martes, 24 de noviembre de 2015

De las aguas que maravillan y mueren

He de hablar de aguas cristalinas;
y de aguas turbias.
He de hablar de turbios cristales;
y de cristales claros.
No de vidrios, sino de transparencia
de las aguas, también de su opaca
y confusa apariencia.

El mundo, como se sabe : hecho de agua
y tierra. De hojas y madera.
De rocas y minerales.
De aire y cielo.

Luego en orden de importancia :
los animales, arboledas, frutos y flores,
individuos volátiles;
por último apareció el hombre.

El hombre empezó comiéndose
los animales, las aves, los frutos.
El se bebía las aguas
que se lustraban con los pedruscos.

Sus manos se transparentaban
en sus cristales.
Su rostro se asomaba en las ondas.
Después, el hombre hurtó las piedras
para edificar cavernas en las planicies.

Cuando llegó el momento
inventaron químicos que derramaron
sobre aguas claras.
Expulsaron sustancias letales
a los aires.
Hirieron y calentaron los témpanos,
para convertirlos en fantasías de la historia.

Entonces de los cielos bajaron
las precipitaciones radiactivas,
desechos y pulverizaciones nucleares.
Que en ciertos lugares,
por efecto de metamorfosis
aplican la metáfora : polvo del Sahara.

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