No era bueno el sol
de las once de la mañana.
A esa hora amarilla
me tocó jugar.
A mi edad el sol
traspasa y desvanece.
La cancha estaba
verde y bronce.
El oro de la bola
trazaba arco iris
con sus destellos
de velocidad.
El encintado de la raqueta
comenzaba a abrir su grifo
y, la mano palpaba el surtidero.
Los puntos escapaban,
la tenacidad los rescataba,
pero nunca alcanzaba ventaja.
¿ Será la equidad una ventaja ?
El combate entraña
una lucha voraz y feroz;
nos hace sentir la vida.
Pensé subir a la malla.
Cambié una bola número uno,
por otra número tres.
El albur trajo mi suerte.
Golpes de frente,
golpes de revés.
Entonces caminé en llamas
y sobre la red, estreché una mano
exánime con una espada de sol
en el corazón.
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