martes, 31 de enero de 2012

Aquel árbol central

Era una empinada cuesta.
Empedrada crudamente,
con dos flancos de casas,
de pobre aspecto,
sin arte ni gracia.
Edificadas de madera,
que los carpinteros constructores,
dieron paso a nuevas generaciones.
La alegría del contorno
eran la pléyade de chiquillos,
juguetones y traviesos.
En el centro de la calle,
se elevaba el árbol frondoso.
Donde anidaban pájaros
y siempre se oían trinos.
Los domingos, los hombres,
se arremolinaban bajo su ramas.
Eran impresionante
las sonoras carcajadas.
A veces, Toño  Miranda
entonaba, con su dulce voz
un sentido tango.

Paseo de los ruiseñores

Camino de los aires tristes,
donde la tarde
ha quedado sola
y, la claridad, sin color,
dormita.
Los verdes árboles menudos,
emprenden hileras en el camino.
Al paso del transeúnte,
furtivos entre las hojas,
cantan los ruiseñores.


Chemin de les airs tristes,
ou` la soir
il a rester seul.
Et la clarté san coleur,
endormi.
Les verts petits arbres
entreprendre file dans le chemin.
Du passer de le passant.
Furtif entre feuilles
chnter les rossignols.

Los ciclistas en Puerto Rico

Hoy 31 de enero, se publica en el Nuevo Día, el proyecto del alcalde Santini, para construir una ruta para bicicletas, a un costo de $750,000. Esta ruta tiene la intención de atractivo turístico. Siempre fui partidario de un proyecto similar.
Publicaré aquí, un poema que alude a la orfandad de vías adecuadas para los ciclistas.
Este poema pertenece al poemario: Los temas recorridos, premiado por el Instituto de Cultura de P. R. y la revista Tríptico, en la década del 90.

Corren en bicicletas
tropel de jóvenes rojizos
por calles, entre edificios
con alborozo y bullicio.

Las ruedas, los rayos destellan
en abanicos de luz argentados.
Los manubrios de acero,
relumbran engarzados.

Las piernas agitadas
como pieza mecánica
voltean en desplazo
de rítmicos aletazos.

Blusas de colores,
de colores las viceras;
algunas gafas oscuras,
alegres muñequeras.

El paisaje entra en los ojos,
en el corazón la alegría,
frondas, playas, aviones;
muchedumbre, autos, mesones.

Al deslizar sus llantas
delgadas y ligeras,
en estrépitos de riserías
pasa la trulla viajera.

El peligro siempre asecha
a la juventud atleta.
Carecen de apropiada brecha,
para disfrutar de la bicicleta.


Quiero señalar, que la ruta será bella y elevada.

lunes, 30 de enero de 2012

Equinos y un cordero

Poema

Un caballo blanco y otro negro,
pastaban en la cancha de grama
de wimbledon.
También junto a la red,
en el extremo donde se fija
el hito metálico,
posaba sosegadamente,
un cordero alba.
El esplendor verde de la menuda herbácea
atrajo a las bestias.
Ahora ramonean en el deportivo prado.
Con la cola azotan sus costados.
El arrobamiento lo produce
la ternura del césped verdegueante.
En las gradas la multitud ríe a gritos.
Las cámaras televisivas
envían las curiosas imágenes,
al mundo.
Los tenistas esperan sentados y sorprendidos.
Un empleado de librea
inicia
la labor de despejar
los tranquilos óbices,
que exhalan
un suave rebuzno
y un triste balar.

Frente a la antigua casa

Poema Abí

El sol caía más allá del cenit.
Los vetustos jardines
abrumados por las sombras
cargadas de humedad,
ofrecían sus matices.
Entonces, su presencia diacrónica,
surge aromatizada del aire
invernal lareño.
Estás frente a la casona
de los leños inveterados,
ungidos de arcaicas herencias.
Traes la inmemorial imagen
de cuando esperabas
mi amistad, en el oscuro cine.
después nos abrazamos
para alcanzar las épocas
y darle el hálito y latidos
de nuestros corazones.

sábado, 28 de enero de 2012

Caminos

Elsa

Poema

He caminado los caminos
de la búsqueda.
Los caminos de la búsqueda
se pierden en la vida.
Empleaba métodos aprendidos
en los celajes de las idas.
Al cabo de las épocas
y al término de las generaciones,
creía vislumbrar los rielos
en el horizonte.
Pero la voz se escapaba
y soñaba con sonoridades
que lanzaban en las plazas,
las áridas alas
de las palomas,
asombradas por la subitánea
lluvia mágica.
Así, perdido entre sueños,
un día lúdico,
topé con tu vereda.
Me envolvió tu sorpresa.
Era el término.
Tu mirada acogió mi espíritu.

Con los años

"Y será tarde porque se fue mi adolescencia".
_______
Elsa ( Neruda, El nuevo soneto,Crepusculario)

Poema--Canción

Ya es muy tarde
mi juventud,
atrás quedó
marchitada.
Y las horas como días
alargaban mi penar.
Los caminos se perdían
en las aguas descarriadas.
Tu búsqueda afanosa
alentaba mi pesar.
Tus ojos me indicaban
el lugar de tu sitial.
Al pasar medio siglo (literal)
encontré tu mirar.
Ya es muy tarde
mi juventud
atrás quedó
marchitada.

El retrete

"Las tazas de aguas en los cuartos de baño modernos, se elevan del suelo como flores blancas de menúfar. El arquitecto hace todo lo posible para que el cuerpo olvide sus miserias y, el hombre no sepa qué pasa con los residuos de sus entrañas, cuando rumorea por encima de ellos, el agua violentamente salida del depósito"...

_________
(Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, Ed., Fábula TusQuets, Pág.,161)


El retrete

La sombra
en el hombre,
no es tan constante
como el escusado.
La libertad se constriñe
por la dependencia
de la micción y la hez.

Beso fugaz que tremola con los años

Poema
Elsa

Fue un instante nocturno,
entre las sombras oscuras
de la gran sala.

La blanca pantalla
al fondo.
Las imágenes cinéticas,
los claros de luz
y tú, en la respiración
sutil.

Los lampos de luces
estallaban.
Tu mejilla venusta,
asomaba fugaz
en la claraboya
nochesca:

entonces,
posé un beso en ella.

viernes, 27 de enero de 2012

Nueva visión sobre El Josco

"Buey que vi en mi niñez
echando vaho un día".

Allá lejos,R. Darío.

"La realidad misma es un estado que puede ser desmantelado en cualquier momento, no importa cuan magnífica pueda parecer". J. G. Ballard


El Josco no se suicidó porque perdiera su lugar como padrote, sino por perder el desempeño de su liderato absoluto. Después sintió que aflojaban y disminuían atenciones y respeto.

"Al Josco trataron de uncirlo al yugo de un buey viejo
que lo amaestrara, pero se revolvió violento poniendo
en peligro la vida del peonaje. Andaba mohíno, huraño
y se le escuchaba bramar quejoso, como agobiado por
una pena conmensurable".

Desde el comienzo de la vida fue cobijado por el cielo de una patria:

"Cuando sobre el lomo negro del cerro Farallón
las estrellas clavaban sus banderillas de luz,
lo veía descender la loma, majestuoso, doblar
la recia cerviz, resoplar su aliento de toro
macho sobre la tierra virgen y tirar un mugido
largo y potente para las rejoyas del San Lorenzo".

Unas manos que no era la acariciante lengua de su madre, pero eran las manos de una multitud que lo ayudaron a nacer. las fue sintiendo en carantoñas y consentimientos a través de su desarrollo y advenimiento de la adultez.
El amor y admiración de una pléyade de niños, con la adhesión a la grandeza de su figura, transmitían ternura a la reciedumbre de su espíritu. Niños estigmatizados con el signo de la pobreza de la época. "Los chiquillos de vientres abultados"
Había un público que lo apoyaba, un pueblo enardecido en el momento de la crisis, en el instante de su clímax. Lo estimulaba, lo instaba a reafirmarse en su liderato. Una comunidad silvestre entregada al trabajo exhaustivo, acostumbrada a repechar las horas extendidas. Ese público:

"En la vieja casona la gente se fue asomando al balcón.
Los agregados salían de sus bohíos. Los chiquillos
perforaban el aire con sus chillidos:
--El Josco pelea con el americano de los Velilla ".

No se exacerbaba por la amenaza a su puesto de semental. Le infligía dolorosamente desaparecer de la conciencia de aquella comunidad, de aquel pueblo que veneraba su figura.

"En el redondel de los cerros circunvecinos,
las voces se hicieron ecos. Los chiquillos
azuzaban al Josco."
--Dale, Josco que tú puedes.

Allí se dice que el Josco se jugaba la supremacía del padronazgo, pero en realidad, en el espíritu de la letra, allí se quiere decir la supremacía del patronazgo. Era su figura líder sobre la que se tramaba la desaparición. Pero él era un hijo de aquella comunidad:


"Lo había criado y lo quería como a un hijo.
Su único hijo.

El cronista que nos informa de la presencia de este individuo mítico, para aclarar y estatuir una intención asentada en la simbología, no deja coma después de la expresión--como a un hijo--, con aquiescencia linguística construye oración aparte
--Su único hijo--. Éste es un hijo supremo, el de la "Suprema definición", el que apoya la comunidad, al que los niños dispensan amor y entusiasmo. Él era un líder esencial, amado en la hacienda-patria, incluso por la naturaleza que lo unge en sol. El crepúsculo lo convierte en rey, vistiéndole de púrpura y las estrellas lo coronan de luces como fulgurante pedrería. Es celoso de todo lo que considera suyo: aquellas lomas, las ondulantes tierras de sembradío, el ganado en representación de sus hermanos, los niños, la peonada y las amas de casas de laboriosas manos y angustiosa vida. Es decir, la hegemonía de la patria. Toda estas raíces y plano amoroso, son la razón de su vida.
Cuando se discierne sobre ciertas características aquí atribuidas, se llega a comprender la mitología subyacente.

"Toro y hombre se fundían en un mismo paisaje en un mismo
dolor".

Se arguye en la encarnación del uno en el otro, como un ente ubicuo y, comparten el descontento de un espíritu recio y primitivo. De un pueblo representativo que es el Jincho Marcelo, brota como un helecho de barranca, el líder que recorría un "prado" de su país y, resoplaba su aliento como un verbo encendido a través de las rejoyas del San Lorenzo, a todas las comunidades donde se irguiera un descolorido, flácido, esperanzado y resistente ser, a no trastocar su estirpe. Uno piensa: por qué habría que injertarle ingredientes dexosirribunucleico a los incas del Perú, si ellos solitos, faltos de grúas y buldoses, erigieron Machu-Pichu. ¿Por qué habría que implantarles plasma germinal a los mayas?

"--Y ¿qué jacemos con el Josco?"

Hay un planteamiento de falta de equidad en años y siglos de enfrentar la injusticia institucionalizada. Allí por derecho propio, el Josco oficiaba su puesto en la campiña, pero es desplazado sin tomar en cuenta su señorío. El bohío, los arrimados, la faz macilenta, los vientres abultados de los niños, son rasgos que tipifican el pauperrismo que viene filtrándose por los siglos de indolencia y angustia cíclica. Su dolor es el dolor que padece el pueblo.

"Una inmensa congoja."

El Josco lidereaba el deseo y las ansias arcanas del pueblo, por conseguir lo que en cierta medida, atesoraba este líder mítico: la manumisión.
Pero los nuevos cambios: "Hay que mejorar la crianza" (El parcho no transformaba en nueva la pieza). Dejaban impune el flagelo. El dolor, la angustia es la perenne presencia entre la muchedumbre.

"Sangrante, como si le hubieran clavado un estoque
en mitad del corazón".
"Ha quedado hierático --Una mirada hierática, no deja ver lo que piensa, exhibe una actitud de estatua -- era la forma de pasar por la vida, aparentemente impasible, mientras ese dolor oculto, acortaba su vivir.

La aflicción opresiva, la angustia filosofal que daban característica a aquella raza de padecimiento ancestral, que particularizaba hasta los ademanes y gestos, no tan sólo a la comunidad del valle del Toa, sino la multitud de campesinos de lomas y llanos, laderas y montes de todo el país.

"Jaiba, mañoso, mohíno, huraño, quejoso, agobiado
que padecía una pena conmensurable".

Una pena que se podía descifrar, una angustia medible porque se podía esgrimir las causas e ilustrar y describir las abrumadoras evidencias seculares.

El núcleo del cuento no es la pugna, lidia atroz entre el Josco y el toro "americano", sino la desesperada lucha por echar de sus vidas la ahogante angustia que reducía las posibilidades de alcanzar la dignidad trascendental: la libertad.

Según el filósofo danés, Soren Kierkegaard, la angustia tiene algo de positivo: es un efecto existencialista que nos llega de fuera a través de la percepción y el efecto de su hondo dolor, hace estragos en su yo interior. (La cosa en sí). (La cosa en mi) de Kant.

Lo que la angustia existencialista tiene de positivo, es que obliga a entrar en una zona de comprensión alrededor de la destructible situación que se padece y se sufre.

Ese anhelo de ser libre y único en el Josco, es en el plano mítico de la obra, el deseo de establecer por derecho natural, la existencia sin trabas territoriales, sin ataduras jurídicas, en que pueda enarbolarse un pendón único en el valle del Toa, como en el país entero.

El férreo combate escenificado entre el Josco y el toro "americano" en la vereda de los guayabos, no es una batalla para medir fuerza poderío. Es una ventana para que se pueda visualizar el conflicto existencial que incomoda la vida, que nos embiste con su pesada verecundia y escarnio. Un asomo a la posibilidad.

"En la vieja casona la gente
se fue asomando al balcón."

Un asomo con efecto de ventana a la comprensión del problema
El cuento refiere una expresión muy significativa:

"Husmiando una huella misteriosa".

Pero un misterio perdido hay que b8scarlo con buen olfato. Es faena harto difícil, encontrarlo y luego develarlo. Es un enigma igual a la oscuridad, que exige la luz. el secreto demanda la divulgación. Nos impele a buscarlo en nuestra interioridad. Ese misterio es la incomprensión de la naturaleza sociopolítica en que discurre nuestra vida. Es un llamado a la reflexión, es incitación a resolver.

El líder se inmoló para que naciera la leyenda. Para que se develara en el pensamiento de cada puertorriqueño, la misteriosa condición que fuera husmiando el Josco camino a embestir el problema de frente.









"

miércoles, 25 de enero de 2012

Segunda clase de francés

Conocer cómo se dice (sí) y cómo se dice (no) en francés.

Sí= oui, se pronuncia [uí]
No= Je n'ai parler pas argent. Yo no tengo dinero.

Argent= a dinero (parler) es hablar. Siempre se dice (Je n' ai)=Yo no tengo. Más la partícula pas y luego el verbo principal, (parler)= hablar. La combinación (Je n'ai) se pronuncia, (ye ne) El apóstrofo (') significa que había una vocal después de la (n)
En francés no puede haber una vocal al final de la palabra y otra vocal al principio de la siguiente. Practíquelo con los siguientes sustantivos:
livre= libro
boiture [buatir]= carro
licence [lisás]= licencia
maison [mesó]= casa la (ai) se lee [e], la letra final, en francés, casi nunca se lee.

Bonne sort! Buena suerte!

Alucinar

Poema Canción

Aluciné... aluciné.
Mirando tus ojos,
buscando tu amor:
edificios y autos,
árboles y pájaros.
El puerto repleto
de barcos y botes.
Aluciné... aluciné.
Mi polo raído,
el jeans en andrajos.
Descalzo camino
por lugares extraños.
Tu silueta se escapa
entre la multitud.
Tu mirada me conduce
hasta donde sueñas tú.
Aluciné... aluciné.
La luna como espejo,
sostenida en mi hombro.
Tu cara sonreída,
agitados los cabellos,
asomada en la esfera
de pálida amarillez.
El mundo no te ve.
Aluciné... aluciné.

lunes, 23 de enero de 2012

Acuarela de la pobreza

Estampa

Soy un hombre pobre de nacimiento y destino. La pobreza es como la semilla de la habichuela; próspera, fértil y fuerte como la pica- pica. En ella crecen las virtudes que se erigen en puntales y travesaños del mundo. Aquí es donde el apotegma se convierte en realidad, para movilizar la vida:" La necesidad es madre de la invención o del ingenio". O donde la realidad se transforma en máxima: " Hacemos de tripas, corazones". Allí se adquiere el conocimiento carnal, de qué es la angustia y el dolor, por vía directa, más que por Kierkergaard. Se da fe acerca del hambre y se experimenta el sentimiento de la desnudez.
Las artes, por lo general, nunca florecieron, sino de la mano de la humildad.
El amor, como concepto o como ingrediente de la vida, nace en el seno de la pobreza como equilibrio de la humanidad.

domingo, 22 de enero de 2012

Toledo

Poema

Toledo, profusión de tejas y piedras.
Erigido desde la tierra parda,
ardiendo en el color del barro.
Te elevas a la plegaria
con las catedraticias agujas,
que pulsan las nubes,
en las madrugadas de aires quietos.

El Tajo bordea terso,
con vigilia de tapia acostada.
Enjambre de vencejos y palomas,
te mueven el viento.
Las volátiles aves,
castañuelean tu espacio real.

Te ciñen tu entorno olivos y rocas,
el Alcázar toca el cielo de Dios.
Los peregrinos del mundo,
recorren tus calzadas.
Las campanas de la Catedral
torean las horas de siesta y labor.

sábado, 21 de enero de 2012

De manchas blancas y negras

Poema

El sol calienta.
Arde en reflejos el prado.
Abro mi bocaza
buscando un alivio,
pero son horas críticas.
Una verja de espinos metálicos,
separa y prohíbe acceso
a la arboleda exuberante y fresca.
No descubro una alternativa
para aplacar la intensidad del fuego.
El viento, nuestro amigo, no ha llegado.
La única brisa instantánea y rauda,
la agita, revoloteando, unos pájaros blancos,
detrás de nuestras orejas
y, sobre el lomo en brasas.
Alargo ni cabeza
y canto una saloma,
quejumbrosa y triste.
Con ella me voy a los pensamientos:
recuerdo un arroyo,
entre un pastizal.
Arribo a él
y, bebo sus aguas frías.
Al cabo, se ha ido el día.
Emito un balido
como el tren o el barco,
cuando se alejan.

viernes, 20 de enero de 2012

Sobre el nombre de Lares

Lares siempre se ha llamado Lares. 

Nunca ha habido una metamorfosis o evolución en este nombre. Desde los tiempos de la mitología griega, pasando a través de los pelasgos a los romanos, este nominal permaneció incólume. Julio Michelet, en su (Historia de Roma, Argonauta, Buenos Aires, 1945, PP. 25 ), nos ofrece el siguiente dato : " La diosa Vesta de los pelasgos, protestora de los vestíbulos de los hogares,-- fíjense en la palabra vestíbulo derivada de Vesta --, en Roma,se transforma en Larunda, diosa madre de los Lares que vigilan los hogares"). De modo, que desde quel lejano origen, la composición fonológica y su integridad fonémica fue inalterada. La existencia de este sustantivo como apellido, en relación a América, la descubrimos tan temprano como en 1519, con la presencia de Hernán Cortés en Cuba (La Española ), donde se allega un secretario para sus funciones técnicas, llamado Andrés de Duero, quien era muy amigo de un contador del rey, llamado Amador de Lares, que después fallecería en México. (Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España, Bernal Díaz del Castillo, Ed., R. Sopena, 1970, PP. 200-- 389 ).
Con este apellido Lares, figurando en la nomenclatura antropológica en América, desde el siglo XV1, se cae la hipótesis de una evolución linguística en el plano de la ortología.
Si aplicáramos la lógica (disciplina filosófica ) con premisas formalmente válidas, tendríamos el siguiente resultado. En el siglo XV1, el nombre Lares, existía tal como lo conocemos hoy. De operarse evolución linguística, con el paso de los siglos, el nombre Lares, hubiera sufrido cambio en su escritura. Al presente Lares se muestra tal como era en el siglo XV1. Conclusión : Lares nunca sufrió cambio alguno.
La linguística ha demostrado, que los toponímicos provenientes de indigenismos, suelen tener evoluciones en mayor abundancia que otros originarios de España.
Así ciertos nombres aborígenes, como por ejemplo,< Coaclavaca > evoluciona a Cuernavaca. < Ayagualulco > a Acapulco ( quiere decir rambla ). <Otoao > cambia a Utuado. Sin embargo, toponímicos españoles como Aguadilla, diminutivo de agua, Lajas, Las Piedras, Ponce, Lares, etc., nunca han experimentado cambios.
Entre los nombres hispánicos han ocurrido sustituciones con el discurrir de los años y, el advenimiento de nuevas generaciones. Rábanos dio origen a Castañer, Palmar Llano, se transformó en Bo. Lares, Barrancos, pasó a ser Bo. Pueblo, El Cerro de Márquez, hoy se llama Villa Seral, (que es el nombre de Lares al revés ).
Pero los nombres de ascendencia española que no padecieron sustitución, permanecen íntegros en el seno de la diacronía.

La particularidad técnico-morfológica del nombre de Lares.


Estructuralmente, Lares consta de dos monemas: < Lar > que es un lexema y, porta el significado principal. También se le llama raíz o radical. Decifremos este lexema : < Lar > significa deidad, dios, también vale como lugar. ( Por estos lares voy de aventuras ). El otro monema lo señalamos como el morfema < es > quiere decir confirmación, que tiene existencia: es (dios ).
Si tocamos el tema de los órganos articulatorios, veremos que el nombre Lares, lleva una
[ r ] alveolar vibrante entre el fonema [ a ] y el fonema [ e ]. Esta estructura o combinación imprime el mandato de una pronunciación abierta, en la primera sílaba.
Es decir, al terminar la elocución < Lar > nos sorprendemos con la cavidad bucal, de "par en par ", totalmente abierta. Ya en disposición de sonorizar la otra sílaba < es >. Resulta más cómodo para el vulgo o el hablante popular, pronunciar la vocal ( e ) en posición bucal intermedia que cerrar aún más los labios, para vocalizar la ( i ), para que se realice un cambio evolutivo. Este impedimento inmoviliza la iniciativa de cambios ortológicos que como sabemos, la expresión populista obedece a la ley morfosintáctica del menor esfuerzo.

Evolución de las palabras.


Aquí ofrecemos algunas palabras y los cambios operados en ellas a través de los siglos.
                   
                       < aurícula >  au, cambia a ( o ). se pierden la ( ul ) queda, oreca, y luego,
                          oreja.
                       < lupo > lobo.
                       < ópera> obra.
                       <miráculo > milagro.
Siglo XV11 : < pífaro > flautín muy agudo. Evolucionó a pífano. Así se muestra al presente. ... " a deshora se oyó el son tristísimo de un pífaro. " ( Don Quijote, Cap., XXXV1).
< erutar > Expeler con ruido por la boca, los gases estomacales. " Erutar, Sancho, quiere decir regoldar, y este es uno de los más torpes vocablos que tiene la lengua castellana, aunque es muy significativo ." Erutar evolucionó a eructar. (Don Quijote, Cap.  XL111 ).
Siglo X111 < cavallo > Referente a la bestia. Evolucionó a < caballo >
"E buen cavallo en diestro que va ante sues armas." ( El cantar del Mío Cid, Cantar, 84.)
Algunos vocablos que resistieron el asedio linguístico del vulgo y, pasaron firmes e incólume a través de los siglos.
hato, codicia, prado, hortaliza, Sebastián, galardón, pendón, manos, poyo = banco, celosía, Lares.

Lares es un nombre resistente al cambio y, ha permanecido con esa característica de inmutabilidad al paso de los siglos.

jueves, 19 de enero de 2012

Sensualidad muerta

Poema

El girasol atenuó su efluvio.
El aire se alejó de sus pétalos,
porque no tiemblan los cépalos
alrededor de su encanto.

          No tocan alas en los colores,
          que los tornen en cambiantes.
          No se asoman caminantes
          a quebrar su peciolo.

Ni la música de palabras,
engruesan las venillas
sordas y amarillas,
de muertas primaveras.

          Hay paz en su esplendor,
          la nube recorre el cielo,
          la mirada que esconde el velo
          añora lo dorado.

Hoy es el entierro del perfume,
duermen cobrizas hojas,
sobre sales que moja
la lluvia de las épocas.
         
         

miércoles, 18 de enero de 2012

Una carta de ultramar

A don Arnaldo le indujo a rasgar el sobre y extraer la carta de su interior, aquel boceto de un helecho tropical. Dibujo a bolígrafo con trazos ligeros y sin pretensión artística. Era un signo. No un dibujo, bien trabajado, estampado allí. Don Carlos lo garabateó en el ángulo inferior derecho del sobre blanco. Don Carlos acompañaba todo documento, carta o comentario de entrega, con el esbozo de un helecho. Pero don Arnaldo desconocía esa espontaneidad por ser de un país distinto. Cuando el sobre cae en manos de don Arnaldo, le impresiona el dibujo del helecho. Ya hacía largos años, que en su trabajo de clasificar las cartas, día a día, husmeaba en las pilas de misivas. Siempre con afán de algún rastro o impronta, que lo llevara a descubrir, a revelar o resolver una gestión detectivesca.

En su juventud se desempeñaba como detective privado. En esa profesión resolvió muchos casos y otros los dejó encaminados. De un tirón abrió el sobre. Percibió, del interior, un olor intenso a alguna esencia desconocida. Aquella mañana aspiraba un fuerte tufo a papeles y cartones que se difundía en un aire enrarecido, dentro de un recinto cerrado, donde sólo se agitaba un cansado abanico. Ciertamente, la fragancia que el interior del sobre exhalaba dejaba una sensación extraña al olfato de don Arnaldo. Sin todavía sacar la carta de la cubierta, se alejó del depósito de la correspondencia y fue hasta su escritorio. Se preguntó por qué habría de expeler aquella carta, olor a té. Se aprestó a extraer el texto, pensando en el posible vínculo del dibujo de la cubierta,que a el se le figuraba un arbusto, pero no atinaba a decifrarlo con exactitud. Tampoco era muy definido el perfume a té oriental. Sacó la carta y acudió el sobre contra el tope del escritorio. Miró el sobre en el interior. Desplegó la hoja escrita y no encontró ningún rastro vegetal. La fragancia, ahora se percibía con mayor intensidad. Muy por lo bajo profirió un comentario, cuyas palabras comprimidas revelaban una actitud determinada: carajo aquí se guarda un mensaje esotérico. Entonces, don Arnaldo comenzó a leer la carta. A veces a la mirada más alerta y escéptica se le escapan objetivos, se les escurren elementos de valor. Cuando nuestro experimentado espía desdoblaba la carta, indagando por alguna brizna, se había deslizado un diminuto recuadro de periódico. Se ocultaba bajo el papel del texto que mantenía con ambas manos trémulas.Su empeño ilícito le excitaba. La nota remitente decía.

Admirada Sonia:
Siento como si hojas y pétalos de rosas del Generalife, crearan una diminuta trepadora alrededor del bolígrafo, que pergeña estas palabras. Percibo un delicado perfume que asperjara tus ojos al saludarme. Por esta isla en que transito, el mar se asoma en cada abra.  Tu imagen penetra en mi conciencia y se asoma como un mar sobre mi espíritu. Ahora tus ojos verán los olivos. Mi alma pensará tu imagen.

Al llegar en su lectura de esta primera parte de la carta, don Arnaldo sentía un prurito insostenible de analizarla.Buscó en su portafolio un pequeño cuaderno que estaba saturado  de apuntes, escolios, glosas, acotaciones y fragmentos de análisis de vieja correspondencia que nunca llegaron a sus destinos. De regreso a su escritorio, descubrió el pequeño recorte de periódico. Hubo un salto en su corazón y su mirada tornóse más inquisitiva. Comprendió que el recuadro se deslizó furtivamente y esto no le hizo bien en la gran fe en su esmero. Se sobresaltó aún más, al rescatar la comunicación escrita en la octavilla fotografiada. Allí un mensaje manuscrito expresaba: " Estaremos abierto para la mercancía mañana 17 de octubre a las 9 a. m. Gracias BVE "
El aviso se escribió en letra de molde, utilizando la oración vertical, con un conjunto de trece palabras en columna incluyendo números de fechas y hora y la firma con iniciales.
Toda una serie de significados se agolparon en su reflexión. En primera instancia se percató que el texto adolecía de dos faltas de puntuación. después la palabra < abierto> comienza una oración subordinada. Debe separarse mediante comas. El vocablo mercancía lleva acento sobre la vocal débil, ( í ). Pero estos hallazgos no revestían importancia-- pensó -- por la distancia y porque no se le puede pedir peras al olmo. También pensó que en ciertos casos, estas son evidencias para llevarnos al infractor. La octavilla apareció retratada en el periódico puertorriqueño, "El Nuevo Día ", sábado, 18 de octubre, de 2003,  sección de Deporte, Pág. 143. Empezó a colegir la existencia de vínculo entre la plantita dibujada en el sobre, y la palabra mercancía escrita en el aviso. Don Arnaldo, en su cuaderno, imprimió apuntes bajo el epígrafe: Trasiego Interestatal de Estupefacientes.
Después escribió, Carta de ultramar. Allí redactó esta pequeña nota. " En América, la voz mercancía significa en el estraperlo, sustancia alucinógena. En esta pieza que analizamos hay intención complementaria entre la planta estigma, aparecida en la cubierta de la carta, y el recuadro periodístico que anuncia una faena de lo que en América se conoce como
( punto de droga )." Después de este exordio, comenzó el análisis investigativo de la primera parte de la carta.

Los nominales: hojas, pétalos, rosas y trepadora, aluden, todos ellos, a los distintos estimulantes.
Los vocablos : perfume, abra, imagen, conciencia, espíritu, alma y pensamiento. Se refieren a los efectos que trasladan a un estado evanescente. El neologismo bolígrafo, sugiere dos claves semánticas: es el tallo, o sea el hombre. El mar, es el destino siempre bamboleándose en el sublime viaje ". Luego de esta nota, continuó la segunda parte del texto.

A veces, pienso en el laboratorio linguístico y creo escuchar, "La vie en rose ", cantada por Edith Piaff. También rememoro cuando gustabas melocotones y el suave manchego.
pudimos haber desarrollado una bonita amistad, en que apoyáramos nuestras vidas. Sin embargo, hoy existo dentro de un mundo oscuro e irreal. Sin base de sustento, circundado de una frágil atmósfera que no alcanza a proporcionar oxígeno para mi vida. Pero intuyo  que las penumbras evanescerse con la cálida luz de tu recuerdo, desde Granada. Espero una breve nota tuya que me traiga alegría. No te olvida, Carlos M. Mercado Galartza.

Aquí seguía escribiendo don Arnaldo.
Hay varias frases que demandan estilete.
1 Laboratorio linguístico
2La vie en rose
3Melocotones y el suave manchego
4Mundo oscuro e irreal
5Oxígeno para mi vida
6 Penumbras pueden evanescerse
7 La cálida luz
8 Breve nota
9 Que me traiga alegría
10 Mercado Galartza

En esta segunda parte --seguía relatando don Arnaldo-- sobresalen dos circunstancias: la evocación de un encuentro, de una amistad, un vínculo en donde se sustenta el tráfico de los alijos de estupefacientes. Además un pedido explícito de los alucinógenos que le urgen para su persona. La frase melocotones y el suave manchego se refieren a lo que en francés se conoce como " mamelle". En español, senos. Manchego significa, la pubis. Es una sutil alusión a la intimación que ambos disfrutaron. El laboratorio linguístico es una metonimia, que alude a la parafernalia para elaborar y poner en condición del mercado la materia prima. Todas las restantes frases describen con claridad, los tormentos de un mundo de zozobra, de angustia, de morbo y un reclamo de asistencia narcómana para mitigar los estragos. Al final, tampoco nos toma el pelo, pues no hay tal Mercado Galartza de otro modo, no existe ninguna firma, sino una exhortación a que se incremente el mercado del opio que es la mercancía que escasea, según muestra el recorte del periódico que se envía.
Galartza, indica como sabemos, una etimología que se decifra, espiga sobre la misma, especie de injerto, remembranza de opio.

Don Arnaldo se sintió satisfecho con el importante descubrimiento. Destapó el termo, sorbió café y luego encendía la pipa que olía a extrañas hierbas.

martes, 17 de enero de 2012

Clase de francés

Conocer el verbo tener en francés y su pronunciación

           Avoir-- tener. Presente         La -- oi-- se pronuncia -- [uá] avoir = auá = tener.

         
           J' ai [ ye ] Yo tengo.
           Tu as [tia] Tú tienes. La u se pronuncia [ i ]
           Il a [ ilá ] Él tiene.
           Nous avons [nu avó] Nosotros tenemos.
           Vous avez [vu avé] Vosotros tenéis, Ustedes tienen.
           Ils (ele) ont [iló] --[eló] Ellos tienen, ellas tienen.

J' ai pain [ye pe] = Yo tengo pan.  Haz lo mismo (conjugar), con todas las demás usando el sustantivo pan (pain). Se pronuncia [pe]. Puedes hacerlo, también, con la palabra agua. Se escribe eau, se pronuncia, [o].   Buena suerte!
         

Soledad de voces y sombras

Poema

Dadme la brisa para refrescar la memoria.
Tu pasado huella mi vida.
Camino entre brumas y espacios claros.
Pergeño el pensamiento
buscando imágenes y hechos.
Sólo descubro hechos o imágenes:
no atrapo una vida plena.
¿Será el marchante de fatigas y penurias?
En derruidos e hilachas,
se visten mis recuerdos.
En su día me vi sobre la colina,
en lontananza se explayaba
aquel pueblo de leños arrumbados.
En pie queda la casa,
en soledad de voces y sombras.

lunes, 16 de enero de 2012

Tarde del pájaros

"Los mismos ruiseñores cantan los mismo, y en diferentes lenguas es la misma canción".
                                                                   (Los cisnes, Rubén  Darío)

Don Rufino Rivieira, biólogo consumado a la antigua, llegó con el alba a su pequeño y atestado laboratorio. Traía dentro de un pequeño frasco de cristal, un repugnante insecto, un poco mayor que el tamaño de un maní; aún movía las patitas como el molino rota sus aspas.

La indumentaria de don Rufino era semejante a la de Pasteur, aunque él existía en esta época de la computación. Tomó la probeta que contenía alcohol y la vertió dentro del bote de vidrio, hasta hacer flotar al oscuro insecto, como un náufrago desesperado. Después la depositó en un armario repleto de frascos, piedras minerales, fósiles y una báscula del tiempo de la colonización.
El tope saledizo del armario era su escritorio improvisado. Allí colocó una banqueta de delineante y la ocupaba para iniciar la labor diaria.
Don Rufino era un profesor retirado, pero nunca cesó las investigaciones biológicas ni sus lecturas científicas ni su acopio de recortes, fósiles, insectos, etc.

Su pieza de trabajo contaba con una ventana, a través de la que se veía la pequeña huerta. La contemplación de los árboles, el escudriño de las hortalizas, el conteo de los tomates y la clasificación de los pájaros que por allí remontaban, eran sus desvelos en los momentos de asueto. En ocasiones aparecía algún pajarito inusitado. Don Rufino lo observaba cuidadosamente, para descubrir su cántico. Todas las aves volátiles son nerviosas; pero él
distinguía grados de nerviosismo entre ellas. Se fijaba si el ave, aún cuando saltaba en la misma rama, de izquierda a derecha y en forma contraria, tomaba su tiempo para espulgarse el pecho. Si levantaba un ala para hurgarse, si esponjaba el cuello para sentir la tibieza de los débiles rayos de la mañana en otoño. Si buscaba en el revés de las hojas. Cuando descubría la presencia de estos pajaritos furtivos y foráneos, iba a una de las gavetas del armario, extraía un libro en cuyos colores se había hecho sentir la pátina del tiempo. No todas las veces se topaba en las páginas del libro, con la avecilla avistada. Entonces, recurría al telescopio que le obsequió su nieto, el Dr. Rogelio Rivieira, con el afán de que iniciara nuevas actividades un poco alejado del clásico laboratorio. Se acercaba a la ventana, si tenía suerte, que el ave no hubiese levantado el vuelo, lo fijaba en la mira como quien realiza un vitral. Lo examinaba minuciosamente: buscaba la naturaleza del flojel, se interesaba en la redondez de los ojos, lo espacioso de la esfera visual, la longitud del pico y, si el esmalte era como el cuerno del toro o si lucía como un botón de nácar. Si el abanico de la cola se alzaba oblicuamente o se caía con un dejo de impotencia. Después de este reconocimiento abandonaba el telescopio y se abocaba al marco de la ventana. La mirada sin objeto y laxa parecía auxiliar la percepción de su oído. Buscaba distinguir el trino del pajarito exótico y, a veces, descifraba una armonía en el cántico. Una cadencia de notas definidas, dulces y arcanas. Entonces, buscaba su libreta de apuntes ornitológicos e imprimía, en las hojas olorosas a tiempo, unas glosas muy características.

Pero ese día, don Rufino no estuvo dedicado a los pájaros. Empleó las primeras horas de la mañana a examinar una mugre que raspó del tallo de una planta de berenjena. Compuso las laminillas, las estudió a fondo, a través del microscopio. Siempre tomaba sus apuntes y glosa, reforzando sus apreciaciones y ponderándolas a la luz de otras hipótesis en sus diversas fuentes científicas. Si en la mañana llovía, don Rufino dedicaba las horas por entero, al desempeño biológico. Pero esa mañana era clara y despejada. Después de descubrir unos microorganismos e incluirlos en su taxonomía que los particularizaban, decidió salir a la huerta ansioso por aplicarle al tallo de las berenjenas, aquella pócima que acababa de componer. Cuyo resultado fue positivo y certero en laboratorio. Las berenjenas  estuvieron precarias los últimos dos meses. Sus hojas se amarillaban con un tono enfermiso. El fruto se malograba, reducía de tamaño o se desprendía del pezón. Pero no fue él quien descubrió la presencia del mal en las plantas, sino el barbero Chirlo, quien era su gran amigo. Chirlo le visitaba con frecuencia a eso de las dos de la tarde. conversaban de pájaros  y hortalizas, pero nunca tocaban otro tema a menos que estuvieran en navidades. Chirlo le aconsejaba una unción de grasa de automóvil sobre tallos y ramas. Don Rufino le objetaba indicándole que eventualmente le perjudicaría, pues el contenido era tóxico e iría a las raíces y con las lluvias taparía la porosidad a toda la planta. Plamplinas, Rufino, las plantas no sudan, Así que don Rufino se salió con la suya y empleó su propio método. Eran las diez de la mañana, el biólogo caminaba entre su hortaliza. embadurnó un badilillo en la gelatina médica y comenzó a esparcirla allí donde se mostraba un ataque de aquellas manchas musgosas en tallos y ramas de las berenjenas. Le asustó el ruido atronador de un jet que cruzó el cielo raudo como un láser. El anciano miró al espacio, sólo alcanzó a ver lo que le pareció un alcón que va lanzado sobre su presa. Cuando hubo terminado la curación vegetal, se dispuso a abandonar la huerta, pero siempre se llevó dos tomates ejemplares. A las dos de la tarde, llegó Chirlo al balcón. Don Rufino se mecía en el sillón de caoba y mimbre. Ambos se saludaron con entusiasmo. Chirlo tenía en el carrillo izquierdo una cicatriz en forma de serpentina. Era una huella de su niñez. Don Rufino le indicó hacia el maderámen del balcón, animándole a que tomara aquel obsequio. Chirlo tomó un precioso tomate, ya casi maduro y dio las gracias a su viejo amigo. --Éstos son más grandes que los de la cosecha anterior. --ése que te doy es el más grande de todos.
Chirlo, volvió a ponerlo sobre la balandra del balcón. Le dijo, le recodara el vegetal cuando se dispusiera a irse. --Parece que te dio buen resultado el abonar las plantas con flores molidas y pajas de pulpa de cocos. --Sí, pero únicamente lo ensayé con los tomates, pues pensé que las berenjenas necesitaban algo más fuerte. --Si tú le hubieras echado, no tendrías el problema con ellas, hoy. --Esta mañana las curé. --¿ Con grasa? --Qué grasa ni qué ocho cuartos, muchacho. Le pasé una infusión química que les matará las bacterias. --Pero Rufo, de qué te va a valer si el fruto ya tiene el daño y no se va arreglar.
--Lo sé, y la mata no va a volver a parir. --¿Entonces?
--Se queda viva y si reverdece y la enfermedad desaparece, pues tengo la protección para las que van de levante. --Tienes razón, Rufo.

Doña Carmen apareció con café. Luego, volvió a salir con galletitas de vainilla. saludó a Chirlo y le preguntó por Rosario.
Era septiembre y llovía varias veces en la semana. La tarde cambiaba sus matices con      
 sosiego. Empezaron a oírse los mozambiques, cada vez con mayor escarceos. Don Rufino y Chirlo degustaban el café aromático y humeante. Engullían, también, galletitas de vainilla.
--Los mozambiques se han urbanizados, antes se les veía en el monte; pero ahora comen pan, residuos de frituras y cuanta golosina o desperdicios de alimentos encuentran. --Para mí que son glotones y eso los ha empujado a sitios más habitados. --Antes comían semillas y nada más. --Va!, pero hoy me dicen que hasta se meten en los restaurantes. --Cuando llegan en bandadas con ese croar de ellos, dan miedo; son agoreros.
Después, cuando la tarde sacaba su faralá de púrpura y violeta,Chirlo se levantó para irse.
--Llévate el tomate. --No lo dejo por nada, hacía tiempo no veía uno así. En la cena conoceré su sabor.

Chirlo acomodaba sus diversos implementos de barbero, en la antigua consola coronada de un alto espejo. Era un vetusto cristal, al que mantenía lúcido aunque lo demás mostrara un polvo fosilizado. Echaba agua al cuenco de las espumas, con una brocha de cerdas abundantes frotaba una lámina de jabón oloroso. Después con el aspersorio roció los rincones, la silla de barbero, las cuatro sillas de los clientes y hasta una pila de periódicos viejos. La barbería quedó ungida de olor muy agradable, como si la atmósfera propia del local fuera siempre de ese distintivo. Entones, percatándose de la soledad, buscó entre un mandil que desenvolvió, los utensilio  de tallar. Continuó la obra que entre ratos iba elaborando: una preciosa pipa de fumador. Esta pipa era muy particular, pues semejaba a un ruiseñor de figura ligera, alerta y gallarda. La boquilla asomaba por la cola del ave. El brocal se ahuecaba sobre la cabeza del pajarito y, su plumaje en sutiles relieves prestaban gracia y autenticidad.

Una tarde de diciembre llegó Chirlo, a casa de don Rufino. Por la calle, se fijó en la cúpula de la iglesia que se destacaba dormida por encima de todas las edificaciones. Los viejos balcones mostraban una blancura apagada. Algunas macetas de pascuas amarillas y otras de carmín encendido. La brisa que provenía de las cercanas montañas, barría la hojarasca y levantaba un caos de hojas cobrizas en los patios, calles y tejados.

Chirlo llegó con un paquete. Se acercó a la puerta de la residencia, movió la campanita que pendía de una diminuta placa metálica de estilo barroco. El golpe del pequeño badajo sonó con dulzura en el silencio de la tarde. No tardó doña Carmen en aparecer.
                            --Buenas tarde, doña Carmen.
                            --Buenas tardes,Chirlo.
Rufino se había preocupado y preguntaba qué le pasará a Chirlo que no aparece por ahí.
Doña Carmen le había informado, que a Rosario no la soltaba el asma y este mes empeoró. Después de saludarse, don Rufino le preguntó por su mujer. --Ya puede respirar y traga algunas cositas. Doña Carmen le dijo: -- pero  Chirlo, es que usted no la saca a coger el sol. --Ella no quiere salir, está muy apegada al nieto. --Ah!, que lo suelte ya. A mí no se me suben a la cabeza los míos, y cuidado que uno los quiere.
--Rufo, te traje esta bobería. Don Rufino lucía un abrigo nuevo, regalo de su nieto.
--Pues están buenas estas navidades, es el segundo presente que recibo. --Vamos al balcón, Chirlo que esta mañana oí un ruiseñor cantar en las trinitarias y uno de sus cánticos era nuevo. Nunca lo escuché puntear ese tono. Ya sentado don Rufino, en el sillón de caoba tapizado de mimbre y Chirlo en el canapé de ratán, escrutaban las trinitarias rojas, rosas y blancas, que ornamentaban el área de un extremo del balcón.
                           --  Tú sabes que ellos tienen una variedad de trinos.-- Decía don Rufino
mientras miraba el regalo todavía envuelto sobre su falda.
--Yo he oído decir, en la barbería, a un agricultor de Pezuela, que estos pajaritos imitan a los demás pichoncitos.
                            -- Puede que sea cierto, Chirlo, pero en parte. Ellos vienen congénitamente vocalizados con sus matices característicos, pero cuentan con la variedad en el silbido, por alguna necesidad o impulso aprenden trinos de los pájaros en su entorno.
                           -- me dijiste, Rufo, que ¿ oíste un tonito distinto en el ruiseñor, esta mañana?
                          --Sí. Estuvo cantando cerca de las diez. Pero antes de tú llegar estuvo por ahí.
                          --¿ Y te diste cuenta, otra vez, del tono nuevo?
                          -- Sí, volví a escuchar entre todas las cancioncitas, una muy rara. Esta mañana comprendí que era nuevo el trino número seis o siete de todos los que emitía.
Los dos amigos se interesaban tanto en su conversación, que don Rufino no se percataba de desenvolver el regalo que le obsequió Chirlo. Doña Carmen salió con café y sorullos
                          --Rufino, qué olvidadizo eres. en tu gavetero está algo que tienes para Chirlo.
                         -- ah!, sí, Camín, búscamelo un momentito.
                         --Mira Rufo, conmigo se recorta un catedrático. Tú conociste al padre, quien también era barbero y de los buenos, Juan Nieves, se llamaba.
                         -- Como no. Buen amigo mío.
                         --Hace poco me contaba, que estuvo estudiando su doctorado en Madrid. Me afirmó que descubrió cómo el ruiseñor de España, en sus cánticos al de Puerto Rico, pero varía en algunas tonalidades. Sobre todo, se fijó que no dice pitirre.
                         -- Sí, chirlo. El ruiseñor de aquí, dice pitirre clarito, entre todas las demás cadencias. Además, eso confirma mi apreciación de que ellos nacen con ciertos trinos genéticos. Otros los aprenden a su alrededor. Como en España no hay pitirres, ellos no ensayan ese cántico.
                         --Abre el regalito, Rufo
                       --  Sí, sí como no.
Don Rufino fue desenvolviendo la cajita donde estaba el presente. Alcanzó a sacar de dentro una figura barnizada con maestría, muy lustrosa. Seguidamente, exclamó.
                      --Pero qué preciosidad.
Se quedó examinando con interés absorto, aquella excepcional talla. pero su emoción lo hizo llamar a doña Carmen. Ella apareció limpiándose las manos en el delantar.
                       --Mira, Camín--, al momento que extendía el ruiseñor convertido en pipa de fumar.
                       Pero esto no se puede usar, esto es para ponerlo en la sala. Qué pieza maravillosa.
                       --Espera un momento, Chirlo. Don Rufino se dirigió a su cuarto. Al momento apareció con un estuche. Era un instrumento musical.
                        --Ábrelo, Chirlo. Es para ti. Lo encargué en Jayuya.
Chirlo levantó la tapa del estuche y con las manos nerviosas sacó un flamante y lustroso cuatro. Dio las gracias al anciano y comenzó a templar las cuerdas. Al rato doña Carmen y don Rulfo, se deleitaban con un precioso aguinaldo yaucano que Chirlo les regalaba.

miércoles, 11 de enero de 2012

El niño y el caracol Cuento de tema infantil

Porque era pobre, el niño jugaba en el camino de tierra rojiza y descarnada. Jugaba con tierra suelta, parda como el crepúsculo. Se entretenía con brisnas de hierbas y hornijas frágiles. Siempre estaba en el camino jugando, porque no tenía edad escolar. Cuando en las noches su madre hurgaba su cabello para dormirlo, sentía como si hundiera los dedos en las cenizas al rescoldo de las brasas. De día, el niño corría oreado por el verano igual que un falcón. Cuando se le llamaba para cenar, no venía. la madre restregaba los platos y volvía a llamar: mas él no se allegaba. El arrapiezo con las rodillas sobre la tierra menuda y deleznable, miraba fijamente al cielo, que amortiguaba su color a tonos más opacos y plomizos. Su mirada asombrada escudriñaba a lo profundo del cielo, en busca de un hallazgo. La madre encendía el quinqué y, el vozarrón se oía por las lomas. Continuaba el chico, con la mirada fija en algún punto del espacio. Ya el sol, en su instante de caída, afloraba en el cielo unas luces tenues. La madre lo divisaba desde la casa, pero no se inmutaba. Salía furtivamente al patio, desgajaba una vara de hibisco, el niño escuchaba con claridad el sonido, al quebrarse la rama, porque la noche comenzaba y las estrellas asomaban sus reflejos. La madre no tocaba con la rama quebrada al niño, porque al oír el zarandeo de las hojas, corría de la loma a la casa con vuelo de ave matinal. Ya en el lecho, la madre besaba las mejillas y eran cálidas com el pan dorado al horno.
                        --Madre, primero parecían de palo, después de piedra y al rato de vidrio azulito.
Al otro día el niño estaba en el camino jugando con la tierra parda.
Las hierbas altas de la hondonada caían diezmadas por la fuerza del viento. En la sacudida lanzaban al aire, multitud de polen como polvillo de oro suspendido en el espacio. El chico contemplaba la diseminación del polen elevarse flotando sobre el farallón y por el camino. Algunos filamentos le parecían escamas de peces. Otras eran motillas de algodón. El muchachito, corría tras el polen camino abajo, desbocado, corría tan ligero que parecía elevarse igual que el cúmulo de pajuelas.
En la tarde el niño sintió una sombra templada, que pasó por su espalda. Se apartó del camino echando al aire, un puñado de tierra muy fina. Estuvo al cercado de alambre porque vio el cielo ponerse ceñudo y grisáceo. Entonces auscultó el abismo por donde bajaban las aguas turbias y convulsas, escuchaba quedamente el lejano zumbido.
Por la noche, ya en la cama, dijo a su madre. --Ma. Hoy lo vi clarito, arrastraba troncos y bambúas.

Un día el chiquitín escarbaba la tierra del camino con una astilla, cuando vio aflorar un cascajo. Después le pareció, al tiempo que quitaba una porción mayor de tierra, una piedra. Tuvo dudas, porque vio que lucía un brillo distinto a las piedras y escarbó con entusiasmo y mayor esfuerzo. Cuando pudo apalancarlo, descubrió un hermoso caracol.
Ese día visitó el pozo y lavó el caracol en las aguas que corrían después del manantial. Tomó un puñado de arenilla y restregó le esmalte del caracol. Lo hundía en la corriente y la pieza se lustraba como una luna llena. Se turbaba su configuración al refractarse con el efecto de las aguas tenuemente agitadas. Entonces, sumergía el caracol, a cada momento, para verlo alargarse tembloroso bajo la corriente. Después arrancó un haz de hierbas, lo dobló para hacerlo menos dúctil y, comenzó a frotar por la oquedad del caracol para despejarlo de tierra en su interior. Volvió a hundirlo y al sacarlo, quedó lúcido y nacarino. Al ver una naranja bloqueada y detenida por unas piedras del arroyo, se fijó cómo saltaba y rotaba con el ímpetu de la suave corriente. El niño decidió cogerla. Colocó el caracol sobre una toba soleada. Al pisar sobre una piedra lamosa, perdió el equilibrio y se cayó con estrépito. Su cara salpicada de agua, mostraba entre susto y diversión. Sus ojos quedaron bordeados de burbujas. Cuando se incorporó alcanzó la naranja. Con sus manitas acostumbradas a raspar la tierra parda, hurgó en la corteza húmeda y desgajó la fruta en dos mitades, mojando sus muslos con el jugo liberado. Hundió los dientes en la pulpa y se deleitó. El zumo hería sus ojos con la fuerza de un aerosol. Recogió algunas cáscaras y las echó a navegar. La blonda corriente acercaba las cortezas a la orilla y, las varaba junto a la menuda pedrería. El niño buscaba una vara entre las hojas secas y desencayaba  sus imaginadas embarcaciones, que navegaban luego, corriente abajo hasta perderse en el meandro.
Por la noche la madre le contó, que esos caracoles eran de muy lejos. Había que pasar por muchos pueblos. Después de viajar un largo camino, se encontrarían el lugar de los caracoles.
Ese lugar tiene un nombre muy bonito. Se llama el mar. El mar es como el cercado de don Balta.Verdecito y el agua se mueve y se mueve como la hamaca de doña Pasita. Allí siempre sopla el viento mucho más que en la loma. Entonces en la orilla hay mucha arena y cuando uno camina se hunden los pies. Algunas personas buscan arena para hacer casas. Los padres que pueden, llevan a los niños al mar y, ellos juegan en la arena haciendo montañitas y cuevas de indios. Cuando yo era niña, vivía cerca del mar.
Al otro día, después del desayuno, la madre le enseñó a acercarse la oquedad del caracol al oído y descubrió el sonido del mar. Cuando el viento sacudía el arbolito de guanábana. el mar se oía clarito dentro del caracol.
Un día se lo acercó al oído y escuchó voces.
             --¡Tierra a la vista! -- ¡Todos a sus puestos!
Seguidamente vio muy claro lo que ocurrió.
Unos marinos de color soleados y rojos, con barbas crecidas, bajaban las velas del barco, removían barriles e izaban una bandera de color negra. El barco se acercaba a la orilla. Hablaban fuerte como mugidos de toros. Comenzaron a llenar sacos de arena hasta que el barco empezó a moverse de lado y lado. Al terminar se fueron. El barco se alejaba y se fue gastando en el mar como si fuera de hielo.
El niño puso el caracol bajo el arbolito de guanábana y se dedicó a jugar con la tierra parda. Sintió que sus pies se mojaban con agua azul. Sorprendido buscó el caracol y notó que de su oquedad fluía, a borbotones, el agua. No cesaba de emerger el fuerte chorro como una cañería averiada. Se deslizaba por la hondonada y al atardecer el mar había salido enteramente del caracol
La madre lo sacudía diciéndole: Carlitos, hijo, levántate que hoy vas para la escuela.

martes, 10 de enero de 2012

Incas

En honor de Eugenio M. de Hostos. Estos poemas del Maestro, sacado de un poemario suyo desconocido hasta el momento, pero dado a la luz como trabajo de tesis, fueron organizados y compilados por mí como requerimiento de curso doctoral en U. P. R.

Era la primera vez,
veía a los descendientes
puros de Atahualpa
y Huáscar.
los verdaderos andícolas,
hijos nativos de las mesetas.
Tenían ojos negros,
sin resplandor intelectual,
resplandecientes de dulzura.
El vértice del ojo
como la raza mongola:
pálido- amarillo el color del rostro.
Atahualpa y Huácar.
Imperio del sol.
Un niño llorón
fajado en la espalda
de su madre,
sacando la cabecita
a manera de cuévano.
Puro, original,
de hermosísimos ojos negros.
Llevan cubierta la cabeza.
Iban buscando compradores
para ciertas pieles,
pero no lo demostraban.
Raza orgullosa,
hombres de dignidad.
Raza que reciste
sol, nieve, soroche;
agua, rayos, vientos
y ríos crecidos.
Y aquella colonización
de aventureros
que destruyó
aquel imperio celeste.

( págs. 100, 101, 115, 116, 136 ,137, 138, Ed., 1969, Hacia el sur, Mi viaje al sur)

En el interior está la luz

Si la luz del espíritu
no es menos creadora
que la luz solar,
por qué hemos de ser
tan torpemente sensualista?
Los que de esto se asombren,
no se han mirado
nunca por dentro.
Cuando vean el primer
rayo de luz,
la nada sensual
que flotaba,
este génesis diario
a que tan indiferente somos,
verán que el interior  del hombre,
es como el interior
del aposento oscuro:
la conciencia no vive
en el tumulto,
nuestra alma
es  ávida de la claridad.

( Hostos, La tela de araña, Literatura, Caps.,6-7-11, Págs., 138-139-178, Vol. 1, Tomo
1V, Ed., U,P. R. 1997)

lunes, 9 de enero de 2012

La noche de Vieques

La noche del cielo tiene olor a peces que recién se engarzan. Los gatos la contemplan desde los tejados. No les es fácil alcanzar las cumbres de los edificios, pero ellos tienen músculos de acróbatas. Aquellas noches estrelladas son propicias. Los felinos creen inequívocamente, que esos destellos temblorosos, por aquellas alturas obscuras, son peces auténticos. Ellos se revuelcan y mastican el aromático aire, emprendiendo después, una jaculatoria mientras elevan sus cabezas al cielo, un tanto ladeadas, con las orejas agudas y oscilantes lanzan al espacio nocturno sus miradas, que son haces de ascuas y al mismo tiempo, cimbeles que atrapan los peces celestes.
Hay gatos que no tienen tejados. Esos,cuando aparecen las noches cerradas de obscuridades
plena de constelaciones van al descampado. Cruzan las alambradas de púas, saltan las albarradas de piedras, se adentran en los barbechos para contemplar los pisciformes relumbrantes del cielo. Allí, en pleno desafuero sueltan galimatías y dan vueltas y saltos entre las cizañas. Contemplan entre rato y rato los brillosos capitanes, el pez luna, las sardinas plateadas los chillos en fuego, allá en el profundo mar gaseoso encendido de constelaciones.
Pero no todos regresan. Cuando están intensamente arrobados por el fuerte olor a mariscos, de entre los breñales les sacuden la espoleta, los proyectiles y los cañonazos. Cuando regresan en contra de sus mejores deseos, ven las vísceras brotadas de sus hermanos. Ven también, de otros que antes que ellos penetraron a extasiarse con los peces cerúleos, a aspirar el viento del mar. Tropiezan además, con los arcos de costillas pegadas a los segmentos del hueso desnudo de la columna vertebral, cuyo hueso de la testa no aparece por el contorno.
La noche ha de acabar muy pronto, entonces, al alba se recogerán las flores.

domingo, 8 de enero de 2012

Casas lóbregas

En Lares sobreviven un grupo de  casas lóbregas y silenciosas. Algunas de estas edificaciones, elevan sobre techumbre, un sombrío ramaje de algún árbol viejo y rechoncho, que trata de ocultar la fachada. Se arroja sobre la construcción la sombra de un jardín perezoso y descuidado. Nunca hay gente en sus balcones. Muestran un carácter de espantapájaros para los humildes que la miran. Otras desteñidas, pátina implacable de años de abandono. Ventanas clausuradas, marcos desbalanceados, jambas brotadas, soles truncos fragmentados en crestas cortantes y, aún así, dentro de esa escombrera, vive una familia aferrada a la vida bajo techo. Algunas de estas casas se asientan en espera larga, con su aura espiritual y una mansedumbre impasible, que nos recuerda la leyenda del lebrel que aguarda a su amo náufrago entre las rocas de un mar indiferente. A éstas le han crecido matorrales, zarza arborescencia y pérgolas. Las hiedras la carcomen por algunas resquebrajaduras. Las raíces se trepan irreverentemente por las columnas de los balcones. Sólo una de estas casas melancólicas, toda ella de madera antigua, exhibe un jardín de rosas cultivadas con esmero. esta residencia atesora la autora de una legendaria familia de coherencia singular, todos profesionales, con raíces de humildad en sus corazones. Pero también, conviven entre otras, unas moradas pulcras que resisten el empuje de los nuevos diseños y domeñan con su carácter la ostentación de los voluminosos y nuevos alcázares que se van erigiendo en el pueblo. Son casas anacrónicas, pero persisten con gracia. Han perdido la hegemonía, pero ganaron hidalguía. Sus diseños parecen eternizarse al calor de su entorno.

sábado, 7 de enero de 2012

Bailes

Reflexión
Quizás los motivos inherentes al baile de un bolero, de un bals y una danza no sean los mismos que cautivan en la salsa, el reggaetón, el rook y otros bailables de intenso ritmo. En bolero y danza la suavidad impera. Se transfigura la pareja, en entes de serenidad. El ritmo es semejante a esas tenues ondas que imperceptible se mueven en la delicada brisa de la tarde, sobre las aguas de un lago. Los ejecutantes se sienten cerca. A veces, perciben el palpitar de sus corazones y la calidez de sus frentes. Hay un tiempo y un espacio para soñar sus esperanzas. La música o la vocalización acogen la idea y estimulan el sentimiento.
En cambio, cuando estalla el bailongo de ciertos ritmos como la lambada, el reggaetón, el rook y la salsa, con otros musicales violentos de intensos contoneos, el interés y los gustos responden a distintos orígenes. El estado de entusiasmo satura los sentidos. Los cuerpos se dispersan. La inclinación licenciosa es pura actuación de éxtasis. El espíritu está suelto y sin designio definido. No hay un pensamiento ni una idea atada a un instante de amor. Todo es sensorial, exaltación y gritos. Más que alegría, son deseos de coito. El tono de la música ha de ser explosiva. Se llena el ambiente de gestos y ademanes, que no se podrían decifrar, porque envuelven finalidades absurdas y demenciales que cicunscriben los aleteos del ave sobre el otro ánade. Pero todos tienen su atractivo y su exquisitez. Hay ambiente para la juventud y momentos para los años de solaz.

Fuego en los bosques

Poema

Cuando veo los árboles envueltos en fuego,
entre los bosques en llamas,
a través de los campos calcinados del orbe,
siento una brumosa pena en mi conciencia.
Estos estáticos seres, resisten la incandescencia,
que devoran tallos estremecidos,
por la rabia de las flamas
y la fusta del viento.
¿Habrá una resignación ante la vorágine
abrasadora de un infierno desatado?
¿Será sereno, silente, pero impactante,
arrebatador su dolor maderero?
O¿será simplemente, una acción y reacción
natural, científica de la combustión orgánica?
De todos modo, hay en mí, un horripilante
dolor que sacude mi humanidad.
Cuando el avión penetra la ingente bocanada
pírica, lleva pendiente el cántaro metálico,
que suelta el agua refrescante
en lluvia diseminada,
que ahoga el oxígeno.
Pienso un instante, que el chapuzón
consuela su infernal angustia.

viernes, 6 de enero de 2012

Paisaje arquitectónico

El arquitecto es el único artista que crea su arte para ser habitado.
La gran propiedad del hombre universal, es el paisaje.  La tierra, en ocasiones, se le prohibe pisarla, pero el paisaje llega a sus ojos y habita en su alma.

"La vida es más importante que la arquitectura".--Niemeyer--.
"El espacio es parte de la arquitectura".--ibid.
El paisaje es espacio y arquitectura.
Recoge en su entorno,
aquellos signos que prestan balance a la belleza.
Al revelarse la estancia del esteticismo,
prende en el alma una estrella
que toca y destella la propia vida.

Leyenda de la Rambla

     Cuando decidieron construir la iglesia primada de Lares, era el día trece de las cabañuelas, una tarde llena de luz y sin presagio de lluvia. Siete personas salieron a recorrer las colinas. Buscaban un altozano rodeado de abundantes aguas, pero con tierras feraces y llanas hacia la falda de la aislada montaña. Estuvieron tres días explorando aquella geografía. Una zona poblada de mogotes y limpias quebradas. Descubrieron todas las condiciones menos una. No se encontró el requerimiento de un valle cerca de la sima de la colina. Optaron por una elevación al pie de la cual fluían cuerpos de aguas dóciles. Al reunirse los siete integrantes para conocer los atisbos, los pareceres, los aciertos o los inconvenientes de la exploración, alguien se dio cuenta que entre ellos, figuraba una mujer. Cinco de los hombres se alteraron,  sufrieron inquietudes y un desagradable malestar, que no ocultaban en su desempeño y objetivos. Se congregaron bajo la espesura del copioso follaje a orilla de un arroyo rumoroso que discurría por aquella sombreada ribera. El caudillo de la expedición se sentó sobre una roca. Todos se arremolinaron junto a él. Se abrieron las exposiciones y cada cual expresó argumentos respecto a conveniencias y obstáculos. Hablaron seis varones, pero nadie preguntó nada a la mujer. Ella tiró del sombrero y del paño con que ocultaba los laterales de su rostro. Se puso de pie, anduvo entre los hombres que la miraban ceñudos. Ya no disimulaba su identidad. Su cabellera negra y suelta, mostraba unas ligeras ondulaciones que reflejaban las claridades del sol filtrado. Todos convinieron en escoger aquel lugar de sombras, silencio y boscaje, de aguas cantarinas y transparentes. La hermosa mujer de mirada escatológica, dejó escuchar su voz sutil y armoniosa.
                                                  --Aquí no se va a construir nada.
                                                  --¿cómo?
                                                  --Nada se va a edificar en estos siglos.
                                                  --¿por qué razón?
                                                  --Allí donde ven ese jardín espontáneo y silvestre 
                                                    emane un surtidor de aguas profundas, frescas y 
                                                    nutrientes. Esas aguas derribarán cualquier estructura
                                                    que se levante en este lugar.
Todos miraron el sitio donde crecían los arbustos, helechos y flores. La mirada de aquellos rostros revelaba escepticismo, también sorpresa. Todos sabían que al pasar por el lugar, no existía jardín alguno. El supuesto vergel era un breñal con rocas. Lo habían visto, pero flores tan lucidas, amarillas y rojas y prolíferas, parecía prestidigitación de un momento. Todo ocurrió, según pensaron ellos, cuando la mujer señaló con su índice aquel área. Estaban seguros. En un momento específico, cinco de ellos tomaron conciencia de que eran impresionados bajo trance de efecto paranormal. Sólo uno de ellos veía a sus compañeros hablando y realizando gestos y ademanes sin que delante de ellos hubiese alguien que recibiera sus palabras. Este joven le posó las manos sobre los hombros de ellos, para auscultar qué les pasaba. El caudillo, quien era un fraile franciscano, le respondió que acababan de recibir un mandato de un ángel de Dios quien les refirió que vendrá otra persona a quien se le encomendará escoger el lugar exacto donde se erigirá el templo y alrededor crecerá el poblado. También indicó que en el jardín de geranios, rosas y margaritas, brotará un surtidor de aguas puras de manantial. El joven miraba hacia donde ellos veían el jardín, pero no lo descubría y sólo divisaba una planta de margaritas blancas de corolas amarillas. El fraile continuó su explicación aduciendo, que además la mítica dama auguró que aquel lugar se llamaría la Rambla y el manantial se nombraría, el pozo de Santa Rosa. Profetizó que vendría una época de prosperidad y beneficio espiritual para el poblado. Cuando el fraile se expresaba afirmando que la bella deidad, desapareció exhibiendo una aureola de luz verde. Quedó en el aire el círculo verde encendido, aún cuando la fémina figura se deshizo como una ninfa. El halo de luz verde voló suavemente sobre mágico vergel. El joven que permanecía en la dimensión de la realidad, pudo ver el jardín y la aureola esmeralda flotando sobre él. Entonces, comenzaron a escuchar un sonido de ebullición y un leve estallido en medio del jardín. Al momento, vieron elevarse con fuerza, aquel chorro propulsado por energía natural convertido en un surtidor de aguas plateadas y espumosas, que al caer, les empapó sus cabellos y rostros, sintiéndose al momento curados de cuantos achaques padecían. 
Cuentan que en las noches de las cabañuelas, se ve flotar hacia el pozo de Santa Rosa, una aureola de luz verde.
                                                                           

La gorra del capitán

Una flor de luz en la negra visera,
resbalaba a los extremos
de su forma arqueada.
El bonete plano, de albura encendida,
destacaba frontalmente la insignia
broncínea de origen marino.
Hacia el abismo de la borda,
el verdoso mar
quemaba las aguas en sosiego.
El crucero, hotel de herraje y ébano,
despedía los viajeros,
prendados de curiosidad y esperanzas.
Aquella gorra blanca, de negra visera,
fulguraba a babor.
A veces, la luna llevada
por lienzos de nubes en viaje,
busca tocar una bruna tez.
El emblema destellaba 
y deslumbraba 
la fina cinta amarilla
que remataba sobre lo blanco
y negro del tocado.
Alguna vez fue quitada de su cumbre,
para saludar una dama
o puesta en el latir del corazón,
para el protocolo de la enseña.
Desde la cima de la de la cabellera
enhiesta y poderosa,
le ha salpicado la oscura borrasca.
Sólo en la noche
reposa sobre la mesa,
junto a la bitácora
y un libro universal.

Ruedas



Llantas, ruedas, gomas.
Mientras se lavan
su oscuridad se despeja.
Hace lucir al auto
que descansa amortiguado.
La espuma del líquido jabón
la ennegrece.
Surge bella
de las aguas enjuagadoras.
Entonces un químico
industrial, las torna en deslumbrantes
diamantes de carburo.




Tejas--Tuile

Y ahora caen en mis ojos, 
a través de los cristales de las ventanas
las rojizas tejas de las viejas techumbres,
de aquel barrio de casas pedreras apiñadas.
Veo en el aire la urdimbre terroza,
de un mar de aguas ondeantes
teñidas de sangre rancia.
Lo imbricado se suelta
Ahora, en la distancia
aparecen unas y otras
separadas y flotantes.
Y así junto a las ramas del árbol,
una sola teja vuela
con su rojo broncíneo
que el sol extenuado va apagando.
Entre el espacio se ve un poco de cielo
y, detrás de algunas nubes
surgen encendidas tejas,
que anuncian crepúsculos paisajistas.

Ford negro 1948

Lo veo, con enamoramiento en 1956. Está estacionado frente al garaje de madera decrépita, con algunas tablas arrumbadas. Don Fonso era el antiguo mecánico que allí laboraba. 
El auto pertenecía al Dr. Martínez de ascendencia dominicana, que lo amaba y atesoraba. Don Fonso se ocupaba de instalarle piezas de amortiguamiento, alguna cablería y ciertas placas plateadas, paloma de cuerpo cromático y alas de cristales verdes, como pequeño mascarón de proa. También laboraba en aquellos efectos mecánicos para que el precioso auto encendiera siempre de inmediato. 
Para aquel tiempo, el pueblito de Lares, sólo contaba con una carretera de brea que nos conectaba con San Sebastían y Arecibo, de oeste a norte. Tenía, nuestro pueblito otros ramales que conducían a los once barrios. 

Los domingos, el Dr. Martínez abría las dos altas hojas del garaje, encendía el carro, emprendía la marcha lentamente y lo detenía frente al garaje para cerrar las grandes hojas. El médico le pasaba una bayeta sobre el cristal del frente, el bonete y guardalodos. Lustraba las baretas aniqueladas, los "sport light" y focos traseros.
El auto quedaba brillante.Lucía llantas de bandas blancas que contrataba con su color negro.


Se podían contar las explosiones del motor, sereno de ritmo firme. Siempre tocaba la bocina antes de salir-agu--u--u--go-. al marcharse iba suave, como si trotara sobre un pura sangre. Yo me encontraba sentado en uno de los dos podios de la entrada a la vieja Escuela Superior, que se enclavaba sobre un leve alcor. Desde allí contemplaba el Ford negro, de antena arqueada en la parte trasera. La visera que ostentaba sobre el cristal delantero, también negra y lustrosa, matizaba la bella silueta del auto. Al irse de paseo ese domingo, daba varias vueltas con el propósito de calentar su Ford y, a la vez lucirlo. Y0 disfrutaba al contemplarlo subir y bajar con sus llantas bandas blancas y el golpe seco que se oía cuando el pedal del "cloche" retrocedía súbito sin que el pie opusiera resistencia.
Al paso del Ford del 48, doblaban las vetustas campanas de la iglesia, cuya autenticidad en el sonido particular y bello como las notas de la Flauta mágica de Mozart, establecía una sinonimia de agrado al alma con el delicado auto.

Un día las campanas características y peculiares del pueblo, desaparecieron.
Desde entonces, cuando el Ford negro salía a pasear, las verdes hojas del cañaveral se inclinaban como reverencia por efecto de un viento mágico y emergía una bandada de pequeños pajaritos multicolores que nosotros llamábamos finches, parecían saludar el auto al cruzarse en vuelo por encima de su capota.

Un día estuve al hospital para un examen físico mandatorio del equipo de baloncesto. En uno de los espacios para aparcar los médicos, estaba graciosamente estacionado el Ford negro del 48. Algunos estudiantes varones, inclusive, muchachas también, se acercaron al auto, lo observaban con admiración. Una de ellas, Tata Ramírez, tocó con sus blancas y diminutas manos, los reflectores que don Fonso Gonzague, había instalado cerca de ambas ventanillas de cristal delanteras. Se manejaban las posiciones de la luz manualmente desde el interior del auto. Estos reflectores eran en forma ojival hacia atrás y circulares en su fanal, con un borde broceado simulando oro en el brocal que sujetaba los cristales tallados.Aquellos focos le daban singularidad y belleza al Ford. Era majestuosa la presencia del auto porque a diferencia de los grandes, este modelo era dos puertas de estilo deportivo.

Los jóvenes, que a través de los espejos miråbamos los interiores, nos impresionaba el lujo que se le había agregado: en el espaldar de los asientos delanteros se le preparó,en piel, un bolsillo para colocar revistas o correspondencia. 
Tenía un abanico sobre el "dash" y muchos otros artilugios.Las personas adultas que se desplazaban en busca de las medicinas, no contemplaban el automóvil, esas pasaban como si nada les interesara, sino los medicamentos. Numerosas personas venían de los campos. Siempre había allí un trajín de ciudadanos.

En aquellos tiempos, el frío calaba con intensidad. Sobre todo, en otoño e invierno. Eran tiempo de exuberante follaje, de abundante arboleda, de quebradas de cauces despejados, de gran actividad pluvial.
A veces, se presentaba el domingo nublado, gris, caliginoso y frío con chubascos intermitentes. Yo sabía que el Dr. Martínez, sacaría el carro aún bajo la lluvia. Como era una llovizna leve, me calé el sombrero negro de pescador, que me regalaron cuando estuve en el campamento Guajataca de los jóvenes escuchas. Me allegaba hasta la barrita "Pepito's Coffee Shop", cercana al garaje de don Fonso desde allí veía al médico, siempre vestido de blanco, acudir con paraguas a abrir las puertas del garaje y encender el Ford. Lo mantuvo prendido diez minutos y fue saliendo del garaje despacio, mientras el auto se mostraba en su esplendor dócil como un pinguino. Lo observé con entusiasmo pasar frente a nosotros, bajo una lluvia de ángel, ostentando la paloma cromada de alas de cristal verde hasta que desapareció en la primera curva rumbo a barrancos.

Tata Ramírez iba a escuchar misa, protegida por una sombrilla rosada. Al pasar me dijo-- ¿ Lo viste?-- Y después-- Adiós.

Comenzando la década del ' 60, el auto Ford negro del '48 y de una belleza particular, lo habían trasladado a Río Piedras. 
Dr. Martínez se instaló en esa localidad. al pueblo de Lares, a su carretera y a mi espíritu le faltaba un motivo de simpatía y de emoción.