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martes, 20 de enero de 2015

Leyenda del barbero Juan Nieves

Vestía como un auténtico médico. Una bata blanca, inmaculada, planchada al vapor en la  lavandería de Layo. Sobre el bolsillo del lado del corazón, asomaban las puntas de una peinilla juncal, fabricada de astas de toro y, una tijera de plata traída de Tasco. Bajo el alba impoluta que vestía, a la altura del cuello de camisa, comenzaba a verse su inseparable corbata. A veces exhibía las favoritas: una chalina con el diseño de una tijera, otras, que ostentaba la figura de un cazador junto a su lebrel. Porque además, Juan Nieves practicaba el deporte de los nobles.

Tenía un lobanillo en la parte alta del cuello, del tamaño de una canica grande ( que en Lares llamamos bolón ). El doctor Alchécar le había diagnosticado que no era un quiste adiposo, sino un absceso de calcio. Le preguntó algunos pormenores con relación al divieso : si le dolía.
                             No le dolía.
                             ¿ Cuánto tiempo tenía de haber aparecido ?
                             Tres años.
                              Si notaba crecimiento,
                              No. Siempre está igual.
                              Mira Juan, como tu lo disimula muy bien, porque lo ocultas con el
                              cabello, dejándole en cima una guedeja, pues no se nota.
                              Yo en verdad, sobre la piel nunca conocí un forúnculo de calcio.

Entonces Juan Nieves le contó una anécdota muy particular :
Yo tuve una amante haitiana. Era una mujer blanca, nacida en Haití, pero de padres oriundos de Trinidad. En cierta ocasión me mordió en ese lugar. Lo hizo según me dijera, con la boca ahíta de leche de cabra. Yo sentí con dolor, cuando hirió el cuello con los incisivos y derramó los borbotones lácteos que se mezclaron con la sangre y mancharon mi camisa.
Cuando le pregunté por esa reacción, me dijo :
                           Es para que te sientas siempre esclavo de la pasión sensual y mientras
                           viva seré yo tu consuelo.
El Dr. Alchécar pensó que algunas cosas no tenían explicación científica. Sólo le preguntó :
                           La señora, ¿ Vive ?
                           No.
                          ¿ Ya no te perturba ese escozor ?
                           Siempre tengo que andar buscando cómo apagar esa pasión.

La barbería de Juan Nieves hacía su presencia al comienzo de una suave pendiente que conducía a la plaza de la revolución. Subiendo hacia el pueblo, a mano derecha en la primera planta de una vieja casa de madera de dos pisos. Tenía dos asientos para la faena de de barbería. Uno para los pobres y el de Juan , que recortaba a la clase media y los ricos del pueblo y por supuesto, a los profesionales de la pequeña ciudad.
Se notaba un contraste entre la instancia del compañero barbero, Primo Román y el sitio de Juan Nieves. A la entrada de la barbería, el primer asiento era el de Juan Nieves. Éste aunque se le podía clasificar de poltrona clásica, lucía nueva, tapizada de piel roja, con sus bordes cromiados. Los brazos eran de delicadas láminas de mármol blanco, rematados en lustrado metal plateado. El soporte para el cuello era de piel oscura con revestimiento en los bordes, de acero inoxidables y, en la faz trasera lucía las iniciales J. N. también en forma plateadas. La base era una pieza espectacular, de metal revestido de porcelana blanca translúcida, alrededor de la cual aparecían dibujadas aquellas figuras de escenas del Quijote, entre ellas, la bacía de barbero antiguo, que don Quijote usaba como  yelmo. Aquellos dibujos eran de color rosado. Juan Nieves era un admirador de esta excepcional obra literaria, no había leído otro libro en su vida. pero don Quijote de la Mancha, era parte de su escasa conversación al final de su jornada de trabajo diario.

Cuando se reunía, con las puertas de la barbería juntadas, con su barbero Primo Román y el mejor guitarrista de Lares, Rafael el de Pilín, y Luis el gaucho, que cantaba sólo tangos e imitaba al morocho Carlos Gardel. Por allí se allegaba -- cuando no estaba recogiendo tomates en E. U., Javier Nieves Alcover ( el Germán Vázquez lareño ), le decían. Javier era un bolerista de voz exquisita.

De un botiquín Juan Nieves obtenía dos botellas o pintas de ron y de whisky. Naturalmente el whisky lo escanciaba él, el agua ardiente lo tomaban los demás. Al compás de las notas de la guitarra, los boleros y los tangos, transcurría la charla. Era casi siempre dos horas largas de música y conversaciones. Allí se le escapaban a Juan Nieves algunas alusiones al Quijote. Para sus compañeros de penumbra, aquellas referencias les caían como antiguos dichos ungidos de misteriosos pasajes que emergían de unas dimensiones extrañas de la vida.

Una vez dijo : en ese libro se trata al barbero con consideración y respeto. Como alguien que puede estar representando a la sociedad con una función de responsabilidad simbolizando altos valores. En un momento dado, se reúnen en casa de don Quijote, para eliminar los libros que habían influido en el desarrollo de la locura del caballero hidalgo -- mi hijo que es catedrático-- me dijo que esa escena representa una crítica literaria. Se determinó hacer una hoguera fuera de la casa y quemarlos. El barbero que se llamaba maese Nicolás, ayuda al cura en la selección de aquellos libros que merecían ser quemados por sus pocos méritos y es el barbero quien salva la novela Amadís de Gaula, refiriendo rasgos de su grandeza y el cura hombre instruido, acepta las razones del barbero. Luego en otra ocasión, el barbero maese Nicolás hace galas del ingenio de su sentido del humor y ayuda en el examen del grado de locura que padece don Quijote, cuando ya lo creían sano y cuerdo. Admiro ese libro porque le atribuyen al barbero nobles virtudes y lo hacen acompañar a tan grandiosa obra literaria. Los acompañantes de bohemia de Juan Nieves quedaban bobos, retraídos, como padeciendo memez.

Cuando Juan Nieves iba a referir anécdotas de mujeres, para que los amigos de la bohemia le acompañaran los recuerdos con canciones que tocaban temas semejantes, se oyeron unos aldabonazos leves sobre la puerta. Juan Nieves se acercó y al entreabrir las hojas, vio la figura de Frank Méndez y su famoso cuatro :
                               Entra Frank y jíncate un palo de Palo Viejo, para que enciendas esa
                               joyita que trina mejor que los ruiseñores.
La bohemia se animó con la música del virtuoso cuatrista. Juan Nieves narró sus breves historias de amores desvanecidos y, Javier Nieves con sus boleros y Luis el gaucho con alusivos tangos matizaron la romántica bohemia. Después Frank Méndez interpretó al cuatro la habanera La paloma.

Eran las diez de la mañana del otro día, cuando Juan Nieves estaba en plena faena en su oficio de barbero. Frente a la barbería se ubicaba la tienda de zapatos y ropas Vidal Hermanos. El gerente general, Mayán Alvarado, observaba desde dentro del comercio a Juan Nieves en su labor y comentaba a su cajera :
                            Mira Carmen, Juan se pasa más la brocha de quitar pelos sobre su
                            bata, que por el cuello del cliente. Además, míralo, se toma un
                            momento para lustrarse los zapatos. No sé para qué lleva una tijera
                            en el bolsillo de la bata, si él nunca la usa.
                            Mayán, contestó Carmen, todos conocen lo meticuloso y la pulcritud
                            de Juan Nieves. La tijera es un distintivo, una prenda de plata que le
                            acompaña, es para lucirla.
Mayán fue atender una llamada telefónica de algún cliente. Frente a la tienda Vidal Hermanos y frente a la barbería subían y bajaban muchas personas, pues era una época en que el comercio se mostraba vivo y próspero.

Juan Nieves visitaba ciertos campos a los cuales iba a cazar con su acostumbrado compañero de caza, Pepe Márquez, un rico hacendado de Lares. En cierta ocasión, por aquellos campos conoció una señora joven y viuda. al pasar un tiempo, en que ambos se amaban, la mujer cuyo nombre era Isabel Reyes, le colgó una hamaca en la pequeña terraza, con vista a una rumorosa quebrada donde Isabel iba a lavar ropa. Allí dormía Juan Nieves las siestas y pasaba las pocas horas de descanso los fines de semanas. Cuando despertaba de la siesta aquellos domingo, Isabel le sintonizaba un pequeño radio que poseía, en el cuadrante de la vieja emisora, W. M. I. A., de Arecibo, para que se deleitara de la romántica música. Isabel le traía una taza de aromático café negro y después ensayaban un apasionado romance en el vaivén de la hamaca.


         


sábado, 25 de febrero de 2012

Torrenciales

              " Al día siguiente de concluido el trabajo, empezó la lluvia, un día y otro día sin
                parar ". ( Leyenda piaroa sobre el Diluvio ).

Casi siempre ocurre de medio día abajo. Cuando aún la tarde es vigorosa y el cielo se mora como un caimito. Así como se oscureció el Gólgota la tarde después del homicidio de Jesús.
La oscuridad llega a ser tan amenazadora que nos recuerda las noches álgidas en que la luz eléctrica es cortada, y el pueblo se envuelve en una dulce sombra silenciosa, que hace aflorar las estrellas como si no hubiesen estado allí. Al comienzo de la tarde, después que el cielo tiñe las nubes de negro, empiezan a caer las lluvias con una firmeza que espanta. Al cabo de dos horas de copiosa lluvias, el pueblo ha quedado fustigado, pero aún continúa bajo el flagelo del impresionante aguacero. Las quebradas crecen
abundantemente, las aguas ocre salen del cauce, arramblan las márgenes, se escucha el desplome de árboles viejos y matas de guineos. Los deslizamientos de terrenos hacen brotar las entrañas rojizas. El pueblo no se inunda, sus sinuosidades se lo impiden. todavía a las siete de la noche llueve, pero con poca intensidad. los lareños saben que la noche transcurrirá con lluvia y viento. En algún hogar se toma el café nocturno. luego se va a la cama para el viaje somnolento y los sueños agradables. El tamborileo de la lluvia sobre zinc o el tejado provocan el sueño de que los esquejes han florecido y que se les han caído los cuernos a las vacas viejas.

viernes, 24 de febrero de 2012

El norte de los gandures

                           " Toda la lluvia un junco parece " ( Vicente Aleixandre, La lluvia ).

Por noviembre comienzan los aires helados. Junto con una aurora gris aparece la lluvia fina y menuda. La mañana emerge lenta y fría, la luz es oscura y no logra filtrar sus claridades entre los estratos de nubes. Lares se moja con las aguas tenues y suaves, que en forma sesgada envuelve el antiguo templo, las montañas, alcores y altozanos. Va cayendo intermitentemente sobre el poblado y más allá, se ven los cercanos campos que la reciben de vez en vez, envueltos en plomizo calígine. Estas lloviznas esporádicas, de presencia huidiza confirman un día de humedad donde el sol no ha de pacer. Se puede mirar el pueblo abrumado por las finas cañas de lluvias y evocar un lejano Día de Reyes, aquella ansiedad por estrenar el juguete en la calle y el mal tiempo lo impedía. Al otro día la escuela arruinaba nuestros impulsos lúdicos. Alguien se asoma a los cristales de un ventanal y dice a su mujer mirando la nubosidad y las frías ráfagas y pensando que no tiene auto, " Hoy se nos moja el pan".

Bajo esta ventisca tropical los ruiseñores cantan en un tono menor y sus gorjeos son tristes   y apagados.

jueves, 23 de febrero de 2012

Lluvia con sol

"La lluvia entraría por tus ojos abiertos ". ( Pablo Neruda ).

"El rocío celestial de una llovizna,
mata a un héroe y a una flor del campo alienta". ( José de Diego, Cantos de rebeldía ).

Es hora del cenit. La claridad es deslumbrante. El cielo argentado arrebuja de luz la bóveda celeste. Toda la pequeña ciudad emerge en la transparencia y las calles arden en una lámina de cristal etéreo. Hoy las voces juegan en el aire y caen al oído como canicas en losetas. Los fulgores rielan en las hojas, reverberan en paredes e impregnan de estaño las fachadas de las casas. La arboleda : los almendros, bruscales, tulipanes, robles, guabas, cafetos y, la demás vegetación que circunscribe al pueblo, guayabos, panapén, palmeras y árboles frutales, el sol prestidigitador escondió sus verdes y las frondas asoman anaranjadas y plateadas.

De súbito, asalta sorpresivamente un chubasco colado entre la luz dorada del medio día, en pleno calor de la canícula, que azota los cristales de los autos, trepida sobre el techado de zinc, empapa la vestimenta de los transeúntes y anega los ojos de los niños. Se escucha a alguien decir :" el diablo y la diabla bailando".

Rápidamente desaparece la lluvia impertinente y la transparencia continúa su hegemonía.

Los aguaceros

"Aguacero pasajero
¿Por qué mojás mi sombrero ?
A ti no te cuesta nada,
a mí me cuesta dinero."

                 ( Canto popular pampero, Argentina).

"Restalló otro relámpago, el trueno desgajó pedazos de oscuro cielo ".
                  ( Juan Bosch, Dos pesos de agua ).

El cielo se ha transfigurado. La mañana fue caliente, radiante; pero a la una de la tarde, el firmamento toma una impresión procelosa. Las nubes se espesan de oscuridad. La temperatura baja y se ven volar en círculos, sobre el pueblo escasas golondrinas. Se puede escuchar una frase genérica : qué "jundimiento ". O quizás alguna expresión jocosa :
" hasta que los pollitos escarben el cielo con el pico ". Se ha hecho ya cerca de las tres de la tarde. El cielo tan ceñudamente negro escenifica una noche en la tarde. Nadie se aventura a ciertas tareas a la intemperie : pintar, empañetar, salir a realizar deportes. Las mujeres apresuradas recogen las ropas. Un solo relámpago raya el espacio y deja un trueno desgranado, dando tumbos fragmentariamente, haciéndose cada vez más débil, como coces de cabrita sin cuerno sobre el trasero de un niño.

Entonces alguien se percata, a eso de las cuatro de la tarde, que unas finas y leves lloviznas no logran mojar sus cabellos, tampoco humedecen sus blusas. Las calles se tornan un poco resbaladizas, pero secan y la tarde vuelve a emerger con un crepúsculo púrpura y violeta.

lunes, 20 de febrero de 2012

Los pinos de Nanín

De mi libro de estampas lareñas :" Flauta de bambú "

"La poesía tiene comunicación secreta con los sufrimientos del hombre. Hay que oír a los poetas. Es una lección de la historia " (Pablo Neruda, Para nacer he nacido, p. 186, Seix Barral, 1977).

En Lares crecieron unos árboles verdes. En tanto tomaron altura enviaron las sombras sobre acera y calle. Son los pinos de Nanín. A veces, la sombra se deshoja y corre con las miradas de las gentes a donde ellos la llevan. Estos pinos gigantes son frondas peregrinas entre follajes criollos.

Cuando el sol de occidente les alcanza, se distinguen entre sus ramas lanudas, decenas de búhos marrones. El crepúsculo con sus matices de lava encendida y violeta cristalino, pone búhos de arcilla asomados en la espesura de sus ramas. Búhos que con el viento caen  estáticos e inertes al suelo convertidos en piñas de párpados duros como hojas de caracoles oscuros.

Ellos anuncian al caminante, los ligeros fríos otoñales. Al paso de las lluvias menudas se sacuden los diminutos diamantes que se precipitan al césped en gotas desvanecidas.

Los elevados tallos perforan la atmósfera y asperjan con su característico perfume de pino e incienso al dormido pueblo de Lares.

Hay noches de verano que la luna se queda a dormir entre la maraña verde de los pinos. En los cristales de la casa se mueve una luz redonda sobre una ala de sombra arbolezca.

Nota: A los pinos de Nanín, un desarrollador le dio muerte ingrata para añadir tres tristes pies a una fea carretera.

domingo, 19 de febrero de 2012

Un diamante y una estrella

Estampa

El hombre puede tender la mano y alcanzar un diamante, pero no puede estirar el índice y tocar una estrella. El hombre puede arrobarse con el esplendor del lucero, pero no debe dormirse por el destello del diamante. Puede el hombre, ostentar la piedra preciosa sin embargo, no puede lucir en su frente el astro encendido. El ser humano desde la oscuridad del carbón, puede trabajar con esmero y como por birlibirloque hacer emerger el diamante lucerino; pero aún, bajo el cielo esplendente de un día despejado, en su escudriñar fervoroso, no puede descubrir una estrella. Puede el hombre vestirse de atributos portentosos, si exhibe sobre su atuendo un deslumbrante diamante y, puede por ello, ser objeto de envidia o de admiración, en todo caso se individualiza, se personaliza. Empero la noche extasiada con un vestuario de luces incandescentes, que palpitan su esplendor de azules delicados, regala la eclosión de su belleza como ofrenda de caridad.

viernes, 10 de febrero de 2012

A pocos pasos del bullicio

"La experiencia de un hombre no es nada si no es compartida". (Charles Peirce)


Pienso que uno se fija en algunos objetivos alrededor de lugares por donde vamos.Pienso que los escritores ya han tomado esencias de ello y, crearon reflexiones anteriores a las que pueda, uno elaborar. De todos nodos, no me arredra esta observación.

Mientras esperaba la salida de mi esposa del supermercado, volqué un carrito de acarreo, me senté sobre él a contemplar el arroyo que bordea al edificio.
Las aguas pasaban rumorando tenuemente. habría que acercarse a su lecho para descubrir los tonos bajos de aquella melodía clásica. Se establecía un contraste tan marcado entre el mundo de los ruidos, del ajetreo de los automóviles y muchedumbre, a unos pasos del margen del arroyo, que era mágica la distinción entre los dos ámbitos atmosféricos. Transformando en quietud la percepción de la sinfonía acuífera. El viento, para esta época de invierno tropical, era constante y ondulaba cn delicadeza. Cuando soplaba a intervalos, hacía de oboe. Mientras tanto, las aguas corrían y estallaban contra las negras piedras que asomaban la testa a lo largo del cauce. Las bambúas, tristes, verdes y amarillas, aportaban un sonido de clave madedero t, las aguas rumoraban imitándose a sí mismas, en el viaje hacia la lejana costa. Dolía en el fondo del alma, el acoso de los imprudentes objetos que cansaban su jornada de compromieso ecológico.
Pero la sinfonía continuaba impertérrita en su imperturbable quehacer de torrente.

A las tres de la tarde todos los ríos comienzan un descanso y siestean. La sinfonía de notas gotereantes, de violines fluviales, apagan su musical aliento y se disponen a una opacidad y tenuidad en el solfeo de sombras, silencio y soledad. Después, a la hora de los maitines, con la llegada del alba, reanudan las aguas de los ríos, arroyos y quebradas sus fuerzas y velocidad la ruta perenne, tocando con voz propia e instrumentos auxiliadores la sinfonía infinita de : " Viaje hasta la mar".

jueves, 5 de enero de 2012

El día triste

La consagración de Napoleón.--El 2 de diciembre de 1804 Napoleón Bonaparte fue erigido solemnemente emperador de Francia por el papa Pío VII. Cuando el pontífice después de ungirlo iba a coronarlo, el Emperador tomó la corona del altar y se la colocó él mismo, queriendo decir con este gesto imprevisto y orgulloso que su autoridad no quedaba en nada supeditada a la del papa.
Desde entonces ese acto de prepotencia quedó estatuido como ejemplo de arrogancia superlativa absoluta. 

En Lares, tal como Napoleón actuó, emularon al Emperador cancelando y declinando al orillar decretos históricos establecidos por el pueblo a fuerza de rigor existencial de nuestros antepasados, próceres y héroes de épicas gestas.

La frase poética: Cielos abiertos, no es una expresión grotesca, tampoco es fea, porque tiene un sentido estético. Pero al igual que zamparse la corona imperial sobre la cabeza, no constituía un acto ilegal, porque dicha acción no había sido tipificada como delito por las leyes, era claro que arriaba por el suelo, una tradición de investidura practicada dignamente por generaciones inmemoriales. El sentido absurdo de la frase "Cielos abiertos" le llega de querer borrar el aforismo histórico "Ciudad del grito" que no es poética, sino etimológicamente historiográfica. Elocución transfigurada en cognomento por un uso colectivo de descendencia epopéyica.

La noche triste: se conoce en la historia como el padecimiento atroz que sufrió Hernán Cortés cuando fue asediado en Tenochtitlán por 300,000 aztecas enemigos exponiéndose a perder su vida el 30 de junio de 1520. 

En Lares, pasará a la historia el sujeto El día triste cuando se asedia el pasaje histórico con saña arbitraria y con furia de caníbal para zamparse el cuerpo de la prestigiosa leyenda lareña. --Día triste, triste día--.

Navidad, ¿dónde tus cadencias y armonías?

Como espectador, aún desde mi hogar, escuchaba el atronar ensordecedor de agudas sirenas, de rugientes motores, de bocinas destempladas, de lantas girando furiosamente como un tornado callejero de oscuro humo oliente a lumbre del infierno.

Era el advenimiento de navidad y el comienzo de exiguas fiestas populares. Mi primera reacción fue una abrupta indigestión ruidos. Después, más reflexivo me di cuenta de la total ausencia de canciones navideñas, villancicos y aguinaldos. Entonces caí en la evocación de tiempos más respetuosos y de sentimientos elevados, que representaban una cultura de orgullo tradicional.
Cuando para la misma época, percibíamos en el ambiente los efluvios navideños y pasaban vehículos diversos con altavoces que lanzaban a los aires las voces de aquellos intérpretes como Los Vegabajeños "Traigo un ramillete, de un lindo rosal, un año que viene y otro que se va..." y comenzaba la ejecución del requinto desgranando una catarata de notas armónicas, rítmicas en un solo impresionante. Oíamos en el espacio lareño los inolvidables cantares que vocalizaban Ramito, Chuito, la Calandria y otros geniales trovadores. Los cantares hacían referencia al nacimiento de Jesús: a los reyes, a los pastores y los dóciles animales. Aludían en sus décimas a la Madre Santa, la virgen María.

" El niño lloraba

José lo mecía..."

Pero ¿ qué nos ofrecen hoy día? Por los medios electrónicos explotan el ambiente con una tromba de sirenazos, camiones de acarríar basura con sus bocinas desgalilladas, los soplidos de autos locamente acelerados y una escueta frase que expresa un celaje de saludo-- Aquí le saluda el alcalde de Lares.