lunes, 9 de abril de 2012

Nuestra primera cancha de tenis

Las piedras,
las arenas y el cemento.
Un cúmulo de muchachos
solícitos.
Cada día, con el sol
y la noche :
las manos ávidas
volcaban el material.
Los minerales se aliaban
con la voluntad
de un estudiante
de la Santa Oblea.

Un profesor de aspecto germánico,
de estricto carácter,
como un águila oteaba
los movimientos.
Como un Hítler, ordenaba.
El profesor espartano,
con el seminarista
entusiasta del tenis,
y el séquito de alumnos
vertían la cancha
dentro del molde rectangular.

Sólo un obrero especializado,
un albañir del campo
daba el toque justo
con palustre y frota.
El cuerpo de la cancha
parecía flotar en la superficie
y bendecir nuestras ansias.
Con cada pala,
una idea.
con cada idea, un sueño :
-- organizaremos torneos.
-- enseñaremos el tenis
a los párvulos.
( Fulano no tendrá
que ir tan lejos a coger las pelas ).

Cierta tarde la vistieron
de esmeralda.
Y aún no nacía la cancha.


cuando se trazó el encintado
blanco, apareció bella
como una novia.

Allí está el césped de mampostería,
ofreciéndose al disfrute.
Quiera Dios que un día,
algún peregrino transeúnte
con raqueta y bolas
se tope con nuestra
cancha pueblerina
para su alegre deleite.

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