Fufi, estaba sentado con las manos
apoyadas sobre un banco de madera.
La cabeza de Escipión,
hundida en sus duros hombros.
esperaba para jugar tenis.
Era viejo, muy viejo.
El sol doraba su piel,
una piel con muchos soles
apagados.
Me miró desde las aguas de su mar.
Tenía jarcias dibujadas
en su rostro.
Pero no lucía pipa humeante
ni gorra de capitán.
Conoció la fama;
como atleta pujante, destacado.
El deporte encendió
siempre su pasión.
Se había posado
en su cerebro,
una delicada inteligencia.
Conocía los secretos
de la lengua escrita,
con la honda destreza
de los dioses del Olimpo.
Estaba sentado entre canchas de tenis.
Parecía ciudadano francés,
pero era ciudadano puertorriqueño.
Lo he visto en muchos libros :
como un ente ubicuo.
Su animosidad y acicate,
deja impronta en la literatura
universal a través de las épocas :
Tengo la impresión
que aconsejó a Aníbal,
en su decisión de cruzar el Ebro.
El es ímpetu y coraje.
Tiene aquella visión
que llevó a Bolívar
a apechar los Andes.
Ahora está ahí sentado,
con brasas y sargazos
en sus decrépitas cejas.
No se ve, pero él ahogó
a Diego salcedo en el río de Añasco
y ahora quiere hundir un mito.
lunes, 30 de abril de 2012
Pueblos sin canchas de tenis
Tristes los pueblos
lamentan tristes,
el infortunio
de no ofrecer
una cancha de tenis.
Los jóvenes sueñan el tenis,
pero los pueblos
le niegan la gracia.
La juventud
reclama con vehemencia,
la soñada cancha de tenis.
los muchachos como peces
saltan para hundirse
en las sombras
y, en la desidia,
de las tardes ociosas.
Oh los pueblos tristes
que sollozan
por las esquinas
entre zarzas y espinas,
llenos de palabras sedantes.
niegan el campo de tenis.
Por las noches,
al pueblo lo hieren
los llamados al mundo
de las tinieblas,
con mortales estocadas.
lamentan tristes,
el infortunio
de no ofrecer
una cancha de tenis.
Los jóvenes sueñan el tenis,
pero los pueblos
le niegan la gracia.
La juventud
reclama con vehemencia,
la soñada cancha de tenis.
los muchachos como peces
saltan para hundirse
en las sombras
y, en la desidia,
de las tardes ociosas.
Oh los pueblos tristes
que sollozan
por las esquinas
entre zarzas y espinas,
llenos de palabras sedantes.
niegan el campo de tenis.
Por las noches,
al pueblo lo hieren
los llamados al mundo
de las tinieblas,
con mortales estocadas.
domingo, 29 de abril de 2012
Canchas en hojas y llamas
Soñé que las canchas
de la Universidad,
desaparecían
bajo incesante lluvia
de hojas secas.
Después se sumaron
pájaros muertos
y una multitud
de gatos abandonados
desgarraban las alas yertas
de las aves rígidas
Unos hombres
con palas y carretillas,
insistían en retirar
la inmensa hojarasca.
Estos obreros
reducían en su tamaño,
porque del cielo
se precipitaban toneladas de hojas.
Los hombres corrían asustados.
Entre pájaros muertos,
veíase el reguero
de bolas de tenis
putrefactas y fétidas.
Bolas con vísceras
brotadas y sangre quemada.
Las autoridades
prendieron combustión
a los desechos sinuosos.
Junto con las rojas llamas,
se elevaba
en la atmósfera,
una gigantesca raqueta de humo
que iba desvaneciéndose
con las ráfagas del viento
y, la fusta de hojas
que hostigaban la neblinosa silueta,
en cuyo largo mango
las llamas del bálago encendido,
devoraban sus frágiles cendales.
de la Universidad,
desaparecían
bajo incesante lluvia
de hojas secas.
Después se sumaron
pájaros muertos
y una multitud
de gatos abandonados
desgarraban las alas yertas
de las aves rígidas
Unos hombres
con palas y carretillas,
insistían en retirar
la inmensa hojarasca.
Estos obreros
reducían en su tamaño,
porque del cielo
se precipitaban toneladas de hojas.
Los hombres corrían asustados.
Entre pájaros muertos,
veíase el reguero
de bolas de tenis
putrefactas y fétidas.
Bolas con vísceras
brotadas y sangre quemada.
Las autoridades
prendieron combustión
a los desechos sinuosos.
Junto con las rojas llamas,
se elevaba
en la atmósfera,
una gigantesca raqueta de humo
que iba desvaneciéndose
con las ráfagas del viento
y, la fusta de hojas
que hostigaban la neblinosa silueta,
en cuyo largo mango
las llamas del bálago encendido,
devoraban sus frágiles cendales.
viernes, 27 de abril de 2012
Infulas de grandeza
" Así como la locura, en su grado superior, es el principio
de toda ciencia, así es la esquizofrenia el principio
de todo arte, de toda fantasía ".
( Hermann Hesse, El lobo estepario ).
En un pueblecito
abrumado de árboles y quebradas.
Un triste águila,
que en sueños se convertía
en lobo,
sintió el prurito
de ser elevado
como el Cristo del Corcovado o El Redentor,
sobre Río de Janeiro.
Pensó que en la pequeña
ciudad donde vivía,
sus vuelos no eran notados
porque siempre alcazaba
las nubes
y, su figura altiva
era deslumbrada por el sol.
En las noches,
cuando en sueños
se convertía en lobo,
salía con la luna
a rondar el pueblito.
Notaba que los habitantes dormían,
que la luna llena,
se convertía en otra fase,
que el aullido
con el que esperaba despertar
los durmientes,
se tornaba en un silbido
desvanecido de águila
hambrienta y cansada.
Entonces, cierto día,
mientras oteaba
desde el pináculo
de los bambúes,
el fresco viento
zarandeaba las verdes
cañas altísimas.
El rumor de la quebrada
hacía efecto de somnolencia
y comenzó a soñar :
era un lobo,
andaba agazapado,
buscando trascendencia.
Pasó por entre una huerta
y no tocó ni melones
ni piñas.
Saltó las bajas vallas
de un corral,
poblado de gallinas.
En cuanto las aves
le vieron, no huyeron.
Estalló un jolgorio
de risas gallináceas.
Era de mañana.
Su silueta
parecía más un palafrén
que un lobo feroz.
El hortelano que acababa
de levantarse,
lo descubrió velando
las gallinas.
El hombre fue al interior,
de su casa.
Salió con su esposa.
El hortelano dijo :
" Nos vigila el huerto y el corral,
es manso y está sin dientes
porque es muy viejo".
El lobo puso atención
a las frases de la señora :
" Debemos darle un homenaje,
un reconocimiento.
Nombrarlo rey de esta estepa".
El hortelano quiso corregir :
"rey del corral".
" sí, pero diremos estepa
para que él lo juzgue inmenso".
Pensaron traer
una piedra conmemorativa
igual a la de Guánica.
El águila
nunca despertó.
Volaba dormida
y nadie la veía.
A la tarde,
en el umbral de crepúsculo,
desde el pináculo de los bambúes,
creía divisar el juego de tenis.
de toda ciencia, así es la esquizofrenia el principio
de todo arte, de toda fantasía ".
( Hermann Hesse, El lobo estepario ).
En un pueblecito
abrumado de árboles y quebradas.
Un triste águila,
que en sueños se convertía
en lobo,
sintió el prurito
de ser elevado
como el Cristo del Corcovado o El Redentor,
sobre Río de Janeiro.
Pensó que en la pequeña
ciudad donde vivía,
sus vuelos no eran notados
porque siempre alcazaba
las nubes
y, su figura altiva
era deslumbrada por el sol.
En las noches,
cuando en sueños
se convertía en lobo,
salía con la luna
a rondar el pueblito.
Notaba que los habitantes dormían,
que la luna llena,
se convertía en otra fase,
que el aullido
con el que esperaba despertar
los durmientes,
se tornaba en un silbido
desvanecido de águila
hambrienta y cansada.
Entonces, cierto día,
mientras oteaba
desde el pináculo
de los bambúes,
el fresco viento
zarandeaba las verdes
cañas altísimas.
El rumor de la quebrada
hacía efecto de somnolencia
y comenzó a soñar :
era un lobo,
andaba agazapado,
buscando trascendencia.
Pasó por entre una huerta
y no tocó ni melones
ni piñas.
Saltó las bajas vallas
de un corral,
poblado de gallinas.
En cuanto las aves
le vieron, no huyeron.
Estalló un jolgorio
de risas gallináceas.
Era de mañana.
Su silueta
parecía más un palafrén
que un lobo feroz.
El hortelano que acababa
de levantarse,
lo descubrió velando
las gallinas.
El hombre fue al interior,
de su casa.
Salió con su esposa.
El hortelano dijo :
" Nos vigila el huerto y el corral,
es manso y está sin dientes
porque es muy viejo".
El lobo puso atención
a las frases de la señora :
" Debemos darle un homenaje,
un reconocimiento.
Nombrarlo rey de esta estepa".
El hortelano quiso corregir :
"rey del corral".
" sí, pero diremos estepa
para que él lo juzgue inmenso".
Pensaron traer
una piedra conmemorativa
igual a la de Guánica.
El águila
nunca despertó.
Volaba dormida
y nadie la veía.
A la tarde,
en el umbral de crepúsculo,
desde el pináculo de los bambúes,
creía divisar el juego de tenis.
jueves, 26 de abril de 2012
La lluvia y el tenis
"... La lluvia ha vuelto
de mi infancia ".
( Pablo Neruda, Odas elementales ).
Aquel día, la mañana
nos llegó macerada.
Su aspecto dolido
era el de un viejo artrístico.
Comenzaba oscura y pálida,
llena de calígine
y tela de araña.
Le costaba moverse
a horas superiores.
El viaje hacia Mayaguez
transcurriría en una hora.
Pensé que luego, el oro del tiempo,
invadiría árboles, casas y calles.
Pero la Sultana mostraba
los tules de la madrugada,
aún perezosa, para desechar los linos
lóbregos.
Serían las ocho
cuando esperaba por pareja.
Sentí que la atmósfera
enfriaba como un pétalo
mojado.
A través de los eucaliptos
y los verdes pinos,
una lluvia fina
esparcía los carámbanos.
De niño, algunos sábados
el pueblo amanecía
envuelto en sombras y ráfagas.
Nuestros juegos se desvanecían.
La cancha de tenis se tornaba
en un mar de claras aguas.
Del cielo, el rabadán
de ceñudo gesto,
ordenaba lluvia
para largo tiempo.
de mi infancia ".
( Pablo Neruda, Odas elementales ).
Aquel día, la mañana
nos llegó macerada.
Su aspecto dolido
era el de un viejo artrístico.
Comenzaba oscura y pálida,
llena de calígine
y tela de araña.
Le costaba moverse
a horas superiores.
El viaje hacia Mayaguez
transcurriría en una hora.
Pensé que luego, el oro del tiempo,
invadiría árboles, casas y calles.
Pero la Sultana mostraba
los tules de la madrugada,
aún perezosa, para desechar los linos
lóbregos.
Serían las ocho
cuando esperaba por pareja.
Sentí que la atmósfera
enfriaba como un pétalo
mojado.
A través de los eucaliptos
y los verdes pinos,
una lluvia fina
esparcía los carámbanos.
De niño, algunos sábados
el pueblo amanecía
envuelto en sombras y ráfagas.
Nuestros juegos se desvanecían.
La cancha de tenis se tornaba
en un mar de claras aguas.
Del cielo, el rabadán
de ceñudo gesto,
ordenaba lluvia
para largo tiempo.
Canchas de marfil
En los hoteles de lujos,
donde figuran algunas estrellas
adjudicadas a su excelencia,
tienen varias canchas de tenis.
Lucen vestidas de quinceañeras.
Se ofrecen apetitosas
como una fresca manzana.
Con el sol claro y tenue,
seca algunas burbujas
de tibio rocío,
en el esplendor de su verde.
Llegan parejas
de gringos desarticulados.
empolvan la faz
de la cancha,
con la mota de la bola.
Yo me angustio
por no llevar raqueta,
por estar de pasada.
Estoy como quien ve
sugerentes artículos
tras una vidriera.
En un lugar
propiamente dispuesto,
mesas con arqueadas sombrillas
y, sillas de atractivo diseño.
Una media luna
de sombra,
cae de la redondeada cobija.
Al cabo se sientan
los turistas.
Un mozo
de botones dorados
y cuello inmaculado,
sirve sumo de naranja
en repujada cristalería.
La cancha
sin los obesos turistas.
es ahora más ancha.
El verde campo de tenis,
se posa como una firme
toalla mullida
e inconmensurable.
Jugar un partido
en esta loseta
metricada de blanco.
es conservar un granizo
para una colección
de lluvias.
donde figuran algunas estrellas
adjudicadas a su excelencia,
tienen varias canchas de tenis.
Lucen vestidas de quinceañeras.
Se ofrecen apetitosas
como una fresca manzana.
Con el sol claro y tenue,
seca algunas burbujas
de tibio rocío,
en el esplendor de su verde.
Llegan parejas
de gringos desarticulados.
empolvan la faz
de la cancha,
con la mota de la bola.
Yo me angustio
por no llevar raqueta,
por estar de pasada.
Estoy como quien ve
sugerentes artículos
tras una vidriera.
En un lugar
propiamente dispuesto,
mesas con arqueadas sombrillas
y, sillas de atractivo diseño.
Una media luna
de sombra,
cae de la redondeada cobija.
Al cabo se sientan
los turistas.
Un mozo
de botones dorados
y cuello inmaculado,
sirve sumo de naranja
en repujada cristalería.
La cancha
sin los obesos turistas.
es ahora más ancha.
El verde campo de tenis,
se posa como una firme
toalla mullida
e inconmensurable.
Jugar un partido
en esta loseta
metricada de blanco.
es conservar un granizo
para una colección
de lluvias.
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