La noche
recorre su ronda.
Las sombras adormecen estrellas.
El viento mueve
los aires del silencio.
Un gallo estalla
un bendito de cántico triste.
Lo oscuro de la tela celeste,
sobre las frondas negras
del contorno,
púan con lumbres lejanas
de verdes espadas
a la durmiente naturaleza.
Desde aquí se escuchan
los ímpetus del oleaje
y los chasquidos
de las aguas
con los rumores de su viaje.
La noche del mar,
la noche de los montes,
ambas ondean
las imágenes de mis sueños.
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