sábado, 29 de septiembre de 2012

Aplastamiento de las gotas

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós
                                           ( De Julio Cortázar )

Breve análisis sobre la estampa Aplastamiento de las gotas de Julio Cortázar.

En esta estampa exigua o lacónica, Cortázar comienza hablando sobre la terrible lluvia.
Lo hace para ambientar su punto estratégico, la aparición de goterones y gotitas sobre la ventana del balcón.
Aquí, la presencia de las gotas es un objetivo para sacudirse de la incomodidad o aburrimiento que le causa una lluvia consuetudinaria y constante. " Llueve todo el tiempo".
Es esencial la vida que toman los diminutos óvalos de agua que penden del marco de la ventana. Son seres de la lluvia que tienen vida independiente de los torrenciales. Una existencia más efímera que la vida de las mariposas. Pero ejercen su función y hasta eligen el aliento de su duración en el paso de la vida consciente. Como si algunas de ellas al advenir a este mundo, quisieran tener una experiencia más dilatada en que pudieran conocer las imágenes que pueda apresar en su opaca brillantez. Desempeñan una resistencia, una escasa lucha para abrazar la vida y su propia felicidad es disfrutada, precisamente en esa laxitud y distensión en que revienta su esperanza igual al último instante en que expira el individuo.

Hay otras que lamentablemente le recuerdan a Cortázar, la horrible y triste decisión del suicidio. Aquellas parecen no haber encontrado ni imágenes agradables ni oxígeno alentador y se obstinan por la condición de la nada. No obstante, en el sentimiento del autor, se han apegado a su sensibilidad através del recurso de la personificación, considerándole dientes, barriga, piernitas y uñas, como también la capacidad de gritar y marearse, cuando se emborrachan al desvanecerse en la caída al espacio.

En esta contemplación arrobada resalta el rasgo lúdico que se le atribuye a la obra de Julio Cortázar. Los goterones y las gotitas juegan a permanecer, unos más tiempo suspendidos, que otras cuando rápidamente se lanzan al abismo por afán de volver a la nada, a su condición líquida de libertad soberana y, romper con su estado de crisálida diamantina donde por efecto mágico de situaciones atmosféricas han quedado apresadas. Esta observación minuciosa le produce el entretenimiento pueril que le hace olvidar el hastío del incesante azote de la lluvia que le convierte en cautivo del meteoro.

Las actitudes de los seres frente al mundo, obviamente, son múltiples. Unos pintan lo que ven, otros toman espacios y en ellos erigen admirables construcciones, otros echan mano de terribles bombas como en Iroshima y Nagasaky donde la espoleta hace desaparecer una porción de la humanidad. Otros contemplan la primavera y crean la maravilla musical, por ejemplo, Consagración de la primavera de Stravinsky.

Cortázar, mientras observa la lluvia y las gotas, tiene este pensamiento muy presente.
Las gotas son agua y van al mar. La lluvia es vapor y regresa al cielo. ¿ Y nosotros ?

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