No sé de dónde puedan llegar, pero se desparrama y se cierne sobre la periferia marina.Oscurece las aguas azules encendidas de sol. Su olor y aceite ahogan y ciegan los alcatraces e impregnan de grasa a las blancas gaviotas.
No puedo entender por qué se escapan esos torrentes ominosos, ungidos siempre de luto para obrar en la malignidad de los daños. Van de periplo sobre los mansos cristales de estas bellas dársenas. Apelmazan las tersas y cálidas aguas de nuestras playas.
¿ Quiénes vierten el gas viscoso que pliega las alas de nuestras aves marinas ? Gelatinan sus lenguillas y traban sus picos de fétida gomina. Hace poco tiempo que zambullirse en las playas puertorriqueñas era delicias de dioses. La fama recorrió a Europa. Los poetas entregaron versos a sus libros sensibilizándose por estos mares :
" ¿ Dónde podría ir a pensar despacio ? \ En sus tibias arenas, \ no de escombros \ sino de argentería ". ( Pedro Salinas ) Quien también escribió : " Y ese verdor que el agua transparenta \ es de Arcadia que abajo se eterniza; \ almas verdes, las almas de las islas".
Pero hoy, los cuervos de Poe andan sueltos sobre nuestros mares. Clavan sus picos de petróleo y melanina sobre la piel de los bañistas y le deparan el escozor del hade.
A menudo llegan unos barcos inmensos, desprovistos de lujos. Les llaman barcos cisternas, fondean nuestras bahías -- no puedo discernir las razones -- pero vierten al mar de Guánica toneladas de una laxitud, que como gigantesca sombra negra oscurece el fulgor verde de las aguas. Es un intento de teñirnos el Atlántico y el Caribe de negro, para que en las noches boricuas, las luces del cielo no se reflejen. Para que el luto de estos mares ostente su vestuario en semejanza al maremoto de la criminalidad.
A veces, no dan tregua y cuando la gente de corazón noble, los ambientalistas, exhuman, con grande esfuerzo, la sustancia orgánica, nos informan en los periódicos de otro accidente en que los carburos de hidrógenos echan sus correntías, llevando al abismo de la muerte a las especies marinas y maleando nuestra aguas periféricas.
Para disfrutar de nuestro mar habría que intentarlo a través de la narrativa, la imaginación, la historia y radio-bemba como dice Ana Lydia Vega. Por cierto que estas dos sobresalientes damas de nuestra literatura, la ya citada y la fenecida Olga Nolla han mirado el mar con nostalgia : " Desde Pitahaya y Yaurel, las mujeres bajaban por las tardes hasta la orilla del mar". ( A. L. V. ). " Caminando por la playa observé que el agua parecía brotar debajo de las arenas y como estábamos a cierta distancia de donde las olas mojaban la costa, quise por curiosidad y hábito hacer un cuenco con las manos y llevarme a los labios aquella agua que brotaba ". ( O. N. ).
Nuestros mares costeros están vedados porque los microorganismos amenazan la salud.
Cuando menos, se avista una redecilla de manchas fosforescentes, puntos tornasoles que destellan su imprudencia en el temblor náutico. Si pudiéramos acuñar una imagen diríamos que las aguas de nuestros mares han perdido la salobridad, el hálito de los países del mundo, el color de su " corpus ", el olor a rosas de la época, en cambio ofrece un tufo a herraje, a maquinaria, a motores flotantes, turbinas y diferenciales destrozados que destilan las grasa y chapapote. " Margarita, ¿ está linda la mar? "
Mientras tanto pensaremos que nuestra isla no ha de quedar sin mares.
Ese mar isleño que vive en azul, la fantasía del matiz. En las palmas acocadas de mis manos recojo tus aguas cristalinas. Nada de azul, nada de verde. Luz y cielo te croman de azul verdoso en aleación mágica. Tus aguas mar isleño, son claras, cristalinas, espectrales. Te das al cielo para domeñar su infinidad y, en celeste trasparencia; el aire ardiente y lúcido deslumbra tus ondas cerúleas. Queremos que sigas convidando a tus radas y arenas, que atraque el turismo en las bahías y aúpe en los penachos la fama de tus aguas atlánticas y caribeñas.
miércoles, 1 de octubre de 2014
sábado, 20 de septiembre de 2014
Los cuerpos esfumados
En Plaza de las Américas se efectuaba una actividad pictórica. Un pintor ensayaba ciertos trazos en la blanca tela, todavía sin figura definida, cuando frente al público, en su mayor proporción compuesto por niños y padres, se sorprendieron al ver que el artista desaparecía como por un acto de magia. El pincel y la paleta de los colores, que hacía un instante estaban bajo el dominio de sus manos, caían al piso tiñendo las lustradas losetas.
Estábamos frente a los últimos signos de la evolución de la humanidad, que pretendían enmendar para perfeccionar la integridad existencial del hombre, pero en el estricto aspecto del fallecimiento.
Después de los orígenes evolutivos de los individuos humanos, como lo son el perder la cola y al final de la columna vertebral, ya sin rabo, sólo se asoma el coxis. Se modificó, en su momento, el caminar encorvado utilizando brazos y piernas para luego desplazarse erguido. Así también el hombre perdió, eliminado por la naturaleza, el sexto dedo de sus manos. En todo ese camino hacia la perfección corporal hubo pérdida y ganancia con el designio de armonizar y adecuar al individuo con la naturaleza y la vida. Recordemos, también, que en un principio el hombre para comunicarse utilizaba los sonidos guturales, gestos y ademanes. Luego adquirió la articulación vocálica para hablar.
Después la metamorfosis de la psiquis nos hizo cambiar costumbres rudimentarias y adquirir comportamientos civilizados en un proceso de siglos. Pero ahora se comenzaba a transformar el sistema del óbito. Esto venía sucediendo en casos esporádicos a través del mundo. El avión de Malasia que al contactar con un fuerte rayo, todos los pasajeros mueren, pero sus cuerpos escatologan, se espiritualizan sin dejar rastro alguno. Los turistas que en el río Ganges de la India, bajan emocionados las vetustas escalerillas para sumergirse hasta la cintura y así participar de las sagradas ceremonias del acto de la ablución. Allí un pariente de estos turistas les tomaba una foto. al centralizarlos en la cámera nota que la mujer se esfuma. Inmediatamente ve que el joven marido la busca desesperado y estupefacto.
En Francia, el periódico Le Monde, da cuenta del raro suceso ocurrido en un circo de París. Dice que mientras un acróbata ejecutaba un difícil salto mortal, el otro volantinero que lo esperaba con las manos extendidas se esvanesce, ha desaparecido, el trapecio se bambolea solo en lo alto del espacio. El acróbata que se había lanzado, ha caído sobre la red protectora y se ha salvado. El público se escandalizó en asombroso grito, pero nunca supieron el destino del acróbata esfumado.
En Puerto Rico ocurrió también, un extraño caso, en en el cual un juez de cierta instancia, condenó a un ex agente policiaco a cumplir cadena perpetua por el asesinato de una bailarina. Lo exótico es que el cuerpo de la occisa nunca apareció a pesar de grandes esfuerzos en búsqueda tenaz. Dicen que el acusado declaraba que ella había desaparecido frente a sus ojos.
Detengámonos por un momento, en la oficina del cardiólogo Dr. Diaz Bolego.
En la sala de espera se sentía un ambiente álgido. En las paredes algunos cuadros aludían a ciertas costumbres de sana convivencia : desempeño de ejercicios, otros mostraban comidas frugales en las que se destacaban la presencia de vegetales vaiados, entre ellos zanahorias. La mayoría de los pacientes veían la televisión. El aparato estaba bastante elevado en la pared. El volumen del sonido no alcanzaba los decibeles deseados. Algunos no lo oían bien, pero se eximían de iniciar gestión alguna para aumentarlo.
La pantalla transmitía el parte de una huelga enardecida. Todos vieron la intervención de un policía con un ciudadano que excesivamente alterado discutía en forma acalorada con el agente. Los pacientes sorprendidos vieron como ese huelguista se esfumaba ante la mirada del guardia. El oficial exhibió una cara de resignación. Los pacientes comprendieron la evanescencia del hombre. Alguien arguyó que el don se había agitado demasiado.
En la sala de espera, la segretaria del doctor Diaz Bolego se comunicaba por teléfono. Alguien gestionaba una cita con premura. Después de anotar su nombre, le habló nuevamente para informarle al interlocutor la fecha y hora de la intervención médica. Nadie respondía al otro lado del teléfono a su insistencia. Se oía, al fondo, una música sutil, pero nadie respondía. Al cabo, otra persona de distinto sexo, atendió la llamada.
-- Mire señora, -- dijo la secretaria -- es para darle la fecha de la cita al señor que acaba de llamar.
Un tanto afligida, la señora que atiende la llamada de la secretaria le informa :
-- Ay, perdone, el pobrecito estaba muy malito. Acaba de morir. Le pasó tal como está ocurriendo últimamente, que la persona que muere se esfuma como cuando se apaga una luz. Al llegar aquí encontré el celular, la ropa y sus prendas en el piso, pero ya mi padre no estaba. Perdone y gracias.
Ahora la secretaria entra al consultorio del cardiólogo y, en ese instante ve al médico auscultando con su estetoscopio, el aire, el espacio vacío. A la secretaria le pareció gracioso, pero la actitud del galeno era la de un rostro contrariado y ella se dio pronta cuenta de lo acontecido. El médico le instó a que llamara a la casa del fenecido, para notificación de lo acaecido y que vinieran a buscar el auto al estacionamiento.
Mientras tanto los pacientes en la sala de espera, se entretenían observando unas bodas de octogenarios. La iglesia ardía de entusiasmo y candidez. Era abundante la presencia de familiares e invitados. Concurrían jóvenes como muestra de solidaridad con los recién casados. El alba era el color que destacaba en las rosas y lirios. Entre cintas y lazos. Sólo la alfombra en su longitud proyectaba el púrpura encendido sobre el pasillo central del templo. Los camarógrafos de televisión ejecutaban su oficio con destrezas y en silencio.
En el momento en que los desposados abandonaban el altar en medio de campanas de arrebatos y se escuchaban los tañidos, se echaban al aire una bandada de palomas.
Don francisco y doña Petra eran graduados del programa de alfabetización. La secretaria del cardiólogo, allá en su escritorio, presenciaba la boda por televisión junto a los pacientes en la sala. Cuando el matrimonio, cogidos de brazos comenzaba a franquear el umbral de la puerta principal del templo, en retirada hacia la calle, doña Petra escatologó.
Se esfumó su cuerpo, pero por breves segundos don Francisco no se percató porque aún continuó con su brazo izquierdo encorvado como si el brazo de ella siguiera atado al de él. La rosa roja que portara ella en sus manos, caía al piso. También la indumentaria blanca y los zapatos. el juego de matrimonio rodaba su esplendor de oro por la calle. La secretaria y los pacientes suspiraron y algunos asomaban lágrimas a los ojos.
Estábamos frente a los últimos signos de la evolución de la humanidad, que pretendían enmendar para perfeccionar la integridad existencial del hombre, pero en el estricto aspecto del fallecimiento.
Después de los orígenes evolutivos de los individuos humanos, como lo son el perder la cola y al final de la columna vertebral, ya sin rabo, sólo se asoma el coxis. Se modificó, en su momento, el caminar encorvado utilizando brazos y piernas para luego desplazarse erguido. Así también el hombre perdió, eliminado por la naturaleza, el sexto dedo de sus manos. En todo ese camino hacia la perfección corporal hubo pérdida y ganancia con el designio de armonizar y adecuar al individuo con la naturaleza y la vida. Recordemos, también, que en un principio el hombre para comunicarse utilizaba los sonidos guturales, gestos y ademanes. Luego adquirió la articulación vocálica para hablar.
Después la metamorfosis de la psiquis nos hizo cambiar costumbres rudimentarias y adquirir comportamientos civilizados en un proceso de siglos. Pero ahora se comenzaba a transformar el sistema del óbito. Esto venía sucediendo en casos esporádicos a través del mundo. El avión de Malasia que al contactar con un fuerte rayo, todos los pasajeros mueren, pero sus cuerpos escatologan, se espiritualizan sin dejar rastro alguno. Los turistas que en el río Ganges de la India, bajan emocionados las vetustas escalerillas para sumergirse hasta la cintura y así participar de las sagradas ceremonias del acto de la ablución. Allí un pariente de estos turistas les tomaba una foto. al centralizarlos en la cámera nota que la mujer se esfuma. Inmediatamente ve que el joven marido la busca desesperado y estupefacto.
En Francia, el periódico Le Monde, da cuenta del raro suceso ocurrido en un circo de París. Dice que mientras un acróbata ejecutaba un difícil salto mortal, el otro volantinero que lo esperaba con las manos extendidas se esvanesce, ha desaparecido, el trapecio se bambolea solo en lo alto del espacio. El acróbata que se había lanzado, ha caído sobre la red protectora y se ha salvado. El público se escandalizó en asombroso grito, pero nunca supieron el destino del acróbata esfumado.
En Puerto Rico ocurrió también, un extraño caso, en en el cual un juez de cierta instancia, condenó a un ex agente policiaco a cumplir cadena perpetua por el asesinato de una bailarina. Lo exótico es que el cuerpo de la occisa nunca apareció a pesar de grandes esfuerzos en búsqueda tenaz. Dicen que el acusado declaraba que ella había desaparecido frente a sus ojos.
Detengámonos por un momento, en la oficina del cardiólogo Dr. Diaz Bolego.
En la sala de espera se sentía un ambiente álgido. En las paredes algunos cuadros aludían a ciertas costumbres de sana convivencia : desempeño de ejercicios, otros mostraban comidas frugales en las que se destacaban la presencia de vegetales vaiados, entre ellos zanahorias. La mayoría de los pacientes veían la televisión. El aparato estaba bastante elevado en la pared. El volumen del sonido no alcanzaba los decibeles deseados. Algunos no lo oían bien, pero se eximían de iniciar gestión alguna para aumentarlo.
La pantalla transmitía el parte de una huelga enardecida. Todos vieron la intervención de un policía con un ciudadano que excesivamente alterado discutía en forma acalorada con el agente. Los pacientes sorprendidos vieron como ese huelguista se esfumaba ante la mirada del guardia. El oficial exhibió una cara de resignación. Los pacientes comprendieron la evanescencia del hombre. Alguien arguyó que el don se había agitado demasiado.
En la sala de espera, la segretaria del doctor Diaz Bolego se comunicaba por teléfono. Alguien gestionaba una cita con premura. Después de anotar su nombre, le habló nuevamente para informarle al interlocutor la fecha y hora de la intervención médica. Nadie respondía al otro lado del teléfono a su insistencia. Se oía, al fondo, una música sutil, pero nadie respondía. Al cabo, otra persona de distinto sexo, atendió la llamada.
-- Mire señora, -- dijo la secretaria -- es para darle la fecha de la cita al señor que acaba de llamar.
Un tanto afligida, la señora que atiende la llamada de la secretaria le informa :
-- Ay, perdone, el pobrecito estaba muy malito. Acaba de morir. Le pasó tal como está ocurriendo últimamente, que la persona que muere se esfuma como cuando se apaga una luz. Al llegar aquí encontré el celular, la ropa y sus prendas en el piso, pero ya mi padre no estaba. Perdone y gracias.
Ahora la secretaria entra al consultorio del cardiólogo y, en ese instante ve al médico auscultando con su estetoscopio, el aire, el espacio vacío. A la secretaria le pareció gracioso, pero la actitud del galeno era la de un rostro contrariado y ella se dio pronta cuenta de lo acontecido. El médico le instó a que llamara a la casa del fenecido, para notificación de lo acaecido y que vinieran a buscar el auto al estacionamiento.
Mientras tanto los pacientes en la sala de espera, se entretenían observando unas bodas de octogenarios. La iglesia ardía de entusiasmo y candidez. Era abundante la presencia de familiares e invitados. Concurrían jóvenes como muestra de solidaridad con los recién casados. El alba era el color que destacaba en las rosas y lirios. Entre cintas y lazos. Sólo la alfombra en su longitud proyectaba el púrpura encendido sobre el pasillo central del templo. Los camarógrafos de televisión ejecutaban su oficio con destrezas y en silencio.
En el momento en que los desposados abandonaban el altar en medio de campanas de arrebatos y se escuchaban los tañidos, se echaban al aire una bandada de palomas.
Don francisco y doña Petra eran graduados del programa de alfabetización. La secretaria del cardiólogo, allá en su escritorio, presenciaba la boda por televisión junto a los pacientes en la sala. Cuando el matrimonio, cogidos de brazos comenzaba a franquear el umbral de la puerta principal del templo, en retirada hacia la calle, doña Petra escatologó.
Se esfumó su cuerpo, pero por breves segundos don Francisco no se percató porque aún continuó con su brazo izquierdo encorvado como si el brazo de ella siguiera atado al de él. La rosa roja que portara ella en sus manos, caía al piso. También la indumentaria blanca y los zapatos. el juego de matrimonio rodaba su esplendor de oro por la calle. La secretaria y los pacientes suspiraron y algunos asomaban lágrimas a los ojos.
lunes, 1 de septiembre de 2014
El eclipse de los hombres sobre la tierra palestina
¿ Quién eclipsa nuestros días ?
¿ Quién trae noches tan prontas ?
Y las sombras en la leche,
y los hongos en el pan.
Ay, bendito que nos dan
campanazos con tilán.
La luna quiso tapar el sol ;
la luna tan pequeña
tapó también, el cielo
con la sombra de su cuerpo.
Pon tu mano en el suelo,
para que sientas su corazón.
Ay, qué palpitar, ay, qué palpitar,
el de la multitud.
Si siquiera tú,
vecino de la tierra prometida,
te acordaras de las angustias
del pasado,
no azotarías a Gaza
con espoletas de fuego
sobre las cabezas
de los niños palestinos.
Sosiega tu poderío,
tus ansias de morder tierras.
tus odios y temores
para que desvanezcan
los horrores.
¿ Quién trae noches tan prontas ?
Y las sombras en la leche,
y los hongos en el pan.
Ay, bendito que nos dan
campanazos con tilán.
La luna quiso tapar el sol ;
la luna tan pequeña
tapó también, el cielo
con la sombra de su cuerpo.
Pon tu mano en el suelo,
para que sientas su corazón.
Ay, qué palpitar, ay, qué palpitar,
el de la multitud.
Si siquiera tú,
vecino de la tierra prometida,
te acordaras de las angustias
del pasado,
no azotarías a Gaza
con espoletas de fuego
sobre las cabezas
de los niños palestinos.
Sosiega tu poderío,
tus ansias de morder tierras.
tus odios y temores
para que desvanezcan
los horrores.
miércoles, 27 de agosto de 2014
Miradas
Mis ojos te buscan apasionadamente,
los tuyos no me miran.
Cuántas miradas pugnan
en diferentes mundos
y en distintas épocas.
Unas que asechan y persiguen,
otras que furtivamente se pierden
entre celajes y lejanías.
Pero ha de llegar el momento,
que cual palomas en tiempo de arrullo,
se acerquen al calor de un beso.
los tuyos no me miran.
Cuántas miradas pugnan
en diferentes mundos
y en distintas épocas.
Unas que asechan y persiguen,
otras que furtivamente se pierden
entre celajes y lejanías.
Pero ha de llegar el momento,
que cual palomas en tiempo de arrullo,
se acerquen al calor de un beso.
sábado, 23 de agosto de 2014
lunes, 18 de agosto de 2014
Oeufs
Ojos de intenso amarillo
cubierto de gelatinosidad.
Clara intención de resbalar
en la transparente viscosidad.
Tiene asiento en la sartén
con hervor de sumo de aceitunas.
Nutre en la mesa
y se acompaña de tostadas.
cubierto de gelatinosidad.
Clara intención de resbalar
en la transparente viscosidad.
Tiene asiento en la sartén
con hervor de sumo de aceitunas.
Nutre en la mesa
y se acompaña de tostadas.
domingo, 3 de agosto de 2014
Romance de adolescentes en el lago
Hay un punto indeciso que se mueve en la lejanía;
la ilusión, la realidad de ser es, que me espera en
el tiempo y tiembla con giros de futuro.
Yo vi el lago de un color profundo, tanto que indeciso. Se notaba quieto en el rumor del silencio. Una barca atada a sus expiraciones, anhelaba huirse en sus aguas. Ella estaba allí sentada en la popa. Su rostro surgía en relieve sobre el fondo verde del lago.
Hacía frío. Las nubes venían de lontananza y retenían su viaje agrupándose tiznadas en el espacio. Eran esperanzas quebradas. Detuve la mirada en los grises cúmulos y recordé el comienzo de aquellos primeros días de mi vida. Todo en aquel tiempo eran ideas que apuntaban lejos. De noche en mi cuarto, organizaba las posibilidades de realizarlas y todo parecía alcanzable. No obstante me sentía lejos hasta de mí mismo; porque el camino apenas vislumbraba dos tobas allá en el fondo de la vida.
Todos los días el sol miraba sobre las montañas y me vi de pronto en una adolescencia avanzada. Tomé la pluma y, donde había escrito rosa, escribí hollín, donde apunté exuberancia, esbocé miseria; donde estampé luz, sellé con oscuridad. ¿ Qué me indujo a hacerlo ? Pues las duras realidades de la vida, cuando miré con ojos de adulto lo que había contemplado con ojos de niño.
Bajé la vista de las nubes a la voz insistente de su llamada. Miré al cielo de sus ojos y, había luz en ellos. La barca se tambaleaba por el movimiento de ella, semejando remar con sus brazos. Sonriendo me convidaba hacerme a la navegación. Cuando me aprestaba a desatar el bote, comenzó a cantar aquella canción que ella sabía que me gustaba tanto oirla en su voz, en su admirable y preciosa voz. ( Yo siempre estuve enamorado de su espíritu, de su alma. No necesariamente de aquel grácil cuerpo ni de sus preferencias, pero sí de la tangencia, la voz melodiosa, plena de notas armónicas me cautivó y me raptó como un cuadro de algún famoso artista, que al contemplarlo caí al abismo de sugerencias y fui llevado a un mundo de perspectivas infinitas por caminos de de una pasión eterna ). Las canciones populares tienen algo de efecto clásico y tocan más directamente la parte sensible que nos vuelca el alma a evocaciones.
Nos hicimos al lago y tomé los remos. Ella cantaba con la misma emoción de siempre. Con los remos se empujaba el agua descansada al fresco de la tarde. Parecía imprudencia interrumpir el reposo de aquellas aguas en la tarde sosegada. Cuando el golpe de los remos caía, se oía un chasquido delgado y burlón, acaso como para no negar la lógica de las leyes físicas; pero si mirábamos hacia lo lejos, ya no se percibía.
Nos alejábamos de las orillas donde quedaban allá, haciéndose más pequeños cada vez, algunos hombres que tiraban sus anzuelos. Parecía que aquellos pescadores nos despedían desde las orillas con alegres señales de manos; bien sabíamos que era el tirar del señuelo. A medida que nos deslizábamos lago adentro, el paisaje emergía más amplio. Las montañas azulosas y tupidas se dibujaban en oleajes informes que dejaban caer hasta la periferia del lago. Las praderas eran sabanas cultivadas de cañas de azúcar con matices de verde amarillo. la chimenea de una vieja centrar oxidada lanzaba nubes brunas que cargaba la brisa hasta dejarlas sobre los picos de las montañas.
El mugido de un buey despreocupado y dócil, como el espíritu de mi pueblo, llenaba el ámbito del lago. Las nubes se intensificaban en un gris obscuro y las aguas tomaban tonalidades de sombras. Ella concluyó la canción. Me miró y su mirada no llevaba sensualismo, más bien traslucía inteligencia. Extendió una mano y la apreté con la mía. Dejé de remar y recosté la cabeza sobre su falda. Eché la mirada al espacio y el cielo me parecía cercano por la negrura que se cernía en las nubes que lo cubrían.
Mientras ella pasaba sus manos sobre mi cabeza, continué pensando en la lucha por emanciparme de la anulación de mi espíritu como hombre de valor y trascendencia. Cuántos habían hecho ya afirmaciones ceñudas de mi mermado futuro! -- ¿ Con qué recursos vas a estudiar ? -- Preguntaban algunos como si enclavaran mallas de impedimentos. Hubo una persona que una noche se acercó a mí y me profetizó mi suerte.
" En Estados Unidos reclutan jóvenes y ganan buenos sueldos en la agricultura de aquellas tierras. No obstante, la verdad estaba en mi puño, y le apretaba con fuerza y me ilusionaba con ella. Me daba cuenta, que los que me hablaban de este modo no dejaban tras de sí ningún historial de una voluntad vigorosa que los moviera hacia realizaciones nobles. En cambio, eran seres de límites.
Pero yo soñaba con subir a cúspides de valores, porque creía en mí por encima de todo rumor y mal entendido. Qué hermosos aquellos días de intenso reto ! Todo lo emprendía con fuerzas y decisión. Leía libros que me parecían maravillosas : el cuento De los Apeninos a los Andes, se me figuraba un gran empleo de constancia y voluntad. Los cuentos de Hispanoamérica comenzaron a despertar en mí, un profundo amor por la literatura. Después cayeron bajo mis ojos otros libros más influyentes. Todas estas lecturas abrían mi alma en un florecer de ilusiones. Así se formaba dentro de mí el hombre. Días muy bonitos aquellos . Cada vez que me asomo a aquellos días mañaneros, siento una profunda satisfacción y un gran deseo de vivir.
Un trueno ensordecedor me trajo al presente de nuevo. El cielo se había obscurecido totalmente. Destellos de luz cruzaban el firmamento. la lluvia amenazaba inminentemente. Decidimos regresar; pero ya caían las primeras ráfagas de lluvias que crepitaban en el lago. Ella temerosa por la violencia de viento y aguacero, la oscuridad del paisaje y los relámpagos, se apegó a mi lado. Yo remaba con bríos, pero el lago parecía hacerse más ancho. La barca se tambaleaba de costado a costado y ella tiritaba de frío. Sus ojos se anegaban en lluvia, su cabello adormecido lucía más negro. Avanzamos, avanzamos...
El ancón surgía allá en un paisaje desteñido, destacándose varios botes de diversos colores. Extenuado y calenturiento a pesar de la lluvia que fustigaba con insistencia, dejé los remos para descansar un instante...
Todo fue hecho. el cielo se despejó y apareció en nácar y mármol. La chimenea de la vieja central había dejado de lanzar humaredas. Los hombres que se divertían tirando sus anzuelos a orillas del lago ya no estaban allí. Solos Elsa y yo quedábamos en la bonanza.
la ilusión, la realidad de ser es, que me espera en
el tiempo y tiembla con giros de futuro.
Yo vi el lago de un color profundo, tanto que indeciso. Se notaba quieto en el rumor del silencio. Una barca atada a sus expiraciones, anhelaba huirse en sus aguas. Ella estaba allí sentada en la popa. Su rostro surgía en relieve sobre el fondo verde del lago.
Hacía frío. Las nubes venían de lontananza y retenían su viaje agrupándose tiznadas en el espacio. Eran esperanzas quebradas. Detuve la mirada en los grises cúmulos y recordé el comienzo de aquellos primeros días de mi vida. Todo en aquel tiempo eran ideas que apuntaban lejos. De noche en mi cuarto, organizaba las posibilidades de realizarlas y todo parecía alcanzable. No obstante me sentía lejos hasta de mí mismo; porque el camino apenas vislumbraba dos tobas allá en el fondo de la vida.
Todos los días el sol miraba sobre las montañas y me vi de pronto en una adolescencia avanzada. Tomé la pluma y, donde había escrito rosa, escribí hollín, donde apunté exuberancia, esbocé miseria; donde estampé luz, sellé con oscuridad. ¿ Qué me indujo a hacerlo ? Pues las duras realidades de la vida, cuando miré con ojos de adulto lo que había contemplado con ojos de niño.
Bajé la vista de las nubes a la voz insistente de su llamada. Miré al cielo de sus ojos y, había luz en ellos. La barca se tambaleaba por el movimiento de ella, semejando remar con sus brazos. Sonriendo me convidaba hacerme a la navegación. Cuando me aprestaba a desatar el bote, comenzó a cantar aquella canción que ella sabía que me gustaba tanto oirla en su voz, en su admirable y preciosa voz. ( Yo siempre estuve enamorado de su espíritu, de su alma. No necesariamente de aquel grácil cuerpo ni de sus preferencias, pero sí de la tangencia, la voz melodiosa, plena de notas armónicas me cautivó y me raptó como un cuadro de algún famoso artista, que al contemplarlo caí al abismo de sugerencias y fui llevado a un mundo de perspectivas infinitas por caminos de de una pasión eterna ). Las canciones populares tienen algo de efecto clásico y tocan más directamente la parte sensible que nos vuelca el alma a evocaciones.
Nos hicimos al lago y tomé los remos. Ella cantaba con la misma emoción de siempre. Con los remos se empujaba el agua descansada al fresco de la tarde. Parecía imprudencia interrumpir el reposo de aquellas aguas en la tarde sosegada. Cuando el golpe de los remos caía, se oía un chasquido delgado y burlón, acaso como para no negar la lógica de las leyes físicas; pero si mirábamos hacia lo lejos, ya no se percibía.
Nos alejábamos de las orillas donde quedaban allá, haciéndose más pequeños cada vez, algunos hombres que tiraban sus anzuelos. Parecía que aquellos pescadores nos despedían desde las orillas con alegres señales de manos; bien sabíamos que era el tirar del señuelo. A medida que nos deslizábamos lago adentro, el paisaje emergía más amplio. Las montañas azulosas y tupidas se dibujaban en oleajes informes que dejaban caer hasta la periferia del lago. Las praderas eran sabanas cultivadas de cañas de azúcar con matices de verde amarillo. la chimenea de una vieja centrar oxidada lanzaba nubes brunas que cargaba la brisa hasta dejarlas sobre los picos de las montañas.
El mugido de un buey despreocupado y dócil, como el espíritu de mi pueblo, llenaba el ámbito del lago. Las nubes se intensificaban en un gris obscuro y las aguas tomaban tonalidades de sombras. Ella concluyó la canción. Me miró y su mirada no llevaba sensualismo, más bien traslucía inteligencia. Extendió una mano y la apreté con la mía. Dejé de remar y recosté la cabeza sobre su falda. Eché la mirada al espacio y el cielo me parecía cercano por la negrura que se cernía en las nubes que lo cubrían.
Mientras ella pasaba sus manos sobre mi cabeza, continué pensando en la lucha por emanciparme de la anulación de mi espíritu como hombre de valor y trascendencia. Cuántos habían hecho ya afirmaciones ceñudas de mi mermado futuro! -- ¿ Con qué recursos vas a estudiar ? -- Preguntaban algunos como si enclavaran mallas de impedimentos. Hubo una persona que una noche se acercó a mí y me profetizó mi suerte.
" En Estados Unidos reclutan jóvenes y ganan buenos sueldos en la agricultura de aquellas tierras. No obstante, la verdad estaba en mi puño, y le apretaba con fuerza y me ilusionaba con ella. Me daba cuenta, que los que me hablaban de este modo no dejaban tras de sí ningún historial de una voluntad vigorosa que los moviera hacia realizaciones nobles. En cambio, eran seres de límites.
Pero yo soñaba con subir a cúspides de valores, porque creía en mí por encima de todo rumor y mal entendido. Qué hermosos aquellos días de intenso reto ! Todo lo emprendía con fuerzas y decisión. Leía libros que me parecían maravillosas : el cuento De los Apeninos a los Andes, se me figuraba un gran empleo de constancia y voluntad. Los cuentos de Hispanoamérica comenzaron a despertar en mí, un profundo amor por la literatura. Después cayeron bajo mis ojos otros libros más influyentes. Todas estas lecturas abrían mi alma en un florecer de ilusiones. Así se formaba dentro de mí el hombre. Días muy bonitos aquellos . Cada vez que me asomo a aquellos días mañaneros, siento una profunda satisfacción y un gran deseo de vivir.
Un trueno ensordecedor me trajo al presente de nuevo. El cielo se había obscurecido totalmente. Destellos de luz cruzaban el firmamento. la lluvia amenazaba inminentemente. Decidimos regresar; pero ya caían las primeras ráfagas de lluvias que crepitaban en el lago. Ella temerosa por la violencia de viento y aguacero, la oscuridad del paisaje y los relámpagos, se apegó a mi lado. Yo remaba con bríos, pero el lago parecía hacerse más ancho. La barca se tambaleaba de costado a costado y ella tiritaba de frío. Sus ojos se anegaban en lluvia, su cabello adormecido lucía más negro. Avanzamos, avanzamos...
El ancón surgía allá en un paisaje desteñido, destacándose varios botes de diversos colores. Extenuado y calenturiento a pesar de la lluvia que fustigaba con insistencia, dejé los remos para descansar un instante...
Todo fue hecho. el cielo se despejó y apareció en nácar y mármol. La chimenea de la vieja central había dejado de lanzar humaredas. Los hombres que se divertían tirando sus anzuelos a orillas del lago ya no estaban allí. Solos Elsa y yo quedábamos en la bonanza.
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