Temblorosa en las móviles olas,
una garza como una azucena
de blanca aurora,
hunde sus espigas refractadas
en las verdes y blancas aguas.
Repecha las suaves ondas,
tirando el bastón de su cuello,
buscando un pez de plata
para su temprana mesa.
Ven sus ojos, alcores de aguas,
que viajan volcando
en las frágiles cumbres,
las blancas rosas rumorosas.
despega en vuelo,
cegada por esplendor
de destellos,
azotada de ráfagas oceánicas,
elevada hasta los cristales
de cielos y mares.
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