Nuestra isla se hunde por efecto de marejadas tempestuosas originadas en el gobierno constituido.
El autor portugués, Saramago, nos refiere en forma legendaria, que España siendo una península agarrada a un extremo de Francia, se suelta de la tierra gala y pasa a bogar en el mar, como balsa de piedra, rumbo a América a un punto incierto.
Se trata de naufragios de países. Puerto Rico se tambalea en aguas del Caribe, por causas plurales. Al perdérsele el respeto a un país, pueden ocurrir horrores como éstos : el periódico El Nuevo Día, en su primera plana informa, ( Epidemia de dengue en la isla ). Luego da una evidencia de estadística demoledora : " No se declara oficialmente, pero epidemiólogos y el C. D. C. de Atlanta indican que ya se pasó el umbral epidémico ".
( Domingo, 7 de octubre, de 2012 )
El gobierno está enfrascado en campaña política y no quiere enfrentar esta realidad social. Prefiere los votos a la salud del pueblo.
El dinero que entre otras prioridades podría usarse para combatir, con efectividad, la epidemia desatada, va a parar a manos del empresario Dennis Medina, beneficiado con
$ 25 millones de dólares por unas gestiones a un gasoducto fracasado. Va a parar a las manos del padre del presidente del Senado, Nía Rivera, También cientos de millones al señor Canaval de Fuetes Fluviales y su vecino socio de empresa. Y a otros amigos del gobernador como Roger Iglesias.
Son azotes de esa tormenta que jamaquea a la isla con amenazas de hacerla naufragar.
¿ Qué le parece esta información que he estructurado en versos sacada de una columna del sagaz periodista, Benjamín Torres Gotay ?
" Lo que está en el hueso
del problema,
de este dato aterrador :
17,000 papeletas en la calle
sin garantía real
que se les va a dar
buen uso.
Mas eso no nos quita
la dolorosa sospecha
de esta trama tan sórdida,
que desde alguna caverna
secreta.
Una presencia malvada
orqueste un plan
para enturbiar
la pureza de las elecciones ".
Ana Lydia Vega dice en el mismo rotativo :
" A las casas llegan,
de buenas a primeras,
como vendedores ambulantes
ofreciéndoles a los ancianos,
el voto a domicilio.
Es obvio que éstos
pueden ser seducidos,
engañados o coaccionados.
La situación se agravaría
con la fogosa intervención
del Partido del Pueblo Miqueador.
Los acostados superarán
en números a los levantados.
Quienes no hayan
cogido la juyilanga
abandonando la isla
terminarán ingresando
a la clase encamada.
Sano de juicio
no queda ya nadie
en este país.
¿ No es la cama
el lugar ideal
para soñar "?
Mayra Montero expresa :
" Letrina más insondable
no se ha visto nunca.
Que nos cuenten la historia
de los billetitos sucios
de Zalduondo".
Las elecciones de Venezuela son ejemplo de pureza para el mundo. Son garantía de legalidad y de respeto al proceso sufragista. 19 millones de votantes sin que haya asomo de un solo caso de fraude. Eso es democracia !
¿ Se podrá decir lo mismo de Puerto Rico ?
Eugenio María de Hostos, reflexionó sobre el vapor y el hombre frente a sus tempestades.
" En los tiempos poéticos, yo solía establecer comparaciones aventuradas entre los buques en que navegaba y el estado de mi alma. Sólo hoy se me ocurre comparar la situación de mi isla a la del buque en zozobra en que entonces navegaba. Barco ruinoso, agonizante, moribundo y podrido. Sin elemento de combate contra el mar. Sin fuerzas que oponer al enemigo ".
Cuando un país como si fuera un barco recorre aguas turbulentas o es embestido por un tsunami como el que embate a Puerto Rico, es prudente elevar el pensamiento buscando la nobleza de los próceres, héroes y heroínas que fueron fuentes de dignidad para la patria. Borinquen anclada como buque peligrosamente amenazado de naufragio, lleva un mascarón de proa por el litoral de Cabo Rojo, cerca del faro, simbolizado en Betances, que alumbra en estas tinieblas. Ese mascarón con el cabello en volandas fustigado por la rosa de los vientos y, el pecho recogiendo los golpes de los penachos y olas huracanados.
Miramos ese histórico mascarón que introspectivamente conduce los mejores intereses del país. Ha sido esculpida con la madera más autóctona de la patria. Ese mascarón es Lolita Lebrón.
lunes, 8 de octubre de 2012
miércoles, 3 de octubre de 2012
La tenista de Lares
Su origen se remonta a siglos de la colonización, porque su preciosa piel reverbera el color de la perdiz montaraz. Desciende de la india Guanina, cuyo amor era un soldado de las huestes del imperio español. Tuvieron encendido romance bajo la ceiba centenaria en los predios de Quebradilla.
De aquel voluptuoso ensueño provienen sus ingredientes genéticos y étnicos.
Sus grandes ojos rememoran los de una virgen árabe o quizá las pupilas de Nefertiti, la soberana belleza egipcia que iban en los genes del capitán ibérico.
Su cabello es hermoso. No sólo por su belleza, sino también, porque cuando es aún de día, evoca las sombras de las noches que a través de tantas centurias cobijaron a los amantes y salvaron las vidas de soldados en campañas y esas noches ayudaron a otros a adelantar sus objetivos. Su cabello como una oscura sombra de la noche brilla porque parece que en su cielo nochesco arden astros fulgurantes, que pueden encender las pasiones de quien la roce con su faz.
Su sonrisa es enigmática como Mona Lisa de Leonardo da Vinci. Sus labios tienen la brillantez del ágata de Calcedonia.
Como tenista es el as femenino de nuestra villa de Lares. Ella cuenta con brazos legendariamente fuertes, sin embargo, las manos y el cuerpo poseen la ternura de Platero del poeta andaluz. Cuando azota la fosforescente bola parece llevar una estela de llamas.
También su espíritu es una flama de luz sentimental, Raquel.
De aquel voluptuoso ensueño provienen sus ingredientes genéticos y étnicos.
Sus grandes ojos rememoran los de una virgen árabe o quizá las pupilas de Nefertiti, la soberana belleza egipcia que iban en los genes del capitán ibérico.
Su cabello es hermoso. No sólo por su belleza, sino también, porque cuando es aún de día, evoca las sombras de las noches que a través de tantas centurias cobijaron a los amantes y salvaron las vidas de soldados en campañas y esas noches ayudaron a otros a adelantar sus objetivos. Su cabello como una oscura sombra de la noche brilla porque parece que en su cielo nochesco arden astros fulgurantes, que pueden encender las pasiones de quien la roce con su faz.
Su sonrisa es enigmática como Mona Lisa de Leonardo da Vinci. Sus labios tienen la brillantez del ágata de Calcedonia.
Como tenista es el as femenino de nuestra villa de Lares. Ella cuenta con brazos legendariamente fuertes, sin embargo, las manos y el cuerpo poseen la ternura de Platero del poeta andaluz. Cuando azota la fosforescente bola parece llevar una estela de llamas.
También su espíritu es una flama de luz sentimental, Raquel.
sábado, 29 de septiembre de 2012
Aplastamiento de las gotas
Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós
( De Julio Cortázar )
Breve análisis sobre la estampa Aplastamiento de las gotas de Julio Cortázar.
En esta estampa exigua o lacónica, Cortázar comienza hablando sobre la terrible lluvia.
Lo hace para ambientar su punto estratégico, la aparición de goterones y gotitas sobre la ventana del balcón.
Aquí, la presencia de las gotas es un objetivo para sacudirse de la incomodidad o aburrimiento que le causa una lluvia consuetudinaria y constante. " Llueve todo el tiempo".
Es esencial la vida que toman los diminutos óvalos de agua que penden del marco de la ventana. Son seres de la lluvia que tienen vida independiente de los torrenciales. Una existencia más efímera que la vida de las mariposas. Pero ejercen su función y hasta eligen el aliento de su duración en el paso de la vida consciente. Como si algunas de ellas al advenir a este mundo, quisieran tener una experiencia más dilatada en que pudieran conocer las imágenes que pueda apresar en su opaca brillantez. Desempeñan una resistencia, una escasa lucha para abrazar la vida y su propia felicidad es disfrutada, precisamente en esa laxitud y distensión en que revienta su esperanza igual al último instante en que expira el individuo.
Hay otras que lamentablemente le recuerdan a Cortázar, la horrible y triste decisión del suicidio. Aquellas parecen no haber encontrado ni imágenes agradables ni oxígeno alentador y se obstinan por la condición de la nada. No obstante, en el sentimiento del autor, se han apegado a su sensibilidad através del recurso de la personificación, considerándole dientes, barriga, piernitas y uñas, como también la capacidad de gritar y marearse, cuando se emborrachan al desvanecerse en la caída al espacio.
En esta contemplación arrobada resalta el rasgo lúdico que se le atribuye a la obra de Julio Cortázar. Los goterones y las gotitas juegan a permanecer, unos más tiempo suspendidos, que otras cuando rápidamente se lanzan al abismo por afán de volver a la nada, a su condición líquida de libertad soberana y, romper con su estado de crisálida diamantina donde por efecto mágico de situaciones atmosféricas han quedado apresadas. Esta observación minuciosa le produce el entretenimiento pueril que le hace olvidar el hastío del incesante azote de la lluvia que le convierte en cautivo del meteoro.
Las actitudes de los seres frente al mundo, obviamente, son múltiples. Unos pintan lo que ven, otros toman espacios y en ellos erigen admirables construcciones, otros echan mano de terribles bombas como en Iroshima y Nagasaky donde la espoleta hace desaparecer una porción de la humanidad. Otros contemplan la primavera y crean la maravilla musical, por ejemplo, Consagración de la primavera de Stravinsky.
Cortázar, mientras observa la lluvia y las gotas, tiene este pensamiento muy presente.
Las gotas son agua y van al mar. La lluvia es vapor y regresa al cielo. ¿ Y nosotros ?
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós
( De Julio Cortázar )
Breve análisis sobre la estampa Aplastamiento de las gotas de Julio Cortázar.
En esta estampa exigua o lacónica, Cortázar comienza hablando sobre la terrible lluvia.
Lo hace para ambientar su punto estratégico, la aparición de goterones y gotitas sobre la ventana del balcón.
Aquí, la presencia de las gotas es un objetivo para sacudirse de la incomodidad o aburrimiento que le causa una lluvia consuetudinaria y constante. " Llueve todo el tiempo".
Es esencial la vida que toman los diminutos óvalos de agua que penden del marco de la ventana. Son seres de la lluvia que tienen vida independiente de los torrenciales. Una existencia más efímera que la vida de las mariposas. Pero ejercen su función y hasta eligen el aliento de su duración en el paso de la vida consciente. Como si algunas de ellas al advenir a este mundo, quisieran tener una experiencia más dilatada en que pudieran conocer las imágenes que pueda apresar en su opaca brillantez. Desempeñan una resistencia, una escasa lucha para abrazar la vida y su propia felicidad es disfrutada, precisamente en esa laxitud y distensión en que revienta su esperanza igual al último instante en que expira el individuo.
Hay otras que lamentablemente le recuerdan a Cortázar, la horrible y triste decisión del suicidio. Aquellas parecen no haber encontrado ni imágenes agradables ni oxígeno alentador y se obstinan por la condición de la nada. No obstante, en el sentimiento del autor, se han apegado a su sensibilidad através del recurso de la personificación, considerándole dientes, barriga, piernitas y uñas, como también la capacidad de gritar y marearse, cuando se emborrachan al desvanecerse en la caída al espacio.
En esta contemplación arrobada resalta el rasgo lúdico que se le atribuye a la obra de Julio Cortázar. Los goterones y las gotitas juegan a permanecer, unos más tiempo suspendidos, que otras cuando rápidamente se lanzan al abismo por afán de volver a la nada, a su condición líquida de libertad soberana y, romper con su estado de crisálida diamantina donde por efecto mágico de situaciones atmosféricas han quedado apresadas. Esta observación minuciosa le produce el entretenimiento pueril que le hace olvidar el hastío del incesante azote de la lluvia que le convierte en cautivo del meteoro.
Las actitudes de los seres frente al mundo, obviamente, son múltiples. Unos pintan lo que ven, otros toman espacios y en ellos erigen admirables construcciones, otros echan mano de terribles bombas como en Iroshima y Nagasaky donde la espoleta hace desaparecer una porción de la humanidad. Otros contemplan la primavera y crean la maravilla musical, por ejemplo, Consagración de la primavera de Stravinsky.
Cortázar, mientras observa la lluvia y las gotas, tiene este pensamiento muy presente.
Las gotas son agua y van al mar. La lluvia es vapor y regresa al cielo. ¿ Y nosotros ?
jueves, 27 de septiembre de 2012
Guantes blancos por encargo
Unos guantes blancos posados
sobre su regazo.
Una estiva de ellos, en caja de zapatos.
Aquella constante preocupación
para mantenerlos inmaculados.
Y la tenaz labor,
con la aguja y el hilo.
Regateando momentos de fatiga,
al hacendoso empeño
y, a las pocas horas de sueño.
sobre su regazo.
Una estiva de ellos, en caja de zapatos.
Aquella constante preocupación
para mantenerlos inmaculados.
Y la tenaz labor,
con la aguja y el hilo.
Regateando momentos de fatiga,
al hacendoso empeño
y, a las pocas horas de sueño.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Herminia
Los golpes del péndulo en la silenciosa noche de la casa sin reloj. Como si fuera una naturaleza caracterizante de ese momento de meridiano pasado.
Tres sonidos apagados, no muy distantes, en tono menor y, cada uno más sosegado, de entonación débil. Como si el ambiente nochesco alcanzara un punto climático.
Era la hora trece, ese instante misterioso que nadie cuenta, en el espacio comprendido entre las doce y la una de madrugada.
La naturaleza se encargó de ponerle sonido : el triste toque de los pensiles metálicos en los relojes de pared.
Es cierto, no los escucha todo oído. Como no toda persona ve la rana en los relieves de los distintivos barrocos de la fachada de la universidad de Salamanca. Así tampoco, no todas las personas pueden percibir la música de los astros en el curso de sus órbitas.
En el cuento Aleph de Borges, se narra un punto estratégico donde se puede ver todas las cosas del mundo proyectadas, pero ocurre específicamente en aquel sitio.
Estos tres sonidos pendulares en desoladas y dormidas percusiones en declinación.
No se podría decir que se oían con sutileza, no se oían : era una percepción del espíritu : no entraba por el oído. Se hacía tenue presencia en el estado anímico. Entonces pensaba en los sonidos del reloj de pared, en ese preciso momento de lo profundo de la negra oscuridad.
En la noche rozaron mis brazos y la espalda, unas ráfagas de efluvios helados en la oscura soledad. Al mismo tiempo que los espasmos, en aquel silencio absoluto cayeron en el aposento los tres tañidos sordos y lejanos, pero de una lejanía del fondo de la casa : los sonidos del péndulo parecían oírse cada uno en alcoba distintas, con intensidad apagada en descenso. Esto me hizo pensar en ese espacio tan largo, entre las doce y la una. La hora trece que nadie cuenta, pero que transcurre callada y apelmazada, tan serena que te hace sentir las estrellas arder fuera del hogar, allá en el cielo húmedo y resbaladizo. Presumo que aquella noche asombrarían los búhos con su oculto péndulo entre la maraña del follaje.
Estuve tentado a levantarme. Me incorporé, cuando sentí la fría madera bajo mis cálidos pies, no†e el choque de temperaturas. Miré entre las celosías, pero la noche era cerrada a fuera y sólo se percibía a la sordina, los signos moderados de la multitud de insectos.
Decidí no encender las luces, pues hubiera estropeado el encanto de aquella hora misteriosa como un barco fantasma. La noche era fría, pues había llovido. Sentía el retazo del agua resbalar en gotas por los canalillos del zinc sobre la ventana.
Mi cuerpo se cobijaba por la calidez de las piyamas. Salí al pasillo envuelto en una oscuridad que no me era ajena, porque conocía por donde afirmaba mis pasos. Aunque no me resultaba extraña, aquella oscura noche se había asentado en la casa como la oscura sombra del fondo de un pozo. Me encontré primero, con la cocina y contiguo a ella figuraba el comedor. Abrí la ventana de dos hojas, con antiguas celosías. A fuera dormía la espesura perteneciente a la finca de la casa. No se distinguía la vegetación, todo era negro como la noche de borrasca en alta mar. Pude colegir como la entrada súbita de mayor oscuridad adentro en mi entorno.
Entonces reconocí el sonido del agua que el grifo abierto facilitaba su expulsión. Allí junto al fregadero, Herminia restregaba una cuchara y con la yema de su pulgar frotaba lo cóncavo del utensilio.
Herminia fue afectada por un derrame cerebral y quedó impedida de toda su parte izquierda. La pude reconocer cuando me miró e identifiqué sus grandes ojos y su mirada agobiada. Mi prima había muerto varias décadas atrás. Ahora le circunscribía un óvalo de claridad sobre su imagen. Junto a la mesa del refectorio estaba sentada su inseparable madre, tía María. Pero ella miraba únicamente hacia su hija. Tía había muerto antes que Herminia. También un tenue nimbo la rodeaba. Eran dos aperturas de triste luz y desaparecieron al instante borrando sus imágenes.
Pude moverme hacia el aposento. Me desplazaba sumido en el recuerdo de mis parientes.
Llevaba la impresión de caminar metido entre dos noches : la penumbra de mi mundo interior y la ceñuda noche que me rodeaba.
Tres sonidos apagados, no muy distantes, en tono menor y, cada uno más sosegado, de entonación débil. Como si el ambiente nochesco alcanzara un punto climático.
Era la hora trece, ese instante misterioso que nadie cuenta, en el espacio comprendido entre las doce y la una de madrugada.
La naturaleza se encargó de ponerle sonido : el triste toque de los pensiles metálicos en los relojes de pared.
Es cierto, no los escucha todo oído. Como no toda persona ve la rana en los relieves de los distintivos barrocos de la fachada de la universidad de Salamanca. Así tampoco, no todas las personas pueden percibir la música de los astros en el curso de sus órbitas.
En el cuento Aleph de Borges, se narra un punto estratégico donde se puede ver todas las cosas del mundo proyectadas, pero ocurre específicamente en aquel sitio.
Estos tres sonidos pendulares en desoladas y dormidas percusiones en declinación.
No se podría decir que se oían con sutileza, no se oían : era una percepción del espíritu : no entraba por el oído. Se hacía tenue presencia en el estado anímico. Entonces pensaba en los sonidos del reloj de pared, en ese preciso momento de lo profundo de la negra oscuridad.
En la noche rozaron mis brazos y la espalda, unas ráfagas de efluvios helados en la oscura soledad. Al mismo tiempo que los espasmos, en aquel silencio absoluto cayeron en el aposento los tres tañidos sordos y lejanos, pero de una lejanía del fondo de la casa : los sonidos del péndulo parecían oírse cada uno en alcoba distintas, con intensidad apagada en descenso. Esto me hizo pensar en ese espacio tan largo, entre las doce y la una. La hora trece que nadie cuenta, pero que transcurre callada y apelmazada, tan serena que te hace sentir las estrellas arder fuera del hogar, allá en el cielo húmedo y resbaladizo. Presumo que aquella noche asombrarían los búhos con su oculto péndulo entre la maraña del follaje.
Estuve tentado a levantarme. Me incorporé, cuando sentí la fría madera bajo mis cálidos pies, no†e el choque de temperaturas. Miré entre las celosías, pero la noche era cerrada a fuera y sólo se percibía a la sordina, los signos moderados de la multitud de insectos.
Decidí no encender las luces, pues hubiera estropeado el encanto de aquella hora misteriosa como un barco fantasma. La noche era fría, pues había llovido. Sentía el retazo del agua resbalar en gotas por los canalillos del zinc sobre la ventana.
Mi cuerpo se cobijaba por la calidez de las piyamas. Salí al pasillo envuelto en una oscuridad que no me era ajena, porque conocía por donde afirmaba mis pasos. Aunque no me resultaba extraña, aquella oscura noche se había asentado en la casa como la oscura sombra del fondo de un pozo. Me encontré primero, con la cocina y contiguo a ella figuraba el comedor. Abrí la ventana de dos hojas, con antiguas celosías. A fuera dormía la espesura perteneciente a la finca de la casa. No se distinguía la vegetación, todo era negro como la noche de borrasca en alta mar. Pude colegir como la entrada súbita de mayor oscuridad adentro en mi entorno.
Entonces reconocí el sonido del agua que el grifo abierto facilitaba su expulsión. Allí junto al fregadero, Herminia restregaba una cuchara y con la yema de su pulgar frotaba lo cóncavo del utensilio.
Herminia fue afectada por un derrame cerebral y quedó impedida de toda su parte izquierda. La pude reconocer cuando me miró e identifiqué sus grandes ojos y su mirada agobiada. Mi prima había muerto varias décadas atrás. Ahora le circunscribía un óvalo de claridad sobre su imagen. Junto a la mesa del refectorio estaba sentada su inseparable madre, tía María. Pero ella miraba únicamente hacia su hija. Tía había muerto antes que Herminia. También un tenue nimbo la rodeaba. Eran dos aperturas de triste luz y desaparecieron al instante borrando sus imágenes.
Pude moverme hacia el aposento. Me desplazaba sumido en el recuerdo de mis parientes.
Llevaba la impresión de caminar metido entre dos noches : la penumbra de mi mundo interior y la ceñuda noche que me rodeaba.
lunes, 24 de septiembre de 2012
Faro marino
Entre los peldaños
de la persiana que ascienden
al cielo en la noche,
un lucero brillante
ejerce una soledad infinita.
Es un faro marino
en un promontorio celeste.
El silencio absoluto despeja
su intensidad esmeralda.
Y arde en haces de lumbre lejana,
como si no tuviera influencia.
Quédase abrumado de esplendor,
vigilando mis pasos
en la cotidianidad del aposento
envuelto en la nocturna decidia.
de la persiana que ascienden
al cielo en la noche,
un lucero brillante
ejerce una soledad infinita.
Es un faro marino
en un promontorio celeste.
El silencio absoluto despeja
su intensidad esmeralda.
Y arde en haces de lumbre lejana,
como si no tuviera influencia.
Quédase abrumado de esplendor,
vigilando mis pasos
en la cotidianidad del aposento
envuelto en la nocturna decidia.
domingo, 23 de septiembre de 2012
Tema semántico
Al releer el poema de José Ortega y Gasset, ( La herencia familiar ) que yo compilé de entre su obra ensayística, donde él habla del concepto de sus hombres interiores, en referencia a la estela de razas que tiñen su sangre y abolengo, en la cual el revela que hay una destacada presencia germánica en su estirpe. Allí, en el prólogo que escribí para ese arduo trabajo, me topé con esta argumentación mía que quiero consignar en este espacio.
Siempre he creído que una oración literaria guarda y atesora una dimensión expresiva distinta o adicional a la intención primogenitora que el autor arguyó en su momento. La frase creada o la oración construida, puede después, enfrentar otra situación o circunstancia semántica en la cual vuelva a significar una novedad linguística, una jornada de comunicación transformada en un molde técnico linguístico aplicada a faenas diversas que se originan, sino en las mismas intenciones, al menos tienen contacto inicial y se abren al infinito del entendimiento. Al parecer, advienen al sentido de la paráfrasis. Es decir, una oración que se instrumenta para describir la imagen de un pájaro que aletea salpicando el agua de una fuente para aliviarse los efectos del calor del verano, puede muy bien servir en otra ocasión, a un sediento que cae exhausto al borde de un oasis.
Siempre he creído que una oración literaria guarda y atesora una dimensión expresiva distinta o adicional a la intención primogenitora que el autor arguyó en su momento. La frase creada o la oración construida, puede después, enfrentar otra situación o circunstancia semántica en la cual vuelva a significar una novedad linguística, una jornada de comunicación transformada en un molde técnico linguístico aplicada a faenas diversas que se originan, sino en las mismas intenciones, al menos tienen contacto inicial y se abren al infinito del entendimiento. Al parecer, advienen al sentido de la paráfrasis. Es decir, una oración que se instrumenta para describir la imagen de un pájaro que aletea salpicando el agua de una fuente para aliviarse los efectos del calor del verano, puede muy bien servir en otra ocasión, a un sediento que cae exhausto al borde de un oasis.
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