
tamborilean sus sonidos
y si de lejos dudamos
si hay gente jugando,
sus toques o trazos,
nos revelan presencia
de juegos anhelados.
Allá en el Centro Comercial
son nuestros señuelos.
La esposa nos descubre
como un niño entre las golosinas.
Cuando llegan los aprendices,
un aluvión de bolas
saltarinas y fugitivas
tupen la cancha
como tapiz de borlas
de graduandos
o destellos de luciérnagas.
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