martes, 15 de octubre de 2013

Fragata la Dalila

Poemas extrapolados de la obra Sonata de Estío de Ramón del Valle-Inclán.
Organizados y compilados por Carlos M. Mercado Galartza.


En la navegación tuvimos
tiempo de bonanza.
Yo iba herido de mal de amores.
Apenas salía del camarote.

La fragata era inglesa.
La raza sajona
es la más despreciable de la tierra.
Ojos perjuros y barba de azafrán.

Había gente de toda laya :
tahúres que parecían diplomáticos,
cantantes con los dedos
cubiertos de sortijas
y toreros españoles.

Pasábame las horas
viendo borrarse la estela
de la fragata.
El mar de las antillas
trémulo de esmeralda.
Dimos fondo en aquellas
aguas de bruñida plata.

Los barqueros indios,
verdosos como antiguos bronces,
asaltan la fragata
por ambos costados,
y del fondo de sus canoas,
sacan exóticas mercancías.

Los pasajeros hacen señas
a los barqueros indios
para que se aproximen.
Al cabo van cayendo
en el fondo de las canoas.
La flotilla se dispersa.
Ni una sola cabeza
se ha vuelto hacia la fragata
para mandarle un adiós
de despedida.

La Dalila no tardará
en levar ancla,
para aprovechar el viento
que llegaba
tras largos días de calma.

Ya sobre cubierta,
una mujer viene sentada al timón.
Las luces del amanecer
cabrilleaban en los cristales.
Esos largos días de mar,
que navegando a vela
no tienen fin.
Alguna ráfaga cálida
pasaba entre las jarcias.

Fui a sentarme en la popa.
La fragata dejaba una estela
de bullentes rizos,
sobre el dormido cristal de esmeralda.
Ensoñador y melancólico
permanecí toda la tarde
sentado a la sombra.

Aquella fragata, La Dalila
después naufragó
en las costas de Yucatán.


          ( págs., 84-85-87-88-96-97-98-).

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