domingo, 3 de mayo de 2015

Perfume

En el frasco de perfume
que te obsequié anidaba mi alma.
Y cuando salpicabas tu cuello
con las aromáticas gotas,
agitaba mis sentimientos en añoranzas
y recuerdos.
En aquel volátil ensueño
de sustancia espiritualizada,
quedaba cautiva mi ánima
como un genio de la noche arábiga.

El perfume unge efluvios de astros
vesperales y, en el atardecer
cuando se pone el sol en lontananza,
entra en los frascos el aliento
de la naturaleza y, en la noche
encendida la luz de luceros
transvasan sus olores.

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