domingo, 29 de abril de 2012

Canchas en hojas y llamas

Soñé que las canchas
de la Universidad,
desaparecían
bajo incesante lluvia
de hojas secas.

Después se sumaron
pájaros muertos
y una multitud
de gatos abandonados
desgarraban las alas yertas
de las aves rígidas

Unos hombres
con palas y carretillas,
insistían en retirar
la inmensa hojarasca.
Estos obreros
reducían en su tamaño,
porque del cielo
se precipitaban toneladas de hojas.
Los hombres corrían asustados.

Entre pájaros muertos,
veíase el reguero
de bolas de tenis
putrefactas y fétidas.
Bolas con vísceras
brotadas y sangre quemada.

Las autoridades
prendieron combustión
a los desechos sinuosos.
Junto con las rojas llamas,
se elevaba
en la atmósfera,
una gigantesca raqueta de humo
que iba desvaneciéndose
con las ráfagas del viento
y, la fusta de hojas
que hostigaban la neblinosa silueta,
en cuyo largo mango
las llamas del bálago encendido,
devoraban sus frágiles cendales.

Ventaja


                                         40




                                                 

viernes, 27 de abril de 2012

Infulas de grandeza

                                        " Así como la locura, en su grado superior, es el principio
                                           de toda ciencia, así es la esquizofrenia el principio
                                           de todo arte, de toda fantasía ".
                                                               ( Hermann Hesse, El lobo estepario ).

En un pueblecito
abrumado de árboles y quebradas.
Un triste águila,
que en sueños se convertía
en lobo,
sintió el prurito
de ser elevado
como el Cristo del Corcovado o El Redentor,
sobre Río de Janeiro.

Pensó que en la pequeña
ciudad donde vivía,
sus vuelos no eran notados
porque siempre alcazaba
las nubes
y, su figura altiva
era deslumbrada por el sol.

En las noches,
cuando en sueños
se convertía en lobo,
salía con la luna
a rondar el pueblito.

Notaba que los habitantes dormían,
que la luna llena,
se convertía en otra fase,
que el aullido
con el que esperaba despertar
los durmientes,
se tornaba en un silbido
desvanecido de águila
hambrienta y cansada.

Entonces, cierto día,
mientras oteaba
desde el pináculo
de los bambúes,
el fresco viento
zarandeaba las verdes
cañas altísimas.
El rumor de la quebrada
hacía efecto de somnolencia
y comenzó a soñar :
era un lobo,
andaba agazapado,
buscando trascendencia.
Pasó por entre una huerta
y no tocó ni melones
ni piñas.
Saltó las bajas vallas
de un corral,
poblado de gallinas.
En cuanto las aves
le vieron, no huyeron.
Estalló un jolgorio
de risas gallináceas.
Era de mañana.
Su silueta
parecía más un palafrén
que un lobo feroz.

El hortelano que acababa
de levantarse,
lo descubrió velando
las gallinas.
El hombre fue al interior,
de su casa.
Salió con su esposa.
El hortelano dijo :
" Nos vigila el huerto y el corral,
es manso y está sin dientes
porque es muy viejo".
El lobo puso atención
a las frases de la señora :
" Debemos darle un homenaje,
un reconocimiento.
Nombrarlo rey de esta estepa".
El hortelano quiso corregir :
"rey del corral".
" sí, pero diremos estepa
para que él lo juzgue inmenso".
Pensaron traer
una piedra conmemorativa
igual a la de Guánica.

El águila
nunca despertó.
Volaba dormida
y nadie la veía.

A la tarde,
en el umbral de crepúsculo,
desde el pináculo de los bambúes,
creía divisar el juego de tenis.

jueves, 26 de abril de 2012

La lluvia y el tenis

                                         "... La lluvia ha vuelto
                                              de mi infancia ".
                                                       ( Pablo Neruda, Odas elementales ).

Aquel día, la mañana
nos llegó macerada.
Su aspecto dolido
era el de un viejo artrístico.
Comenzaba oscura y pálida,
llena de calígine
y tela de araña.
Le costaba moverse
a horas superiores.

El viaje hacia Mayaguez
transcurriría en una hora.
Pensé que luego, el oro del tiempo,
invadiría árboles, casas y calles.
Pero la Sultana mostraba
los tules de la madrugada,
aún perezosa, para desechar los linos
lóbregos.

Serían las ocho
cuando esperaba por pareja.
Sentí que la atmósfera
enfriaba como un pétalo
mojado.

A través de los eucaliptos
y los verdes pinos,
una lluvia fina
esparcía los carámbanos.

De niño, algunos sábados
el pueblo amanecía
envuelto en sombras y ráfagas.
Nuestros juegos se desvanecían.

La cancha de tenis se tornaba
en un mar de claras aguas.
Del cielo, el rabadán
de ceñudo gesto,
ordenaba lluvia
para largo tiempo.



Canchas de marfil

En los hoteles de lujos,
donde figuran algunas estrellas
adjudicadas a su excelencia,
tienen varias canchas de tenis.
Lucen vestidas de quinceañeras.
Se ofrecen apetitosas
como una fresca manzana.
Con el sol claro y tenue,
seca algunas burbujas
de tibio rocío,
en el esplendor de su verde.

Llegan parejas
de gringos desarticulados.
empolvan la faz
de la cancha,
con la mota de la bola.

Yo me angustio
por no llevar raqueta,
por estar de pasada.
Estoy como quien ve
sugerentes artículos
tras una vidriera.

En un lugar
propiamente dispuesto,
mesas con arqueadas sombrillas
y, sillas de atractivo diseño.
Una media luna
de sombra,
cae de la redondeada cobija.
Al cabo se sientan
los turistas.
Un mozo
de botones dorados
y cuello inmaculado,
sirve sumo de naranja
en repujada cristalería.
La cancha
sin los obesos turistas.
es ahora más ancha.
El verde campo de tenis,
se posa como una firme
toalla mullida
e inconmensurable.

Jugar un partido
en esta loseta
metricada de blanco.
es conservar un granizo
para una colección
de lluvias.

sábado, 21 de abril de 2012

Bolas de tenis

Las bolas de tenis nuevas
huelen a zapatos nuevos.
Florecen la cancha
con destellos verdosos
y su ternura recuerdan
las peras maduras.
son suaves y firmes
como los senos juveniles,
estimulante y motivadoras
como un juguete nuevo.
Salen de la raqueta
como tiros de cerbatanas,
hieren en el ánimo
y, dejan siempre
un caído en el fragor.
Las bolas de tenis
tamborilean sus sonidos
y si de lejos dudamos
si hay gente jugando,
sus toques o trazos,
nos revelan presencia
de juegos anhelados.

Allá en el Centro Comercial
son nuestros señuelos.
La esposa nos descubre
como un niño entre las golosinas.

Cuando llegan los aprendices,
un aluvión de bolas
saltarinas y fugitivas
tupen la cancha
como tapiz de borlas
de graduandos
o destellos de luciérnagas.



viernes, 20 de abril de 2012