Fernando y Federer
en el Abierto australiano.
Sobre cálida y verde cancha de asfalto,
bajo cielo continental,
con brincos y saltos legendarios
proyectándose canguros
en la estepa.
Se juegan el título de Australia.
Fernando, ansioso y trémulo.
Federer, aplomado y circunspecto.
Ambos atizan la bola con tesón.
La figura del suizo se agiganta.
El chileno piensa en la tierra
de Valdivia y Neruda :
" Aquí terminan estos viajes.
Yo he tomado parte en esta lucha,
en ésta tú victoria ".
( El fin del viaje, Neruda ).
Tal como la sombra del ombú,
con la caída de invierno,
se desvaneció el primer Grand Slam
del Bombardero de la reina.
Plena de alborozo la fanaticada
lanza a la cancha,
aplausos como flores.
Ya lucen sus preseas
y sueñan con la parda arcilla,
en los aires del Sena.
Para Federer, se dora su palmarés.
Para Fernando, el subcampeonato.
Atrás quedan el celaje
de los niños corre bolas
y los escarabajos dorados,
empeñados también,
en ver la lucha
de titanes del tenis.
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