Sobre la flor del mar
no se descubre el abyecto
secreto.
Ni en los olores marinos
se volatilizan rastros
que expliquen el horror.
El ambiente huele a puertorriqueñidad.
El gran silencio de la arena dorada,
extiende los brazos
para la pugna de aguas,
pero en el abismo
la espoleta duerme.
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