Jerusalén.
Semeja un gigantesco cementerio,
antiguo y vestigioso .
Ningún féretro viene a yacer .
Los árboles pétreos
vigilan el paso del simún .
El cielo sin nubes , kipa celeste
paróa la raza de David ;
lienzo azul para moros.
El viento pasa entre las piedras
y edificaciones marmóreas,
dejando un rumor de soledad .
El sol enciende los guijarros ,
y oscurece el rostro de palestinas ,
que miran los olivos del este
y piensan en rancias generaciones .
Domo de la Roca , de oro luminiscente.
El cimborio toma la luz de las arenas
y el matiz de las estrellas .
Un manso asno camina
para el Santo Sepulcro ,
pero se pierde por los recovecos
con paso torpe de renqueante .
Va el pollino entre muro calzadas y peldaños.
,
Por aquellos , de una alberca ,
un ángel movía sus aguas.
El primero en lanzarse
limpiaba sus padecimientos .
Acaso , entre las tobas seculares ,
¿ se descubrirían monedas de cambistas o de César ?
Moshe Dayan
oteaba con un ojo solitario,
desde el desierto hasta Jerusalén.
Jasser Arafat mudaba su piel ,
pero su designio era medular :
La paz con Palestina estado
consumirá la guerra .
Cisjordania escuchará
palabras terrenales y palabras celestes .
Monte de los Olivos
se esparse un cántico ecléctico
que dulcemente enlaza , ,
a occidente , musulmanes y semíticos.
Una melodía angélica
con resonancia de aguas jordánicas,
de suaves tonos y trémulos compases
evocadores de Escipiones
con los cascos resonantes de los corceles .
Memoriales de los Magos tras la estrella.
y un arrullo de nanas en olores
de pienso y freza .
Un sentido lamento en la noche mágica :
" Jerusalén , Jerusalé ,
cuantas veces
quise abrigarte bajo el ala
como a los polluelos ".
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