Al principio parecía imperceptible. La temperatura en la biblioteca inducía al recogimiento. Entonces uno se embozaba y leía con absorción. Las páginas blancas eran nuestro único mundo, el silencio absoluto, nuestro tiempo vital. La luz blanca del recinto transparentaba el esmalte del mueble rectangular y parecía otra luz que irradiaba desde las mesas hacia el ámbito de la biblioteca. Había un olor a aire, olor a libros y a revistas brillantes. También se suspendía sin desvanecer ni herir, un perfume ecléctico, como si un hisopo de plata asperjara indefinidamente.
Mientras pasaba las páginas, cada breve tiempo miraba el resplandor de mi anillo de oro. Era el signo del posesivo, pero también recordé que era un enlace hacia la libertad. Pues uno vive atado a sus padres y, al casarse adquiere la condición de manumiso. El fulgor limón creaba lo único bronceado entre el haz de blancura que dominaba los retazos de mi vista. Unas campanadas agradables y cadenciosas se filtraron a la atmósfera pulcra de la sala de lectura, para anunciar la hora. Al rato, me pareció que las campanadas habían quedado atrás, apresadas en un pasaje ya leído.
La lectura me entusiasmaba y el limpio tiempo de silencio me sedujo a sentir que penetraba el ambiente de primavera de aquellos montes de Campania que proponía la narración. Eran los tiempos del gran general cartaginés, Aníbal Barca, ( su recorrido del 218 al 183 A. de C. ).
Vi el momento en que Favio, jefe de las tropas de Roma, se ocultaba en el bosque, cerca de los desfiladeros. Desde allí, resguardado por las gasas de neblinas, veía de la manera que Aníbal quemaba las fértiles tierras y las propiedades de marsos y pelignianos. Parecía escuchar los gritos de los que se consumían entre las llamas. Aníbal los sabía ocultos. Entonces en una de sus estrategias abruptas reunió dos mil bueyes y a todos les ató en los cuernos unas abundantes faginas y las encendió en llamas devoradoras. Los soltó en la noche por aquellos montes y los soldados romanos no atisbaban a discernir que eran aquellas llamas fugitivas y alarmantes, aquella multitud de hogueras como soles en medio de la noche. Se asustaron y desmoralizaron. Así pudo Aníbal abrirse paso rumbo a Roma.
Los murmullos empezaron a sentirse al cabo de una hora de lectura penetrante. Primero se escucharon bostezos en distintos puntos de las mesas, algo así como indios que lanzaran señales. Después se escuchó el sonido de trasquilar ovejas, eran las páginas según sus rasgueos cuando las manos ansiosas las sucedían. A estas leves inquietudes les siguieron las sordas voces propias para confidencias. Pero al cabo de un tiempo de descanso a los ojos, volvían los lectores al abismo del silencio.
Sentí un leve taconeo de alguna mujer que entraba a la sala de lectura. Debe ser alta y delgada pues sus pisadas no acababan de matizarse con aplomo, sino que chocaban el piso con paciencia. Su taconeo era amortiguado y los zapatos parecían respetar el suelo. Fue entonces cuando despegué mis ojos de la lectura por primera vez. Busqué la huella del sonido de los pasos y descubrí la mujer que procuraba sentarse. Me di cuenta de su estatura : era espigada, pero más delgada de lo que pensé. Volví a la lectura. J. Michelet informaba que Aníbal perdió un ojo en su paso por los Pirineos. Iba montado en el último elefante que le quedaba y el frío, la humedad y las vigilias terminaron con uno de sus ojos.
Escuché otra vez, en la soledad aparente de la biblioteca, unos pasos que se acercaban por el fondo del recinto. Sonaban con ligereza, pero se posaban con fuerza sobre las losetas. Su taconeo tecleaba con firmeza y, hasta parecía producir una especie de eco con cada asiento de los zapatos. Los pasos se sucedían tan repetidos como trozos de redoble. Pensé : " esta mujer es gorda, de estatura normal, pero viene tímida. Le parece que la miran y por alguna razón se irá pronto ". Yo pensaba en estas circunstancias sin despegar los ojos de las páginas, sin levantar la frente. No quise comprobar si era robusta y seguí escuchando el redoble de sus zapatos. Oí que preguntó algo junto al mostrador, pero no percibí la respuesta. Probablemente le respondieron con un gesto. Comenzó a retirarse de la sala, ahora con los pasos aún más ligero. Era un fragmento de redoble su zapateo, pero la posadera firme como si toda la planta hiciera contacto al mismo tiempo con la superficie. No pude reprimir la curiosidad y, alcé la vista. Comprobé que la mujer era gruesa y como de cinco pies y algunas pulgadas de estatura. Asomé una sonrisa mordaz y continué leyendo.
En la lectura se habla de la genialidad de Arquímides. " Aquel poderoso inventor estaba tan preocupado con la persecución de las verdades matemáticas, que se olvidaba de comer y beber arrastrado al baño por sus amigos trazaba todavía figura con el dedo en las cenizas del hogar y en su cuerpo untado de aceite. Semejante hombre había de hacer poco caso de romanos y cartagineses. Pero se entusiasmó ante el sitio de Siracusa, como cualquier otro problema y quiso descender de la geometría a la mecánica.
Inventó máquinas terribles que arrojaba sobre la escuadra romana piedras de 600 libras de peso, o que al inclinarse hacia el mar, agarraban un barco, le hacían dar una vuelta y lo estrellaban contra los peñascos, los tripulantes volaban por todas partes como piedras lanzadas por la honda. Inventó también, espejos concéntricos que reflejando a lo lejos la luz y el calor abrasaba en el mar la armada romana, Los soldados no se atrevían a acercarse, al menor objeto que aparecía en la muralla, volvían la espalda gritando que era alguna otra invención de Arquímedes".
Aníbal Barca que rodeaba a Roma, cierto día fue sorprendido por un emisario enviado por Claudio Nerón, que arrojó la cabeza de Asdrúbal , hermano de Aníbal, a los piés de éste. Después de Aníbal perder su última batalla, frente a Publio Cornelio Escipión, el Africano, en Catago, ( la batalla de Zama, 202 A. de C. ). Huyó a Siria y en una ocasión en que un comando de soldados romanos lo perseguía, cumpliendo un juramento que su padre Amílcar Barca le hiciera prometer, cuando Aníbal era niño, que le dijo: " júrame que nunca te dejarás apresar de los romanos y preferirás morir antes de someterte al escarnio de ellos ".
Aníbal, tomó una sortija que ocultaba el polvo de arsénico y lo apuró. Cuando los romanos llegaron hasta su presencia ya Aníbal estaba sin vida.
lunes, 16 de febrero de 2015
martes, 10 de febrero de 2015
Estrategia exitosa para Puerto Rico
Propuesta :
Puerto Rico se encuentra inmerso en la peor crisis de su historia, con referencia al ámbito económico, político y social. Está sumido en círculos viciosos que se elevan en espirales y, se tornan en espiroquetas que lo destruyen todo.
" La deuda total del gobierno de la isla asciende a $ 167, 460 millones, cifra que incluye el principal y los intereses de los préstamos otorgados al Estado, así como las deudas de los tres sistemas de retiro de empleados públicos y la insuficiencia del programa Mi Salud". ( El Nuevo Día, miércoles,4 de febrero, 2015 ).
Las buenas ideas que se esgrimen, tantos de economistas, como de líderes de diferentes centros de la comunidad civil, se convierten en parchos que alivian sólo unos sectores, quedando vulnerable el resto del sistema gubernamental.
El presidente Bush ( padre ) dijo en su mensaje de Estado de la Unión el 9 de febrero, de 1989, que " el pueblo de Puerto Rico debe tener el derecho a determinar su propio destino político ". Además, el presidente Bush, ( hijo ) expresó, en otra ocasión, que el congreso podría donar la isla de Puerto Rico, a otro país del mundo que ellos determinaran.
Nuestra propuesta es la siguiente :
1. Que Puerto Rico pase a integrar un Estado hispanoamericano en el cual tenga
jurisdicción organizativa, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Brasil. Se
proyectaría un tiempo de alrededor de tres lustro.
2. Que las ayudas federales de Estados Unidos, fluyan en forma transitorias
como se ha propuesto en el programa del Partido Independentista
Puertorriqueño, respecto de la soberanía, durante una década.
1. " Los Estados Unidos y la República de Puerto Rico establecerán
los detalles de sus relaciones bilaterales en un Tratado de Amistad
y Cooperación".
2." La asistencia económica será garantizada mediante una transferencia
anual en bloque equivalente a la cantidad total de donaciones,
programas y servicios provistos hoy por el gobierno federal
a Puerto Rico, ajustada dicha cantidad por efecto de inflación.
Dicha suma será otorgada por los diez años siguientes a la
proclamación de la independencia y negociada a partir de entonces".
( Puerto Rico, Nacionalidad y Plebiscito, Rubén Berríos Martínez ).
3. Que los países de América, a los que nos hemos referido, con derechos
gubernamentales y jurídicos, puedan aplicar sus finanzas con los mismos
objetivos sociales que se establecen en los programas de los países aludidos.
4. Este consorcio de países suramericanos y Estados Unidos, nombrarán
funcionarios naturales de cada punto geográfico concerniente que compondrán
una Junta Administrativa de las Finanzas, cuyo capital girará contra el banco
así creado con sede en un punto geográfico determinado. Esto, para evitar
la acostumbrada corrupción y velar por el uso eficiente y adecuado de las
finanzas destinadas al desarrollo de Puerto Rico.
5. Los programas de Educación y Salud, que ofrecen en forma gratuitas los países
anfitriones, se aplicarán también sin costo alguno para los ciudadanos
puertorriqueños. Operando así como un Estado de cada uno de aquellos
territorios.
6. L a nueva constitución estatuirá que los miembros de la Asamblea Nacional
o Legislatura Insular, será servicio voluntario con excepción de un pago por
dietas aplicándose a cada caso en particular.
7. Si la nueva concepción administrativa resultare en desarrollo sostenible
ascendente para la isla, entonces el país podrá advenir a un estatus de país
soberano y democrático antes del tiempo acordado.
8. Cada ciudadano puertorriqueño podrá gozar de visa americana que incluya los
países garantes del gobierno de la isla, bajo los derechos que están conferidos
en UNASUR.
9. Las dos grandes corporaciones o agencias públicas, Fuentes Fluviales
y Acueductos y Alcantarillados serán administradas por un cuerpo
directriz de expertos representativos y provenientes de los países corporativos
estadounidenses y suramericanos a los cuales estará integrado el nuevo Estado
de Puerto Rico.
10. Una junta de puertorriqueños gobernará y ejecutará la política cultural de
Puerto Rico.
Puerto Rico se encuentra inmerso en la peor crisis de su historia, con referencia al ámbito económico, político y social. Está sumido en círculos viciosos que se elevan en espirales y, se tornan en espiroquetas que lo destruyen todo.
" La deuda total del gobierno de la isla asciende a $ 167, 460 millones, cifra que incluye el principal y los intereses de los préstamos otorgados al Estado, así como las deudas de los tres sistemas de retiro de empleados públicos y la insuficiencia del programa Mi Salud". ( El Nuevo Día, miércoles,4 de febrero, 2015 ).
Las buenas ideas que se esgrimen, tantos de economistas, como de líderes de diferentes centros de la comunidad civil, se convierten en parchos que alivian sólo unos sectores, quedando vulnerable el resto del sistema gubernamental.
El presidente Bush ( padre ) dijo en su mensaje de Estado de la Unión el 9 de febrero, de 1989, que " el pueblo de Puerto Rico debe tener el derecho a determinar su propio destino político ". Además, el presidente Bush, ( hijo ) expresó, en otra ocasión, que el congreso podría donar la isla de Puerto Rico, a otro país del mundo que ellos determinaran.
Nuestra propuesta es la siguiente :
1. Que Puerto Rico pase a integrar un Estado hispanoamericano en el cual tenga
jurisdicción organizativa, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Brasil. Se
proyectaría un tiempo de alrededor de tres lustro.
2. Que las ayudas federales de Estados Unidos, fluyan en forma transitorias
como se ha propuesto en el programa del Partido Independentista
Puertorriqueño, respecto de la soberanía, durante una década.
1. " Los Estados Unidos y la República de Puerto Rico establecerán
los detalles de sus relaciones bilaterales en un Tratado de Amistad
y Cooperación".
2." La asistencia económica será garantizada mediante una transferencia
anual en bloque equivalente a la cantidad total de donaciones,
programas y servicios provistos hoy por el gobierno federal
a Puerto Rico, ajustada dicha cantidad por efecto de inflación.
Dicha suma será otorgada por los diez años siguientes a la
proclamación de la independencia y negociada a partir de entonces".
( Puerto Rico, Nacionalidad y Plebiscito, Rubén Berríos Martínez ).
3. Que los países de América, a los que nos hemos referido, con derechos
gubernamentales y jurídicos, puedan aplicar sus finanzas con los mismos
objetivos sociales que se establecen en los programas de los países aludidos.
4. Este consorcio de países suramericanos y Estados Unidos, nombrarán
funcionarios naturales de cada punto geográfico concerniente que compondrán
una Junta Administrativa de las Finanzas, cuyo capital girará contra el banco
así creado con sede en un punto geográfico determinado. Esto, para evitar
la acostumbrada corrupción y velar por el uso eficiente y adecuado de las
finanzas destinadas al desarrollo de Puerto Rico.
5. Los programas de Educación y Salud, que ofrecen en forma gratuitas los países
anfitriones, se aplicarán también sin costo alguno para los ciudadanos
puertorriqueños. Operando así como un Estado de cada uno de aquellos
territorios.
6. L a nueva constitución estatuirá que los miembros de la Asamblea Nacional
o Legislatura Insular, será servicio voluntario con excepción de un pago por
dietas aplicándose a cada caso en particular.
7. Si la nueva concepción administrativa resultare en desarrollo sostenible
ascendente para la isla, entonces el país podrá advenir a un estatus de país
soberano y democrático antes del tiempo acordado.
8. Cada ciudadano puertorriqueño podrá gozar de visa americana que incluya los
países garantes del gobierno de la isla, bajo los derechos que están conferidos
en UNASUR.
9. Las dos grandes corporaciones o agencias públicas, Fuentes Fluviales
y Acueductos y Alcantarillados serán administradas por un cuerpo
directriz de expertos representativos y provenientes de los países corporativos
estadounidenses y suramericanos a los cuales estará integrado el nuevo Estado
de Puerto Rico.
10. Una junta de puertorriqueños gobernará y ejecutará la política cultural de
Puerto Rico.
martes, 3 de febrero de 2015
Neruda : Martí, 1890
En Canto general, de Pablo Neruda, que recientemente se reeditara en Venezuela por cientos de miles de ejemplares, figura entre tantas joyas, un sentimental y lírico poema dedicado a Cuba. Se titula : Martí 1890. Ubicado en la IV parte, Los libertadores. Es el poema 34 de esa sección.
Lo transcribiremos alternando las estrofas con los comentarios. No para traducirlo a lenguaje de fácil entendimiento, porque no queremos desmantelar la sortija de su piedra preciosa. simplemente buscamos diseminar su perfume.
Martí
( 1890 ) Cuba,flor espumosa, efervescente
azucena escarlata, jazminero,
cuesta encontrar bajo la red florida
tu sombrío carbón martirizado,
la antigua arruga que dejó la muerte,
la cicatriz cubierta por la espuma.
( Cuba isla de floresta tropical.
Tu débil mina saqueada
con el fervor del que busca oro,
arrasaron la tierra
y llegó por agua marina, el desasosiego ).
Pero dentro de ti como una clara
geometría de nieve germinada,
donde se abren tus últimas cortezas,
yace Martí como una almendra pura.
( Martí es la idea,
el alimento del espíritu,
es la castidad en ofrecimiento ).
Está en el fondo circular del aire,
está en el centro azul del territorio,
y reluce como una gota de agua
su dormida pureza de semilla.
( Martí es un torbellino
que gira su pasión de libertad
en las entrañas de la patria ).
Es de cristal la noche que lo cubre.
Llanto y dolor, de pronto, crueles gotas
atraviesan la tierra hasta el recinto
de la infinita claridad dormida.
( La noche de Cuba puede quebrarse
para que entre el día
renovador de jarcias
y bueyes y arados ).
El pueblo a veces baja sus raíces
a través de la noche hasta tocar
el agua quieta en su escondido manto.
A veces cruza el rencor iracundo
pisoteando sembradas superficies
y un muerto cae en la copa del pueblo.
( El pueblo buscará
su idea y su sentimiento
aunque entregue en sacrificio,
la vida y semilla en surco cruento ).
A veces vuelve el látigo enterrado
a silbar en el aire de la cúpula
y una gota de sangre como un pétalo
cae a la tierra y desciende al silencio.
Todo llega al fulgor inmaculado.
( El hombre vuelve en su palabra viva,
en su ideario poético
y aflora la enseña de luz ).
Los temblores minúsculos golpean
las puertas de cristal del escondido.
Toda lágrima toca su corriente.
Todo fuego estremece su estructura.
Y así de la yacente fortaleza,
del escondido germen caudaloso
salen los combatientes de la isla.
Vienen de un manantial determinado.
Nacen de una vertiente cristalina.
( Los tambores del corazón
sacuden sus conciencias
y los mueven a la lucha.
Martí la semilla, enaltece sus fuerzas
y valentía y alcanzan su estrella ).
Lo transcribiremos alternando las estrofas con los comentarios. No para traducirlo a lenguaje de fácil entendimiento, porque no queremos desmantelar la sortija de su piedra preciosa. simplemente buscamos diseminar su perfume.
Martí
( 1890 ) Cuba,flor espumosa, efervescente
azucena escarlata, jazminero,
cuesta encontrar bajo la red florida
tu sombrío carbón martirizado,
la antigua arruga que dejó la muerte,
la cicatriz cubierta por la espuma.
( Cuba isla de floresta tropical.
Tu débil mina saqueada
con el fervor del que busca oro,
arrasaron la tierra
y llegó por agua marina, el desasosiego ).
Pero dentro de ti como una clara
geometría de nieve germinada,
donde se abren tus últimas cortezas,
yace Martí como una almendra pura.
( Martí es la idea,
el alimento del espíritu,
es la castidad en ofrecimiento ).
Está en el fondo circular del aire,
está en el centro azul del territorio,
y reluce como una gota de agua
su dormida pureza de semilla.
( Martí es un torbellino
que gira su pasión de libertad
en las entrañas de la patria ).
Es de cristal la noche que lo cubre.
Llanto y dolor, de pronto, crueles gotas
atraviesan la tierra hasta el recinto
de la infinita claridad dormida.
( La noche de Cuba puede quebrarse
para que entre el día
renovador de jarcias
y bueyes y arados ).
El pueblo a veces baja sus raíces
a través de la noche hasta tocar
el agua quieta en su escondido manto.
A veces cruza el rencor iracundo
pisoteando sembradas superficies
y un muerto cae en la copa del pueblo.
( El pueblo buscará
su idea y su sentimiento
aunque entregue en sacrificio,
la vida y semilla en surco cruento ).
A veces vuelve el látigo enterrado
a silbar en el aire de la cúpula
y una gota de sangre como un pétalo
cae a la tierra y desciende al silencio.
Todo llega al fulgor inmaculado.
( El hombre vuelve en su palabra viva,
en su ideario poético
y aflora la enseña de luz ).
Los temblores minúsculos golpean
las puertas de cristal del escondido.
Toda lágrima toca su corriente.
Todo fuego estremece su estructura.
Y así de la yacente fortaleza,
del escondido germen caudaloso
salen los combatientes de la isla.
Vienen de un manantial determinado.
Nacen de una vertiente cristalina.
( Los tambores del corazón
sacuden sus conciencias
y los mueven a la lucha.
Martí la semilla, enaltece sus fuerzas
y valentía y alcanzan su estrella ).
martes, 27 de enero de 2015
Los tambores siniestros
El dictador recientemente destronado, se encontraba en este momento, instalado en una suntuosa mansión a las afuera de la ciudad de Miami. Si bien los cuatro o cinco meses de su derrocamiento no era mucho tiempo, tampoco lo había pasado mal en el exilio.
Serían las nueve de la mañana, cuando apareció imponente con la bata de percal amarillo y las anchas solapas de seda púrpura, tremolando sobre su pecho que asomaba sus bellos ya canosos y abundantes y, entre ellos una amplia cadena de eslabones macizos en oro de la más alta calidad. De la cadena pendía una medalla en forma de patena simbólica, también en oro y, en medio de ella, esculpido en lustrosa plata, un cancerbero.
Subió una escalera menuda de adoquines de unos grises y azules, sin brillo. Fue a sentarse junto a una mesa de fino acero incoloro y tope de grueso cristal. El sol de la mañana llegaba hasta la terraza atemperado por la exuberante pérgola, de enredadera y flores multicolores, que además, imprimía frescura al lugar.
Estuvo mirando fijamente el plinto de una columna egipcia de las que adornaban la terraza de arquitectura barroca. Dibujaba en el rostro, una sonrisa lejana; de apariencia débil, pero fundamentada. Sus ojos daban un aire de embeleso y, su sonrisa se sostenía imperturbable, pero lejana.
En aquel momento pensaba en el deguello del cérvido, a sangre fría, animal que fue traído desde África hasta la diminuta isla de Exuma, para deleite de él y sus dos compañeros tiranos también derribados. Así estaba de ensimismado cuando irrumpió un criado con su desayuno. ( seguramente el mozo le asistió por mucho tiempo, en menesteres culinarios, allá en la casa de gobierno, porque servía la diversa platería, con elegancia y desembarazo ). Al joven sirviente no le bastó tan hábiles atributos.
Cuando el mozo servía el jugo de naranjas, salpicaron unas gotitas y cayeron en la punta de los blancos zapatos del joven. El dictador dejó caer de súbito su mirada concentrada en ira, sobre los zapatos impregnados del criado. Entonces, fulminó :
¿ Ésta es mi naranja ?
Sí, Honorable, señor. Asintió el mozo confundido.
De modo que primero pasa por sus zapatos, que por mi boca.
El capitel de la columna era de mármol blanco,pero rostro del joven tornóse también blanco como el mármol. Su corazón se convirtió en un témpano casi paralizado.
Dígale al general Sánchez que se presente al punto.
Sí, mi Honorable señor.
Al punto llegó el general.
Mire Sánchez, arrégleselas con este mozo que se ha desmadrado.
Demás está decir que el tirano no desayunó. Bajó de la terraza apremiante. Un guardaespalda se colocó en forma prudente, cerca del área de su visión. El tirano lo abordó, pero sin detenerse y el hombre escuchaba caminando cerca de su jefe.
Alzó el borde púrpura de la manga izquierda de su bata, rescató el reloj y vio la hora exacta.
Dentro de treinta minutos, todos los sirvientes y personal formados en el
vestíbulo.
Sí, mi Honorable comandante.
El tirano entró en su recámara. Al rato salió y se le vio pasar rumbo al vestíbulo. Habían pasdo treinta minutos. Estaba vestido de militar. Su traje de galas, el traje de pasar revista a sus tropas. Sobre el lado izquierdo del pecho fulguraban siete medallas y sobre el lado derecho, otras siete. En medio del pecho deslumbraba la patena de oro con su cancerbero de plata bruñida. Al punto estuvo en el vestíbulo. Fue anunciado con una desigual e improvisada pompa, pero recta seria y marcial. Se movió entre su gente como un péndulo en el ámbito de un silencio de galaxia. Aquel séquito apresuradamente citado, sacado de sus labores -- lavanderas, barbero, cocineros, jardineros, guardaespaldas, mayordomo, jefe de finanzas, jefe de logística, etc. Esperaban el trueno, el rugido de palabras y las amenazas que siempre se cumplían.
El tirano caminaba de un extremo al otro del vestíbulo. Sus pasos eran pesados como toque de tambor. Las botas brillaban sobre las losetas negras del salón. Marchaba erguido y nervioso. Las filas de caras lucían estáticas, parecían esculpidas en piedras de granito. El destello de los ojos del tirano era como el destello del filo del puñal.
Comenzó entonces, a caminar en círculo y pronunció unas palabras. Entonces su rostro echaba candela y los ojos rojos también, igual que el cascarón de un crustáceo puesto a hervir.
Hoy cayó una baja. Comunicó con una voz pausada y
constreñida.
Estoy determinado a quedarme solo si ese fuera el caso.
La orden es servicio con la más absoluta cautela y respeto.
Pueden romper.
El tirano se retiró a su cámara. Los sirvientes tornaron a sus labores. Nadie sabía el motivo de la reunión. La verdad es que estos encuentros se efectuaban casi a diario.
Pasado dos meses, el tirano salió en paseo de yate acompañado de dos ex dictadores. La travesía la hicieron por el atlántico con derrotero a la diminuta isla de Exuma. Los tres tiranos iban sobre cubierta y el viento salobre azotaba sus rostros y, enarbolaban sus cabelleras. Vestían una casulla sacerdotal. No sé la razón de esta rareza, pero acostumbraban vestirse de sacerdotes cuando hacían este viaje. Apoyados en el coronamiento conversaban y escrutaban las olas y las nubes. El viento agitaba los gallardetes que empavesaba el yate desde la torre hasta la proa. Estas banderolas eran todas iguales. Sobre un fondo color de rosa se distinguía la efigie negra del cancerbero. Aparte de las exóticas cenas, de la embriaguez con los caros vinos y la excentricidad de acostarse con negras de Gabón, a las que les faltaba el brazo derecho. En aquellas largas noches de lujurias, en que las mujeres le pasaban por las entrepiernas, embadurnadas de aceite de boa una esponja de mar de Nicaragua.
Esta operación duraba aproximadamente una hora y las mujeres monobrácicas ungían con las esponjas y con suavidad de ángel, aquellas seniles partes. La luz en los camarotes
era tenue, pero contrastaba con una música ritual, de tambores y flautas oriunda de Kenya. Mientras ellos, largos y desnudos, acostados transversalmente con sus piernas pendiendo de la cama escuchaban la litúrgica música y contemplaban las mujeres gabonesas contorsionarse desnudas y espléndidas a la par que daban alagueños y delicados trazos de esponja de mar con aceite de boa por el canal de sus vibrantes partes.
Al llegar a Exuma, fondearon la ligera bahía, echaron ancla un poco retirado del puerto para la conveniente vigilancia de la nave y otras medidas cautelares. Abordaron un esquife y llegaron al ancón. Inmediatamente subieron a un jeep militar. Se remontaron primero por una carretera estrecha y desolada, por un escabroso paisaje. Pasaron luego, por una especie de congosto de naturaleza anfractuosa y ganaron soledad y distancia.
Se detuvieron frente a una albarrada especialmente dispuesta para la ocasión.
Allí bajaron esos tres hombres perniciosos, con sus sotanas agitadas por el viento insular. Prontamente, los hombres que estaban a su espera, izaron el pendón color de rosa, de la efigie negra del cancerbero. Los tres estuvieron erguidos en reverencia. Tres jorobados, estevados y descalzos, de aspectos grotescos, aparecieron frente a los supuestos sacerdotes. Uno de los jorobados portaba un gran jarrón de vino. Los otros dos entregaron unas extrañas copas que consistían del tubo de un quinqué rematado en su fondo o base como especie de cáliz de oro. Estaba esa base de oro hermosamente trabajada y el tubo abombado de cristal, sujeto a ella. El jorobado del jarrón, comenzó a verter vino en las tres extrañas copas y los otros jorobados desaparecieron. Cuando el jarrón especie de crátera griega estuvo limpio, aparecieron los otros jorobados portando otra crátera rebosante del rojo vino.
Ya para esa altura, trajeron inocente y ajeno al cérvido africano. Lo pusieron frente a los tiranos. Cada uno a su tiempo, dio un beso en el hocico del rumiante rayado. En ese momento aparecieron los dos jorobados grotescos y descalzos acometiendo golpes contra sendos tambores africanos. Sólo el tamborileo violentaba la paz del lugar. No había ninguna otra suerte de música, sino el monocorde sonido de los tambores.
Era el crepúsculo cuando silenciaron los tambores. Los tiranos habían consumidos dos cráteras de vino y no aparentaban ebriedad, no obstante sus ojos desorbitados parecían dos manchas de vino. El sudor de sus cuerpos era evidente y, sus labios en contraste con sus rotros rojizos lucían pálidos y de aspecto enfermizos y sus dientes color de hueso asomaban como perros al acecho. Alzaron sus peregrinas copas y se sentaron sobre las rocas. Pronto vino un hombre con una escofina. Ataron el cérvido de patas y lo inmovilizaron. El cérvido presentaba una cara triste como de añoranza e inocencia. Empezó aquel hombre a pasar la escofina sobre los dientes del animal. El ciervo ponía los bramidos en el cielo. Una mujer morena, desnuda, de extraordinaria belleza, que portaba en sus manos una escudilla, se colocó al lado del hombre de la escofina a recoger en la escudilla, el serrín o polvo dental. Cuando el hombre hubo desbastado la dentadura del animal, la mujer morena y desnuda fue derramando el polvo de los incisivos dentro de las copas de vino. Los tiranos levantaron la copas y bebieron a borbotón. Los tambores volvieron a sonar, fuerte, pero brevemente.
Trajeron un cuchillo reluciente al crepúsculo encendido, su hoja parecía una luz. El hombre tomó violentamente al cérvido martirizado, por los cuernos y en una maniobra audaz le pasó la esmerilada hoja de acero por la garganta del animal y en dos diestros y fugaces trazos le desprendió la cabeza que pasó lentamente frente a la mirada de los tiranos. Los tres déspotas con la expresión del que ha juntado odio durante una vida, extendieron las insólitas copas. El hombre dejó verter sangre cálida en los cálices y opresores apuraron hasta caer exhausto y embriagados.
En el aire, a la luz crepuscular avanzada, tremolaba el pendón del cancerbero.
Serían las nueve de la mañana, cuando apareció imponente con la bata de percal amarillo y las anchas solapas de seda púrpura, tremolando sobre su pecho que asomaba sus bellos ya canosos y abundantes y, entre ellos una amplia cadena de eslabones macizos en oro de la más alta calidad. De la cadena pendía una medalla en forma de patena simbólica, también en oro y, en medio de ella, esculpido en lustrosa plata, un cancerbero.
Subió una escalera menuda de adoquines de unos grises y azules, sin brillo. Fue a sentarse junto a una mesa de fino acero incoloro y tope de grueso cristal. El sol de la mañana llegaba hasta la terraza atemperado por la exuberante pérgola, de enredadera y flores multicolores, que además, imprimía frescura al lugar.
Estuvo mirando fijamente el plinto de una columna egipcia de las que adornaban la terraza de arquitectura barroca. Dibujaba en el rostro, una sonrisa lejana; de apariencia débil, pero fundamentada. Sus ojos daban un aire de embeleso y, su sonrisa se sostenía imperturbable, pero lejana.
En aquel momento pensaba en el deguello del cérvido, a sangre fría, animal que fue traído desde África hasta la diminuta isla de Exuma, para deleite de él y sus dos compañeros tiranos también derribados. Así estaba de ensimismado cuando irrumpió un criado con su desayuno. ( seguramente el mozo le asistió por mucho tiempo, en menesteres culinarios, allá en la casa de gobierno, porque servía la diversa platería, con elegancia y desembarazo ). Al joven sirviente no le bastó tan hábiles atributos.
Cuando el mozo servía el jugo de naranjas, salpicaron unas gotitas y cayeron en la punta de los blancos zapatos del joven. El dictador dejó caer de súbito su mirada concentrada en ira, sobre los zapatos impregnados del criado. Entonces, fulminó :
¿ Ésta es mi naranja ?
Sí, Honorable, señor. Asintió el mozo confundido.
De modo que primero pasa por sus zapatos, que por mi boca.
El capitel de la columna era de mármol blanco,pero rostro del joven tornóse también blanco como el mármol. Su corazón se convirtió en un témpano casi paralizado.
Dígale al general Sánchez que se presente al punto.
Sí, mi Honorable señor.
Al punto llegó el general.
Mire Sánchez, arrégleselas con este mozo que se ha desmadrado.
Demás está decir que el tirano no desayunó. Bajó de la terraza apremiante. Un guardaespalda se colocó en forma prudente, cerca del área de su visión. El tirano lo abordó, pero sin detenerse y el hombre escuchaba caminando cerca de su jefe.
Alzó el borde púrpura de la manga izquierda de su bata, rescató el reloj y vio la hora exacta.
Dentro de treinta minutos, todos los sirvientes y personal formados en el
vestíbulo.
Sí, mi Honorable comandante.
El tirano entró en su recámara. Al rato salió y se le vio pasar rumbo al vestíbulo. Habían pasdo treinta minutos. Estaba vestido de militar. Su traje de galas, el traje de pasar revista a sus tropas. Sobre el lado izquierdo del pecho fulguraban siete medallas y sobre el lado derecho, otras siete. En medio del pecho deslumbraba la patena de oro con su cancerbero de plata bruñida. Al punto estuvo en el vestíbulo. Fue anunciado con una desigual e improvisada pompa, pero recta seria y marcial. Se movió entre su gente como un péndulo en el ámbito de un silencio de galaxia. Aquel séquito apresuradamente citado, sacado de sus labores -- lavanderas, barbero, cocineros, jardineros, guardaespaldas, mayordomo, jefe de finanzas, jefe de logística, etc. Esperaban el trueno, el rugido de palabras y las amenazas que siempre se cumplían.
El tirano caminaba de un extremo al otro del vestíbulo. Sus pasos eran pesados como toque de tambor. Las botas brillaban sobre las losetas negras del salón. Marchaba erguido y nervioso. Las filas de caras lucían estáticas, parecían esculpidas en piedras de granito. El destello de los ojos del tirano era como el destello del filo del puñal.
Comenzó entonces, a caminar en círculo y pronunció unas palabras. Entonces su rostro echaba candela y los ojos rojos también, igual que el cascarón de un crustáceo puesto a hervir.
Hoy cayó una baja. Comunicó con una voz pausada y
constreñida.
Estoy determinado a quedarme solo si ese fuera el caso.
La orden es servicio con la más absoluta cautela y respeto.
Pueden romper.
El tirano se retiró a su cámara. Los sirvientes tornaron a sus labores. Nadie sabía el motivo de la reunión. La verdad es que estos encuentros se efectuaban casi a diario.
Pasado dos meses, el tirano salió en paseo de yate acompañado de dos ex dictadores. La travesía la hicieron por el atlántico con derrotero a la diminuta isla de Exuma. Los tres tiranos iban sobre cubierta y el viento salobre azotaba sus rostros y, enarbolaban sus cabelleras. Vestían una casulla sacerdotal. No sé la razón de esta rareza, pero acostumbraban vestirse de sacerdotes cuando hacían este viaje. Apoyados en el coronamiento conversaban y escrutaban las olas y las nubes. El viento agitaba los gallardetes que empavesaba el yate desde la torre hasta la proa. Estas banderolas eran todas iguales. Sobre un fondo color de rosa se distinguía la efigie negra del cancerbero. Aparte de las exóticas cenas, de la embriaguez con los caros vinos y la excentricidad de acostarse con negras de Gabón, a las que les faltaba el brazo derecho. En aquellas largas noches de lujurias, en que las mujeres le pasaban por las entrepiernas, embadurnadas de aceite de boa una esponja de mar de Nicaragua.
Esta operación duraba aproximadamente una hora y las mujeres monobrácicas ungían con las esponjas y con suavidad de ángel, aquellas seniles partes. La luz en los camarotes
era tenue, pero contrastaba con una música ritual, de tambores y flautas oriunda de Kenya. Mientras ellos, largos y desnudos, acostados transversalmente con sus piernas pendiendo de la cama escuchaban la litúrgica música y contemplaban las mujeres gabonesas contorsionarse desnudas y espléndidas a la par que daban alagueños y delicados trazos de esponja de mar con aceite de boa por el canal de sus vibrantes partes.
Al llegar a Exuma, fondearon la ligera bahía, echaron ancla un poco retirado del puerto para la conveniente vigilancia de la nave y otras medidas cautelares. Abordaron un esquife y llegaron al ancón. Inmediatamente subieron a un jeep militar. Se remontaron primero por una carretera estrecha y desolada, por un escabroso paisaje. Pasaron luego, por una especie de congosto de naturaleza anfractuosa y ganaron soledad y distancia.
Se detuvieron frente a una albarrada especialmente dispuesta para la ocasión.
Allí bajaron esos tres hombres perniciosos, con sus sotanas agitadas por el viento insular. Prontamente, los hombres que estaban a su espera, izaron el pendón color de rosa, de la efigie negra del cancerbero. Los tres estuvieron erguidos en reverencia. Tres jorobados, estevados y descalzos, de aspectos grotescos, aparecieron frente a los supuestos sacerdotes. Uno de los jorobados portaba un gran jarrón de vino. Los otros dos entregaron unas extrañas copas que consistían del tubo de un quinqué rematado en su fondo o base como especie de cáliz de oro. Estaba esa base de oro hermosamente trabajada y el tubo abombado de cristal, sujeto a ella. El jorobado del jarrón, comenzó a verter vino en las tres extrañas copas y los otros jorobados desaparecieron. Cuando el jarrón especie de crátera griega estuvo limpio, aparecieron los otros jorobados portando otra crátera rebosante del rojo vino.
Ya para esa altura, trajeron inocente y ajeno al cérvido africano. Lo pusieron frente a los tiranos. Cada uno a su tiempo, dio un beso en el hocico del rumiante rayado. En ese momento aparecieron los dos jorobados grotescos y descalzos acometiendo golpes contra sendos tambores africanos. Sólo el tamborileo violentaba la paz del lugar. No había ninguna otra suerte de música, sino el monocorde sonido de los tambores.
Era el crepúsculo cuando silenciaron los tambores. Los tiranos habían consumidos dos cráteras de vino y no aparentaban ebriedad, no obstante sus ojos desorbitados parecían dos manchas de vino. El sudor de sus cuerpos era evidente y, sus labios en contraste con sus rotros rojizos lucían pálidos y de aspecto enfermizos y sus dientes color de hueso asomaban como perros al acecho. Alzaron sus peregrinas copas y se sentaron sobre las rocas. Pronto vino un hombre con una escofina. Ataron el cérvido de patas y lo inmovilizaron. El cérvido presentaba una cara triste como de añoranza e inocencia. Empezó aquel hombre a pasar la escofina sobre los dientes del animal. El ciervo ponía los bramidos en el cielo. Una mujer morena, desnuda, de extraordinaria belleza, que portaba en sus manos una escudilla, se colocó al lado del hombre de la escofina a recoger en la escudilla, el serrín o polvo dental. Cuando el hombre hubo desbastado la dentadura del animal, la mujer morena y desnuda fue derramando el polvo de los incisivos dentro de las copas de vino. Los tiranos levantaron la copas y bebieron a borbotón. Los tambores volvieron a sonar, fuerte, pero brevemente.
Trajeron un cuchillo reluciente al crepúsculo encendido, su hoja parecía una luz. El hombre tomó violentamente al cérvido martirizado, por los cuernos y en una maniobra audaz le pasó la esmerilada hoja de acero por la garganta del animal y en dos diestros y fugaces trazos le desprendió la cabeza que pasó lentamente frente a la mirada de los tiranos. Los tres déspotas con la expresión del que ha juntado odio durante una vida, extendieron las insólitas copas. El hombre dejó verter sangre cálida en los cálices y opresores apuraron hasta caer exhausto y embriagados.
En el aire, a la luz crepuscular avanzada, tremolaba el pendón del cancerbero.
domingo, 25 de enero de 2015
Aquel viejo mangó
Canción
Vengo de visitar,
aquel viejo mangó.
Ya nuestros nombres,
allí no se ven.
Pero su sombra fresca,
con ternura nos la da.
Porque sabe que los dos,
nos queremos de verdad.
Somos los mismos que en el pasado,
bajo las frondas del árbol viejo;
seguimos tan enamorados.
Ay, recuerdos, ay, imágenes.
Aquellos ingenuos besos.
El destino tan perverso
los desdibujó
como a nuestros nombres.
El mangó ha brotado
una triste fruta,
quizás porque le gusta,
que nos miremos otra vez.
Vengo de visitar,
aquel viejo mangó.
Ya nuestros nombres,
allí no se ven.
Pero su sombra fresca,
con ternura nos la da.
Porque sabe que los dos,
nos queremos de verdad.
Somos los mismos que en el pasado,
bajo las frondas del árbol viejo;
seguimos tan enamorados.
Ay, recuerdos, ay, imágenes.
Aquellos ingenuos besos.
El destino tan perverso
los desdibujó
como a nuestros nombres.
El mangó ha brotado
una triste fruta,
quizás porque le gusta,
que nos miremos otra vez.
sábado, 24 de enero de 2015
Réquiem por los perros fallecidos bajo el impacto de los autos
No sé en qué misterioso hemisferio,
habrán caído sus almas.
O si se desvanecieron,
o se disolvían, desaparecían
como el aire de la nada.
El dolor arrulló sus penas;
en el instante de su fatal trueno.
En su lamento y hondo quejido solitario.
Posiblemente otro trueno doliente
termine despegando tu alma,
del entorno de las imágenes
y, caigas sin llanto y sin tacto,
ciego y sin olfato, a un espacio
de silencio absoluto
y de siesta infinita.
habrán caído sus almas.
O si se desvanecieron,
o se disolvían, desaparecían
como el aire de la nada.
El dolor arrulló sus penas;
en el instante de su fatal trueno.
En su lamento y hondo quejido solitario.
Posiblemente otro trueno doliente
termine despegando tu alma,
del entorno de las imágenes
y, caigas sin llanto y sin tacto,
ciego y sin olfato, a un espacio
de silencio absoluto
y de siesta infinita.
martes, 20 de enero de 2015
Leyenda del barbero Juan Nieves
Vestía como un auténtico médico. Una bata blanca, inmaculada, planchada al vapor en la lavandería de Layo. Sobre el bolsillo del lado del corazón, asomaban las puntas de una peinilla juncal, fabricada de astas de toro y, una tijera de plata traída de Tasco. Bajo el alba impoluta que vestía, a la altura del cuello de camisa, comenzaba a verse su inseparable corbata. A veces exhibía las favoritas: una chalina con el diseño de una tijera, otras, que ostentaba la figura de un cazador junto a su lebrel. Porque además, Juan Nieves practicaba el deporte de los nobles.
Tenía un lobanillo en la parte alta del cuello, del tamaño de una canica grande ( que en Lares llamamos bolón ). El doctor Alchécar le había diagnosticado que no era un quiste adiposo, sino un absceso de calcio. Le preguntó algunos pormenores con relación al divieso : si le dolía.
No le dolía.
¿ Cuánto tiempo tenía de haber aparecido ?
Tres años.
Si notaba crecimiento,
No. Siempre está igual.
Mira Juan, como tu lo disimula muy bien, porque lo ocultas con el
cabello, dejándole en cima una guedeja, pues no se nota.
Yo en verdad, sobre la piel nunca conocí un forúnculo de calcio.
Entonces Juan Nieves le contó una anécdota muy particular :
Yo tuve una amante haitiana. Era una mujer blanca, nacida en Haití, pero de padres oriundos de Trinidad. En cierta ocasión me mordió en ese lugar. Lo hizo según me dijera, con la boca ahíta de leche de cabra. Yo sentí con dolor, cuando hirió el cuello con los incisivos y derramó los borbotones lácteos que se mezclaron con la sangre y mancharon mi camisa.
Cuando le pregunté por esa reacción, me dijo :
Es para que te sientas siempre esclavo de la pasión sensual y mientras
viva seré yo tu consuelo.
El Dr. Alchécar pensó que algunas cosas no tenían explicación científica. Sólo le preguntó :
La señora, ¿ Vive ?
No.
¿ Ya no te perturba ese escozor ?
Siempre tengo que andar buscando cómo apagar esa pasión.
La barbería de Juan Nieves hacía su presencia al comienzo de una suave pendiente que conducía a la plaza de la revolución. Subiendo hacia el pueblo, a mano derecha en la primera planta de una vieja casa de madera de dos pisos. Tenía dos asientos para la faena de de barbería. Uno para los pobres y el de Juan , que recortaba a la clase media y los ricos del pueblo y por supuesto, a los profesionales de la pequeña ciudad.
Se notaba un contraste entre la instancia del compañero barbero, Primo Román y el sitio de Juan Nieves. A la entrada de la barbería, el primer asiento era el de Juan Nieves. Éste aunque se le podía clasificar de poltrona clásica, lucía nueva, tapizada de piel roja, con sus bordes cromiados. Los brazos eran de delicadas láminas de mármol blanco, rematados en lustrado metal plateado. El soporte para el cuello era de piel oscura con revestimiento en los bordes, de acero inoxidables y, en la faz trasera lucía las iniciales J. N. también en forma plateadas. La base era una pieza espectacular, de metal revestido de porcelana blanca translúcida, alrededor de la cual aparecían dibujadas aquellas figuras de escenas del Quijote, entre ellas, la bacía de barbero antiguo, que don Quijote usaba como yelmo. Aquellos dibujos eran de color rosado. Juan Nieves era un admirador de esta excepcional obra literaria, no había leído otro libro en su vida. pero don Quijote de la Mancha, era parte de su escasa conversación al final de su jornada de trabajo diario.
Cuando se reunía, con las puertas de la barbería juntadas, con su barbero Primo Román y el mejor guitarrista de Lares, Rafael el de Pilín, y Luis el gaucho, que cantaba sólo tangos e imitaba al morocho Carlos Gardel. Por allí se allegaba -- cuando no estaba recogiendo tomates en E. U., Javier Nieves Alcover ( el Germán Vázquez lareño ), le decían. Javier era un bolerista de voz exquisita.
De un botiquín Juan Nieves obtenía dos botellas o pintas de ron y de whisky. Naturalmente el whisky lo escanciaba él, el agua ardiente lo tomaban los demás. Al compás de las notas de la guitarra, los boleros y los tangos, transcurría la charla. Era casi siempre dos horas largas de música y conversaciones. Allí se le escapaban a Juan Nieves algunas alusiones al Quijote. Para sus compañeros de penumbra, aquellas referencias les caían como antiguos dichos ungidos de misteriosos pasajes que emergían de unas dimensiones extrañas de la vida.
Una vez dijo : en ese libro se trata al barbero con consideración y respeto. Como alguien que puede estar representando a la sociedad con una función de responsabilidad simbolizando altos valores. En un momento dado, se reúnen en casa de don Quijote, para eliminar los libros que habían influido en el desarrollo de la locura del caballero hidalgo -- mi hijo que es catedrático-- me dijo que esa escena representa una crítica literaria. Se determinó hacer una hoguera fuera de la casa y quemarlos. El barbero que se llamaba maese Nicolás, ayuda al cura en la selección de aquellos libros que merecían ser quemados por sus pocos méritos y es el barbero quien salva la novela Amadís de Gaula, refiriendo rasgos de su grandeza y el cura hombre instruido, acepta las razones del barbero. Luego en otra ocasión, el barbero maese Nicolás hace galas del ingenio de su sentido del humor y ayuda en el examen del grado de locura que padece don Quijote, cuando ya lo creían sano y cuerdo. Admiro ese libro porque le atribuyen al barbero nobles virtudes y lo hacen acompañar a tan grandiosa obra literaria. Los acompañantes de bohemia de Juan Nieves quedaban bobos, retraídos, como padeciendo memez.
Cuando Juan Nieves iba a referir anécdotas de mujeres, para que los amigos de la bohemia le acompañaran los recuerdos con canciones que tocaban temas semejantes, se oyeron unos aldabonazos leves sobre la puerta. Juan Nieves se acercó y al entreabrir las hojas, vio la figura de Frank Méndez y su famoso cuatro :
Entra Frank y jíncate un palo de Palo Viejo, para que enciendas esa
joyita que trina mejor que los ruiseñores.
La bohemia se animó con la música del virtuoso cuatrista. Juan Nieves narró sus breves historias de amores desvanecidos y, Javier Nieves con sus boleros y Luis el gaucho con alusivos tangos matizaron la romántica bohemia. Después Frank Méndez interpretó al cuatro la habanera La paloma.
Eran las diez de la mañana del otro día, cuando Juan Nieves estaba en plena faena en su oficio de barbero. Frente a la barbería se ubicaba la tienda de zapatos y ropas Vidal Hermanos. El gerente general, Mayán Alvarado, observaba desde dentro del comercio a Juan Nieves en su labor y comentaba a su cajera :
Mira Carmen, Juan se pasa más la brocha de quitar pelos sobre su
bata, que por el cuello del cliente. Además, míralo, se toma un
momento para lustrarse los zapatos. No sé para qué lleva una tijera
en el bolsillo de la bata, si él nunca la usa.
Mayán, contestó Carmen, todos conocen lo meticuloso y la pulcritud
de Juan Nieves. La tijera es un distintivo, una prenda de plata que le
acompaña, es para lucirla.
Mayán fue atender una llamada telefónica de algún cliente. Frente a la tienda Vidal Hermanos y frente a la barbería subían y bajaban muchas personas, pues era una época en que el comercio se mostraba vivo y próspero.
Juan Nieves visitaba ciertos campos a los cuales iba a cazar con su acostumbrado compañero de caza, Pepe Márquez, un rico hacendado de Lares. En cierta ocasión, por aquellos campos conoció una señora joven y viuda. al pasar un tiempo, en que ambos se amaban, la mujer cuyo nombre era Isabel Reyes, le colgó una hamaca en la pequeña terraza, con vista a una rumorosa quebrada donde Isabel iba a lavar ropa. Allí dormía Juan Nieves las siestas y pasaba las pocas horas de descanso los fines de semanas. Cuando despertaba de la siesta aquellos domingo, Isabel le sintonizaba un pequeño radio que poseía, en el cuadrante de la vieja emisora, W. M. I. A., de Arecibo, para que se deleitara de la romántica música. Isabel le traía una taza de aromático café negro y después ensayaban un apasionado romance en el vaivén de la hamaca.
Tenía un lobanillo en la parte alta del cuello, del tamaño de una canica grande ( que en Lares llamamos bolón ). El doctor Alchécar le había diagnosticado que no era un quiste adiposo, sino un absceso de calcio. Le preguntó algunos pormenores con relación al divieso : si le dolía.
No le dolía.
¿ Cuánto tiempo tenía de haber aparecido ?
Tres años.
Si notaba crecimiento,
No. Siempre está igual.
Mira Juan, como tu lo disimula muy bien, porque lo ocultas con el
cabello, dejándole en cima una guedeja, pues no se nota.
Yo en verdad, sobre la piel nunca conocí un forúnculo de calcio.
Entonces Juan Nieves le contó una anécdota muy particular :
Yo tuve una amante haitiana. Era una mujer blanca, nacida en Haití, pero de padres oriundos de Trinidad. En cierta ocasión me mordió en ese lugar. Lo hizo según me dijera, con la boca ahíta de leche de cabra. Yo sentí con dolor, cuando hirió el cuello con los incisivos y derramó los borbotones lácteos que se mezclaron con la sangre y mancharon mi camisa.
Cuando le pregunté por esa reacción, me dijo :
Es para que te sientas siempre esclavo de la pasión sensual y mientras
viva seré yo tu consuelo.
El Dr. Alchécar pensó que algunas cosas no tenían explicación científica. Sólo le preguntó :
La señora, ¿ Vive ?
No.
¿ Ya no te perturba ese escozor ?
Siempre tengo que andar buscando cómo apagar esa pasión.
La barbería de Juan Nieves hacía su presencia al comienzo de una suave pendiente que conducía a la plaza de la revolución. Subiendo hacia el pueblo, a mano derecha en la primera planta de una vieja casa de madera de dos pisos. Tenía dos asientos para la faena de de barbería. Uno para los pobres y el de Juan , que recortaba a la clase media y los ricos del pueblo y por supuesto, a los profesionales de la pequeña ciudad.
Se notaba un contraste entre la instancia del compañero barbero, Primo Román y el sitio de Juan Nieves. A la entrada de la barbería, el primer asiento era el de Juan Nieves. Éste aunque se le podía clasificar de poltrona clásica, lucía nueva, tapizada de piel roja, con sus bordes cromiados. Los brazos eran de delicadas láminas de mármol blanco, rematados en lustrado metal plateado. El soporte para el cuello era de piel oscura con revestimiento en los bordes, de acero inoxidables y, en la faz trasera lucía las iniciales J. N. también en forma plateadas. La base era una pieza espectacular, de metal revestido de porcelana blanca translúcida, alrededor de la cual aparecían dibujadas aquellas figuras de escenas del Quijote, entre ellas, la bacía de barbero antiguo, que don Quijote usaba como yelmo. Aquellos dibujos eran de color rosado. Juan Nieves era un admirador de esta excepcional obra literaria, no había leído otro libro en su vida. pero don Quijote de la Mancha, era parte de su escasa conversación al final de su jornada de trabajo diario.
Cuando se reunía, con las puertas de la barbería juntadas, con su barbero Primo Román y el mejor guitarrista de Lares, Rafael el de Pilín, y Luis el gaucho, que cantaba sólo tangos e imitaba al morocho Carlos Gardel. Por allí se allegaba -- cuando no estaba recogiendo tomates en E. U., Javier Nieves Alcover ( el Germán Vázquez lareño ), le decían. Javier era un bolerista de voz exquisita.
De un botiquín Juan Nieves obtenía dos botellas o pintas de ron y de whisky. Naturalmente el whisky lo escanciaba él, el agua ardiente lo tomaban los demás. Al compás de las notas de la guitarra, los boleros y los tangos, transcurría la charla. Era casi siempre dos horas largas de música y conversaciones. Allí se le escapaban a Juan Nieves algunas alusiones al Quijote. Para sus compañeros de penumbra, aquellas referencias les caían como antiguos dichos ungidos de misteriosos pasajes que emergían de unas dimensiones extrañas de la vida.
Una vez dijo : en ese libro se trata al barbero con consideración y respeto. Como alguien que puede estar representando a la sociedad con una función de responsabilidad simbolizando altos valores. En un momento dado, se reúnen en casa de don Quijote, para eliminar los libros que habían influido en el desarrollo de la locura del caballero hidalgo -- mi hijo que es catedrático-- me dijo que esa escena representa una crítica literaria. Se determinó hacer una hoguera fuera de la casa y quemarlos. El barbero que se llamaba maese Nicolás, ayuda al cura en la selección de aquellos libros que merecían ser quemados por sus pocos méritos y es el barbero quien salva la novela Amadís de Gaula, refiriendo rasgos de su grandeza y el cura hombre instruido, acepta las razones del barbero. Luego en otra ocasión, el barbero maese Nicolás hace galas del ingenio de su sentido del humor y ayuda en el examen del grado de locura que padece don Quijote, cuando ya lo creían sano y cuerdo. Admiro ese libro porque le atribuyen al barbero nobles virtudes y lo hacen acompañar a tan grandiosa obra literaria. Los acompañantes de bohemia de Juan Nieves quedaban bobos, retraídos, como padeciendo memez.
Cuando Juan Nieves iba a referir anécdotas de mujeres, para que los amigos de la bohemia le acompañaran los recuerdos con canciones que tocaban temas semejantes, se oyeron unos aldabonazos leves sobre la puerta. Juan Nieves se acercó y al entreabrir las hojas, vio la figura de Frank Méndez y su famoso cuatro :
Entra Frank y jíncate un palo de Palo Viejo, para que enciendas esa
joyita que trina mejor que los ruiseñores.
La bohemia se animó con la música del virtuoso cuatrista. Juan Nieves narró sus breves historias de amores desvanecidos y, Javier Nieves con sus boleros y Luis el gaucho con alusivos tangos matizaron la romántica bohemia. Después Frank Méndez interpretó al cuatro la habanera La paloma.
Eran las diez de la mañana del otro día, cuando Juan Nieves estaba en plena faena en su oficio de barbero. Frente a la barbería se ubicaba la tienda de zapatos y ropas Vidal Hermanos. El gerente general, Mayán Alvarado, observaba desde dentro del comercio a Juan Nieves en su labor y comentaba a su cajera :
Mira Carmen, Juan se pasa más la brocha de quitar pelos sobre su
bata, que por el cuello del cliente. Además, míralo, se toma un
momento para lustrarse los zapatos. No sé para qué lleva una tijera
en el bolsillo de la bata, si él nunca la usa.
Mayán, contestó Carmen, todos conocen lo meticuloso y la pulcritud
de Juan Nieves. La tijera es un distintivo, una prenda de plata que le
acompaña, es para lucirla.
Mayán fue atender una llamada telefónica de algún cliente. Frente a la tienda Vidal Hermanos y frente a la barbería subían y bajaban muchas personas, pues era una época en que el comercio se mostraba vivo y próspero.
Juan Nieves visitaba ciertos campos a los cuales iba a cazar con su acostumbrado compañero de caza, Pepe Márquez, un rico hacendado de Lares. En cierta ocasión, por aquellos campos conoció una señora joven y viuda. al pasar un tiempo, en que ambos se amaban, la mujer cuyo nombre era Isabel Reyes, le colgó una hamaca en la pequeña terraza, con vista a una rumorosa quebrada donde Isabel iba a lavar ropa. Allí dormía Juan Nieves las siestas y pasaba las pocas horas de descanso los fines de semanas. Cuando despertaba de la siesta aquellos domingo, Isabel le sintonizaba un pequeño radio que poseía, en el cuadrante de la vieja emisora, W. M. I. A., de Arecibo, para que se deleitara de la romántica música. Isabel le traía una taza de aromático café negro y después ensayaban un apasionado romance en el vaivén de la hamaca.
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